«Giants’ es un golem frente al ‘ente’ que un día fueron los Stranglers; algo puramente orgánico, pero con vida y movimiento, con fluidos que lo hacen caminar»
The Stranglers
«Giants»
MASTERTRAX
Texto: DARÍO VICO.
Los Stranglers fueron una banda punk de una manera casual, aunque supieron rentabilizarlo gracias a canciones-lemas como “No more heroes”, pero en realidad tenían más que ver con los Doors que con los Pistols y los Clash. Su actitud tampoco era estrictamente punk, y por edad eran casi dinosaurios para la época –su batería, Jet Black, rondaba los 40, y hoy sigue en la banda con 70 recién cumplidos– pero tenían unos jetos de mala hostia como para que los chavalitos con granos e imperdibles no se atrevieran a echárselo en cara. Fueron un gran grupo, supieron evolucionar a principios de los ochenta –más bien involucionar, como Damned, la evolución fue cosa de Clash y PIL– y aportar un barroquismo a su furia que les dio buenos dividendos con singles como ‘Golden brown’ y ‘European female’. Muestras de lo que hoy llama el gran Jorge Albi «caos elegante».
Con el tiempo se fueron diluyendo pero nunca han dejado de estar activos, pese al abandono de su líder, Hugh Cornwell, y su reemplazo por un mercenario, Baz Warne, de esos capaces de cumplir decentemente supliendo a glorias fugadas o extintas en bandas muy diferentes; podría haber acabado en unos supuestamente renacidos Dire Straits sin Knopfler, y lo haría igual de bien que aquí. JJ Burnel y Dave Greenfield, en activo junto a Jet Black desde el primer disco, completan el cuarteto de unos Stranglers MK IV bastante clasudos, con pocas ideas pero bien aprovechadas y que han grabado un disco que, volviendo a su analogía con los Doors, recuerda a los que grabaron Krieger, Densmore y Manzarek tras la muerte de Morrison, con cuerpo y sin cabeza, con un gran sonido, con fibra, quizás sin alma y sin canciones, pero no por ello menores.
“Giants” es un golem frente al «ente» que un día fueron los Stranglers; algo puramente orgánico, pero con vida y movimiento, con fluidos que lo hacen caminar. Ese dirigirse a ninguna parte de este puñado de canciones tiene algo hipnótico. Cada miembro parece funcionar a su libre albedrío, pero todo compacta en un organismo. Salvo ‘Adiós’ (un tango recitado en su mayor parte en español, vieja querencia de los Stranglers, como recordamos de aquel ‘Spain’ con intro sampleada de la nietísima de Franco) no hay muchas canciones por destacar, pero en su totalidad, “Giants” es un disco sorprendentemente adictivo, en la forma en la que muchos trabajos menores, pero interesantísimos, de «sideman» de jazz lo eran en los 60 y 70; hay algo en su forma de trabajar, en el proceso, en el sonido, que está por encima de las canciones. Un brillante disco opaco para quienes lleven mucho tiempo escuchando rock, una especie de pequeña joya de blues muzak.
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