«Va a encandilar a quien persiga la tradición que pone un pie en Tequila y otro en la nueva ola madrileña de grandes estadios –Nacha Pop o los Secretos–, que continúa con Hombres G, que hace una finta y pasa a La Guardia o La Granja, y que va concluyendo en Cooper»
Teléfono Rojo
«El hombre del tiempo»
FLOR Y NATA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Teléfono Rojo tiene la nobleza de ofrecer en todo su disco de debut lo que prometen desde el guitarrazo inicial: esa extrema sencillez en las canciones que constituye su esencia. El trío de Viveiro intenta llevar –y aún siendo un disco con algunas caídas, lo consigue– su patrimonio musical a la pureza en las instrumentaciones y a la transparencia en las letras y los resultados. Así pues va a encandilar a quien persiga la tradición que pone un pie en Tequila y otro en la nueva ola madrileña de grandes estadios –Nacha Pop o los Secretos–, que continúa con Hombres G, que hace una finta y pasa a La Guardia o La Granja, y que va concluyendo en Cooper. Una línea desde luego no homogénea, pero sí con cierto hilo de conexión: las guitarras y las melodías son claras y las emociones se abren con naturalidad.
Ya digo que es un disco irregular, pero los errores –alguna letra con ripios o claramente infantil– no ensucian la presencia de canciones perfectamente recortadas. ‘El hombre invisible’, por ejemplo, es la segunda canción, coge velocidad de crucero, flota en el estribillo y concluye con la sensación de que han sido tres minutos bien aprovechados. Así que superan por algunas cabezas la media de los grupos de su estilo.
Y a partir de aquí engrasan a la perfección, ‘El verano del amor’ o ‘No es para tanto’ pueden recordar a Airbag, más urgentes, más explosión de cohetes. Y ‘Amor sin techo’ al calcar los juegos de guitarras del ‘Teenage kicks’, tras el redoble inicial, y añadirle una letra por lo menos curiosa consiguen ese punto de frescura, de energía que supera lo estático, en ocasiones, del género. Incluso la canción en inglés, ‘Learning to live’, apura al máximo la conciencia nuevaolera.
Más que la sensación que produce el disco en sí, no del todo ajustado, lo que enamora de él son las expectativas. Si Pelayo Fernández, el gallego que está al frente del trío, sabe pulir bien las virtudes que apunta, tenemos grupo, canciones y electricidad para un buen rato.
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