«Esculpe buenas canciones de rock con marchamo clásico, con textos poéticos y reflexivos que deambulan por la cotidianidad de los bares, las aceras, los estantes de Mercadona y los pisos amueblados en Ikea»
Rulo y la Contrabanda
«Especies en extinción»
DRO/WARNER
Texto: JUAN PUCHADES.
Currante. Ese es el adjetivo primero que me viene a la cabeza para definir a Rulo. Raúl Gutiérrez es un currante del rock, no cambiará el mundo, no está llamado a revolucionar el rock español, pero probablemente no lo pretenda, con sacar adelante en forma de canción las historias que le rondan por las tripas ya tiene bastante. Y como buen currante, tiene oficio (a estas alturas nadie se lo puede negar), es aplicado en su trabajo y esculpe buenas canciones de rock con marchamo clásico, con textos poéticos y reflexivos que deambulan por la cotidianidad de los bares, las aceras, los estantes de Mercadona y los pisos amueblados en Ikea. Además, los remata con excelentes e imaginativas melodías. Vamos, un currante que sabe lo que se lleva entre manos.
Su voz, para mí, es el mayor obstáculo: la encuentro demasiado plana y falta de capacidad de enganche, así que me cuesta conectar. Sin embargo, y esto es lo mejor, no tardas en olvidarte de ella y quedar atrapado por canciones de este segundo disco en estudio como ‘Al infinito’, ‘Divididos’ (¿quién pedía temas con versos comprometidos? «Lo feo es cuando hablan los presidentes / convencidos de que engañan a su gente’), la fantástica ‘El prota’ («No iremos a Las Vegas, ni al bar de la esquina, / nunca se mezclarán nuestras mierdas de vidas. / Yo nunca seré el prota en tu noche de bodas, / solo seré el idiota al que cuando te cruzas dices hola»), ‘La flor’ (que trae recuerdos de los mejores Asfalto/Topo), ‘Buscando el mar’, el rock and roll de ‘El mejor veneno’ (con estribillo-himno para adictos al ibuprofeno, como yo mismo: «Noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno»), ‘Amor en vena’ (o la exaltación de la normalidad: «Soy mucho menos de lo que sueñas, / pero a mi lado tendrás verbenas, / ningún palacio, alguna estrella / y tu ración de amor en vena») y, por supuesto, el cierre glorioso de ‘El vals del adiós’, de pulsación mexicana y con Bunbury echando una mano en la voz, creyéndosela y haciendo suya la canción.
Hay que reconocer que sí, que Rulo escribe canciones con garra (adherentes en muchos casos), y al final quedas atrapado por el disco, escuchándolo una tarde entera como si tal cosa, por aquello de que, sin que te des cuenta, te pone de muy buen ánimo. Y eso, para uno que se aburre mucho con tanta novedad insustancial como tiene que escuchar, es muchísimo. Si te gusta el rock español y las canciones directas de subidón y conexión inmediata, este es tu disco.
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