«Rock anciano, reflexivo, melancólico pero con fuerza, un animal salvaje que decide continuar hincándole los colmillos al sustento de la vida»
Neil Young
“Psychedelic pill”
WARNER
Texto: JUANJO ORDÁS.
Neil Young ha hecho su propio camino, eso es indiscutible, como también lo es que continua abriendo su propia senda. La única norma aplicable al canadiense es que solo se guiará por lo que su corazón le dicte, de ahí que siempre se puedan encontrar en su discografía discos a rescatar que, con el paso de los años, han quedado perdidos por la incomprensión de sus seguidores. Sus oyentes –y los del rock en general– a veces no han tenido los reflejos necesarios para seguirle, incluso en los recientes años Neil se ha marcado movimientos desconcertantes como ese “Lenoise” o el reciente “Americana”, álbumes que con el tiempo acabarán siendo reivindicados, como ha ocurrido con tantos a lo largo de su trayectoria. Incluso su ritmo no deja de ser peculiar, publicando trabajos de forma continuada, lo que incluye el salto mortal de este 2012, editando dos discos seguidos en un intervalo de meses.
Teniendo en cuenta que “Americana” fue un polémico disco de versiones, podemos decir que “Psychedelic pill” es el gran lanzamiento de Young para el presente año, un disco de canciones nuevas y ni más ni menos que doble. Al margen de lo que se opine de los álbumes de esta índole en lo que a minutaje se refiere, lo cierto es que no limitarse a ninguna duración ha permitido a Neil trabajar las canciones en su justa medida. ¿Podrían haber sido algunas de ellas más concisas? Sí, pero no habrían podido expresar el mismo mensaje ni las mismas sensaciones: Una pieza redonda como ‘Walk like a giant’ habría sido capada sin esos tres minutos finales en los que Young y Crazy Horse realzan la trascendencia del título e incluso concluyen el discurso verbal de forma musical. La comodidad entre los músicos es pieza clave a la hora de conseguir piezas largas que no aburran, con Crazy Horse poniendo los cimientos sobre los que Neil construye sus canciones, un esfuerzo conjunto para el que la palabra jam session es inadecuada puesto que la sensación es la de que solista y banda saben hacia donde se dirigen pese a no tener claros ni ruta ni desvíos, lo cual añade excitación incluso cuando la canción llega a durar casi media hora, como es el caso de ‘Drift away’, que en ningún momento se hace pesada. Es ahí donde la musicalidad juega un papel importante, sin perder de vista la necesidad de entretenimiento inherente a la música. Se aprecia el pulso de Crazy Horse en cada pasaje, la imprevisibilidad de Young, también la relajación de viejos conocidos que intuyen el camino y lo alumbran pese a no conocerlo.
Pero al margen de la extensa duración (hora y media en nueve canciones) es importante comprender que el canadiense tiene sesenta y siete años, no va con prisa a ningún lado, se siente respaldado por su público y en “Psychedelic pill” se toma su tiempo para expresarse, para cantar unas letras que duelen, en las que reflexiona sobre el trascurso de la vida, sobre lo que ha conseguido hasta ahora como ser humano. Es un disco que se nutre de páginas amarillas, de muchachas que no han envejecido en su memoria (‘Psychedelic pill’), los lazos sentimentales que resisten al tiempo (‘Ramada Inn’) y del arte como medio de vida capaz de cambiarle a uno pero quizá no de cambiar el mundo (‘Walk like a giant’, ‘Twisted rock’). Porque esta nueva obra de Neil Young es rock anciano, reflexivo, melancólico pero con fuerza, un animal salvaje que decide continuar hincándole los colmillos al sustento de la vida, sin desesperación.
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