«Teclados espectrales, ritmos motorik y progresiones instrumentales de intensidad rampante al servicio de esa arrastrada dicción marca de la casa, santo y seña de cualquier género que haya metido sus zarpas en ese cajón de sastre llamado americana»
The War On Drugs
«Slave ambient»
SECRETLY CANADIAN
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
A Adam Granduciel y los suyos hay que agradecerles el no revolcarse en una complaciente repetición de fórmulas trilladas. Un empeño en el que no dejan de formar parte de un reducidísimo club. Porque díganme ustedes cuántas bandas son capaces hoy en día de engancharse al furgón de la tradición musical de su país con el propósito de llevarla un pasito más adelante, proponiendo textos reconocibles por su pedigrí pero en contextos que hasta ahora les resultaban extraños y, en consecuencia, hasta renovadores.
Así que, epilogando las excelencias de su segundo álbum («Wagonwheel blues», 2008) y estirándolas en una alquimia singular, aquí podríamos decir que el texto son las sagradas escrituras de Dylan o Springsteen, y el contexto sería esa densa e hipnotizante textura que otorga un fascinante empaque a cada uno de sus temas, y que emparenta con las mesmerizantes vibraciones del shoegaze. Teclados espectrales, ritmos motorik y progresiones instrumentales de intensidad rampante al servicio de esa arrastrada dicción marca de la casa, santo y seña de cualquier género que haya metido sus zarpas en ese cajón de sastre llamado americana.
El punto de inflexión respecto a su predecesor es que aquí el ensamblaje es fluido y natural. Ya no se trata de dar una de cal (tradición reverente) y una de arena (vanguardia), según le convenga al tema, porque en este «Slave ambient» (título revelador a más no poder) todas las piezas encajan como un todo orgánico. Déjense llevar por temas tan adictivos como “Best night”, “Baby missiles” o “Your love is calling my name”, cuya incomparecencia de estribillos no impide que se adhieran al intelecto. Se lo agradecerán.
