«Seguro que alguien tan aficionado a las bandas sonoras como David Holmes ya ha hecho el ejercicio completo y no le ha puesto ningún pero»
The Heliocentrics
«13 degrees of reality»
NOW-AGAIN/RESISTENCIA
Texto: GERNOT DUDDA.
The Heliocentrics se hicieron moderadamente célebres en 2009 acompañando al gran patriarca del “ethio-jazz”, Mulatu Astatke, en su álbum conjunto “Inspiration information”, una de las grabaciones esenciales del sello Strut y capaz de competir con “la otra” gran colaboración por excelencia del orbe etíope: la que mantuvieron en 2006 el veterano saxofonista Getatchew Mekuria y los inclasificables holandeses de The Ex en su álbum “Moa anbessa”.
Pero de partida esto es bien diferente. Siempre destacando su diestro papel ejecutor, contemos con que, sobre todo, aquí se trata de una banda que ha mamado muy bien la res psicodélica del krautrock –por ejemplo, ‘Mysterious ways’ es puro Can, sin complejos ni rubor alguno– y sus afines contigüidades geográficas con los oscuros Pink Floyd post-barrettianos –pero pre-dark-side-of-the-moon– y las gentes del Canterbury sound, como Gong o Soft Machine, o incluso del “prog” francés, como los Heldon de Richard Pinhas o los Clearlight del pianista Cyrille Verdeaux.
Quede esto señalado como halago hacia su impecable conocimiento histórico del rock en una etapa muy fecunda y espacial de su existencia, pero también como advertencia de que no somos tontos y de que no pueden colarnos como “nuevo” nada –o muy poco– de estos “13 grados de realidad”. Por mucho que nos guste.
El álbum funciona muy bien como un ente global –un magma poderoso, pero tan desestructurado que por qué no seguir el orden que nos proponen–, que se hace necesario consumir sin decir ni mu de principio a fin, sin distinciones entre “caras A” y “caras B” (ya no existen) ni entre piezas, aunque esto suponga tragar con ruedas de molino con esos breves interludios (necesarios, me temo) que hay entre las piezas más estructuradas, largas y completas. Y aquí es por supuesto donde está la miga. Como en el intrigante ‘Collateral damage’ –por su sutil sinuosidad quizá lo más psicodélico y por tanto “etíope” del álbum, con permiso de la larga ‘Wrecking ball’– o en los garajeros ‘Descarga electrónica’ y ‘Mr. Owusu, I presume?’.
Da la sensación de que a medida que avanza el álbum –en plan bola de nieve que se va realimentando–, vamos encontrando los mejores alicientes. Aunque paradójicamente no se trata de darle al “forward” para acabar por ‘Eastern Begena’, ‘Black Sky’, ‘Calabash’ o ‘Vibrations of fallen Angels’ (downtempo por un tubo; guitarrero, pero downtempo al fin y al cabo). Me temo que buscar atajos aquí no vale. Hay que ir por orden. De pé a pá.
Seguro que alguien tan aficionado a las bandas sonoras como David Holmes ya ha hecho el ejercicio completo y no le ha puesto ningún pero.
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