«Melancolía, melancolía y más melancolía. Bendita melancolía. Así es esta Rosa Negra que, además, cuenta con ese valor en alza que es la sedosa voz de Jonás»
Rosa Negra
«Fado mutante»
IPLAY/KARONTE
Texto: GERNOT DUDDA.
Como esas novelas que se escriben solas y en las que el escritor solo puede mantener a duras penas un “tempo” prudente para su pluma, así son las canciones de esta maravillosa aventura portuguesa que nació hace cinco años con aquel primer disco de raíces mozárabes que fue “Fado latino”.
Primero desde su propia carta de autoafirmación personal en torno a una sonoridad que garantizaba una “latinidad atlántica” y una modernidad manifiesta a su idea de renovación del fado, que sin darle la espalda a la tradición pasaba más por los sonidos del mundo que por la ortodoxia de las recónditas tabernas lisboetas. O desde el propio título de “Fado mutante”, aquí, tan respetuoso como transgresor en cuanto levanta el vuelo por encima de ese gran rubycon de la saudade lusitana.
Melancolía, melancolía y más melancolía. Bendita melancolía. Así es esta Rosa Negra que, además, cuenta con ese valor en alza que es la sedosa voz de Jonás, que sin ballena alguna y por dar algún detalle más característico de su tersura vocal puede lindar al norte con ese bardo gaélico de Afro Celt Sound System que es Iarla O Lionáird y con el este con el gran laudista armenio Haig Yazdjian, que son palabras mayores los dos. Comprueben y verán. Para el Sur y el Oeste ya está él mismo, Jonás.
Y por hacerlo más directo a la epidermis, quiero proponer una escucha con una secuenciación diferente que empiece destensando músculos con ‘Fado de avesso’, siga por ese ‘Fado mutante’ de “lua emigrante y tempo liberto”, atraviese impunemente el corazón con la bohemia fadista de ‘N’um dôci abraçu’, campe libremente por ‘No sitio do coração’, encienda la ‘Luz do meu despertar’ y culmine ‘Entre sombras do passado’.
Huelga decir que, como pasa también en los discos de Rodrigo Leão, siempre hay un genio detrás y éste es Rui Filipe, que compone y toca casi todo. Y huelga decir que todo lo que suena, que no es poco entre piano, teclados, acordeón, guitarras españolas y portuguesas, programaciones, violines, violonchelos y clarinetes, queda fielmente al servicio de la causa “mutante”.
Y no pasa nada si faltan guitarras eléctricas. En cuanto Thom Yorke se entere, mandará aterrizar sin demora a sus Radiohead sobre estas canciones tremendamente emocionales para tratar de darlas esa sinfonía que no necesitan.
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