El disco del día: Luis Vil & La Mala Crianza

Autor:

«Luis Vil huye hacia adelante y entrega un cuarto disco en el que apenas hay concesiones al lado amable de las cosas»

Luis Vil & La Mala Crianza
«Prototipo»
LUIS VIL RECORDS


Texto: JOSEMI VALLE.


Luis Vil huye hacia adelante y entrega un cuarto disco en el que apenas hay concesiones al lado amable de las cosas. Los habituales receptores de sus descarnadas ficciones sonoras saben que enfrentarse a un disco de Luis Vil equivale al mal cuerpo que te deja la lectura de unos cuantos aforismos de Cioran, al aroma inquietante de las flores del mal si te das un paseo por Baudelarie, a la sugerencia de las narrativas que emplean collages visuales, al desprejuicio sonoro del rock bastardo pero muy eléctrico. En sus canciones hay malditismo, malestar misántropo, contaminación ambiental del tedio y lo anodino,  desmantelamiento de las ortodoxias,  paisajes de la degradación humana. En «Prototipo» Luis Vil da un paso al frente de lo explícito, endurece el sonido, lo carga de fuzz, elude las melodías más gratas y acogedoras que en discos anteriores se alzaban como contrapunto a su beligerancia, las guitarras cada vez aumentan su irascibilidad y rudeza, todo guarda una densidad sonora y pasional que no conoce reposo.

Hay actitud post punk para canalizar tanta detonación (‘Kalasnikov’), una pieza con la melodía más diáfana que establece una relación umbilical con sus trabajos anteriores y que ilustra el deseo de desintegrar los mecanismos de la alienación (‘Estereotipos’), un manifiesto rockero y peleón que enumera las enraizadas fobias del autor  (‘No soporto’), el amor por la terapéutica creación (‘Energía’) pero una encarnizada repulsa a mercantilizar el arte (‘Del arte por el arte’),  una visita electrizante a la geografía que delata la deyección del género humano (‘Bangkok’),  la tensión irresoluble entre la vastedad del mundo y lo diminuto de nuestro cosmos cotidiano (‘Cosmopolita’, ‘Cerca y lejos’), la disolución de la identidad individual en favor de la tribu que favorecen las liturgias colectivas (‘Festival’),  el suicidio como cancelación del sufrimiento (‘Cuál es el fin’). Quizá la única concesión de Luis Vil al lado amable la testimonia en la canción ‘Generación beat’, cuando comprueba  la emergencia de vitalidad y ansias de vida tras experiencias episódicas en las que la salud y la mente han quedado maltrechas.

En reseñas de discos anteriores yo ya había vaticinado la corrosión que supone escuchar a Luis Vil. La densidad de peligro se ha elevado en esta nueva entrega. El francotirador mantiene lealtad inquebrantable a su apellido artístico.

Anterior entrega del disco del día: The Dodos.

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