«Canciones que deambulan por ese territorio en el que el rock de ascendencia clásica se enreda con textos sugerentes, escritos con sentido, con la mirada limpia del buen observador»
Pablo Moro & Los Chicos Listos
«La vida solucionada»
BOOMERANG DISCOS
Texto: JUAN PUCHADES.
El título, supongo, tendrá mucho de ironía fruto del momento incierto, pues no parece que Pablo Moro, por edad (34), tenga la vida solucionada (de ser así, que nos cuente el secreto). Lo que sí tiene en este cuarto álbum, y como es habitual en él, es una buena colección de canciones: de aquellas que deambulan por ese territorio en el que el rock de ascendencia clásica se enreda con textos sugerentes, escritos con sentido, con la mirada limpia del buen observador y la mano firme del narrador que aprendió las enseñanzas de la escuela programática springsteeniana (la que plantea que te impliques con tu tiempo, entorno y realidad). Eso es todo. Lo de Moro no tiene trampa ni cartón. Pero es que no le hace falta mucho más. Bueno, sí, poner en pie las canciones con gusto, y eso también lo consigue: acompañado de su grupo y apoyado por una producción intensa y entregada (guitarras crujientes, teclados con presencia, vientos y coros femeninos de corazón soul), inspirada por la tradición rockera estadounidense (a la que solo se le puede reprochar el no haberle dado a la voz la necesaria potencia en algunos momentos). Ya está. Tan fácil y tan difícil.
Para abrir boca, Pablo y los suyos comienzan disparando ‘Empezar de cero’: un tema luminoso, con la voluntad de ponerte de buen ánimo con su ritmo contagioso. Luego llega la gran balada del disco, ‘La gente de mi tierra’ (que ha contado con un excelente videoclip), en la que retrata el paisanaje norteño, de su Oviedo natal: «Debe ser cierto lo que dicen / los carniceros y los hijos de los lobos de mar: / la gente de esta tierra siempre está triste / pero no sabe llorar». Un tema al que el violín contribuye a preñar de tristeza y neblina.
Moro se desenvuelve con extremada soltura en el rock –’El último día’ («Los héroes de mi generación / tienen el corazón de barro»), ‘Más profundo’ («¡Qué difícil la balanza!» / ¡Qué ironía la esperanza! / No se puede vivir cada día / como si fuera el fin del mundo»)–, pero también sabe orientarse hacia el pop –’El efecto placebo’, ‘Girando’, la estupenda ‘La galerna’–, surcar las aguas del soul –la excelsa ‘Mundos perfectos’, una gema– o cerrar con un medio tiempo tan descomunal como ‘Cuando bajes del avión’ (con un texto sensacional: «Mi historia no es tan diferente a las demás, / no soy exactamente quien pensé que era. / El truco está en disimular nuestra debilidad / y reciclar viejas ideas»). Pero «La vida solucionada» deja más temas de calado, como ese ‘Los reyes del río’, donde la mirada generacional que atraviesa todo el disco la emplea para volver la vista hacia sus mayores, a la generación de sus padres, buscando comprender: «Los héroes del río ya no están allí. / Igual que los demás mordieron el anzuelo / y son abuelos que se encuentran en los funerales. / Y siguen siendo aquellos chavales de la orilla / que aprendieron pronto a lanzar con estilo / y que la vida siempre está pendiente de un hilo».
Pablo Moro habría firmado un disco excepcional si se hubiera moderado, si tres temas los hubiera dejado en el cajón (o en un epé) y hubiera apostado por entregar solo una decena de canciones, las mejores, las imprescindibles. Así estaríamos ante un trabajo sin fisuras. Pero, ay, la costumbre de tratar de apurar la duración de los cedés es mala consejera, y un disco ha de dejar con ganas de más, en ningún momento tiene que dar la sensación de que hay material sobrante. Así, este álbum, al que uno en rigor podría puntuar con un nueve, por esos temas menos impactantes baja hasta siete. Una pena, pero, en todo caso, estamos ante una obra de calibre, con canciones inolvidables desde ya. Y eso no es poco.
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