«Un álbum honesto que nos devuelve a los orígenes de la rumba catalana de la mano de uno los pilares que la sostienen, la engrandecen y ennoblecen»
Peret Reyes
«Cop de taula»
TALLER DE MÚSICS
Texto: JUAN PUCHADES.
Peret Reyes es el más joven de los rumberos mayores (hermano de Ramonet, estuvo con los primeros Amaya y fue mano derecha durante décadas de Peret), tal vez por ello se siente obligado a aproximarse a la rumba catalana libre de aditamentos, como quien sabe que hay que dejar testimonio del clasicismo del género para que no se pierda y se pueda comprender de dónde viene. Y eso que él probó, junto a Peret y como integrante del dúo Chipén, fusiones y transfusiones de todo tipo, pero desde que se puso al frente de Papawa (con los que grabó dos discos esenciales, de lo mejor que ha dado la calle de la Cera de Barcelona en el nuevo siglo) decidió rebuscar en las esencias del tradicionalismo. Ahora, acabado el proyecto grupal, publica su segundo disco en solitario (aunque hubo uno en 1996, firmado como Juan Madera, en el que también caminaba solo), en el que ha optado por cantar en catalán, su idioma natural.
El título del disco, «Cop de taula» (golpe de mesa), hace referencia a esa técnica gitana, también flamenca, en la que se elabora percusión golpeando una mesa de madera con las manos y que Peret Reyes recuperó en el arranque de Papawa. Instrumento que en la grabación se integra perfectamente entre guitarras ventiladoras, bajo y voces, nada más. Eso es todo lo que necesita esta leyenda de la rumba catalana, de amable y cálida voz, para facturar música contagiosa con la que inevitablemente uno comienza a mover el cuerpo mientras la escucha y queda atrapado por temas como ‘Sense fum’ (sobre la prohibición de fumar en locales públicos), ‘La masia’ (y sus sueños rurales) e ‘Imagino’ (aquí los sueños más delirantes del músico, que no cesan). También se muestra sembrado en las versiones de ‘Virolai’ (un himno en Cataluña), la preciosa ‘Mentiders’, de Sicus Carbonell (Sabor de Gràcia) o, sorpresa, ‘La rambla», de Quimi Portet.
Una pena que el sonido en algunos momentos, seguramente por la mezcla, resulte demasiado sucio, confuso, resultado (suponemos) de la escasez de medios, pero no es impedimento para disfrutar de «Cop de taula». Como tampoco tendría que serlo el idioma, pues por encima de otras consideraciones queda un álbum honesto que nos devuelve a los orígenes de la rumba catalana de la mano de uno los pilares que la sostienen, la engrandecen y ennoblecen.
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