«La actriz y modelo ha ido demostrando que la constancia deviene en obras magistrales»
Vanessa Paradis
«Love songs»
BARCLAY
Texto: CÉSAR PRIETO.
Si no lo era hasta ahora, con este “Love songs” Vanessa Paradis pasa a ser una nueva gran dama de la canción francesa. Hace ya seis años desde “Divinidylle”, en el intermedio han aparecido un disco de grandes éxitos y la preciosidad que supuso el directo “Une nuit a Versailles”, un verdadero punto de inflexión del que ya hablamos en EFE EME y en el que la cantante francesa actuaba con una pasmosa serenidad clásica, dirigiendo cada nota, reteniendo la emoción en cauces. Una perfecta continuación viene a ser este “Love songs”, plagado de plácida naturalidad, enormemente variado en los patrones rítmicos y con una magistral perfección en las texturas instrumentales.
Qué lejos queda aquella niña de catorce años que grabó ‘Joe le taxi’. Seis discos de estudio y veinticinco años después, la actriz y modelo ha ido demostrando que la constancia deviene en obras magistrales. En principio, es una colección de veinte canciones –se trata de un disco doble con dos temas más en la edición de lujo– en las que la prioridad es la variación, cada corte abre nuevos horizontes desde los primeros compases, desde una vital juventud hasta una cálida melancolía. Los dos primeros ya desbrozan dos caminos bien diferentes; ‘L’au-delà’, un valsecito de terciopelo, acariciado por un violín y unos coros celestiales y ‘Love song’, arquitectura funky en un tema explosivo y bailable.
A partir de aquí se sigue desatando una ternura cercana, por ejemplo, a la de Françoise Hardy en ‘Le rempart’ o ‘C`est quoi?’; también ‘Prends garde a moi’ es una preciosa canción, de esas que a la primera escucha te inyectan un temblor emocional, como solo sabe hacer la música francesa.
El sendero rítmico aporta un paisaje más amplio; puede jugar con la electrónica, como en ‘Mi amor’, pizpireta y sin prejuicios, a lo Lio, o puede sostenerse en percusiones tribales como ‘Les espaces & les sentiments’. Pero sobre todo dominan los aires hispanos en las trompetas finales de ‘New year’ o la fanfarria de ‘Tu vois c’ que je vois’. Y entre todas destaca ‘La creme’, que recoge la mejor tradición de wah wah, a veces evanescente y jazzística incluso, y que tiende a la sofisticación de los setenta, a ese soft soul a lo Marvin Gaye.
Aún hay espacio para más experiencias, ‘Doorway’ posee un inequívoco aire de cabaret y ‘Tu si na cosa grande’ no es más que una delicada bossa en italiano. La producción de Benjamin Biolay, que también firma algunas de las canciones, amalgama tendencias del pop, pero siempre desde el respeto a estructuras clásicas para conformar un doble álbum tan variado que se hace increíblemente corto.
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