«Una vez más, Pink Martini lo borda. Y abriendo una vía muy interesante en ellos que aúna la investigación del repertorio a su probada maestría en la performance”
Pink Martini & Saori Yuki
«1969»
NAÏVE
Texto: GERNOT DUDDA.
Condenados a entenderse por siempre y desde siempre, no fue hasta que el líder de Pink Martini, Thomas Lauderdale, encontró un viejo vinilo de la japonesa en una tienda de segunda mano de su propia ciudad que empezó una de las relaciones más fecundas que se podían dar en este momento en el terreno del easy listening.
De ella acabamos de conocer que fue una de las más exquisitas cantantes de culto de Japón en los años sesenta. De ellos ya sabíamos que son los mejores exponentes contemporáneos del “no-hay-complejos-de-tiempo-ni-espacio-para-la-musique-de-qualité”. Y conociendo a la multirracial banda de Portland (Oregón) esto es sinónimo de sofisticadas orquestaciones, arreglos exquisitos, generosidad en el tipo y número de instrumentos usados, coros suntuosos y cuidados matices en todas las interpretaciones, ya sean vocales o instrumentales. Y con el simple ánimo –que no es poco– de restaurar el quehacer artesanal y vocacional que tenía la música popular de tres o cuatro décadas para atrás. Sí, popular (aunque ahora cueste entenderlo). ¿Que suena retro? Bueno, no hay ahora nada más moderno que lo retro. Y bendito sea.
Como 1969 fue el año en que se publicó el primer disco de la Yuki, el punto de partida fue adaptar y grabar canciones de su repertorio en aquel entonces. Pero en algún momento debieron de ponerse juguetones y ampliaron la selección a otras que, aún ajenas a ella, bien pudieron haber pasado en su momento por su dulce y melodiosa voz. Por ejemplo, el ‘Más que nada’ de Jorge Ben, cantado en japonés con esa candidez que tienen los nipones cuando se ponen miméticos con el repertorio de latitudes más tropicales (¿a que ninguno de nosotros sabíamos que ese año ya hubo una versión en japonés a cargo de Astrud Gilberto?). O el ‘Is that all there is’ de Leiber & Stoller, que en su momento cantó la gran Peggy Lee. O el ‘Du soleil plein les yeux’ de Francis Lai, cuyo estribillo se hacía tan difícil de clavar emocionalmente por su gran complejidad de matices (¡m-a-r-a-v-i-ll-o-s-o!). Como bellísima es también esa ‘Midnight bossa nova’, tan jalonada de vibráfono, violines y pa-ra-pa-pás.
Una vez más, Pink Martini lo borda. Y abriendo una vía muy interesante en ellos que aúna la investigación del repertorio a su probada maestría en la “performance”. Chapeau!
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