«Los Planetas tenían en este álbum eso que tanto se echa de menos hoy en día en muchos otros aspectos de la realidad, no ya solo en nuestra escena pop: el relato»
Los Planetas
«Una semana en el motor de un autobús» (reedición quince aniversario)
OCTUBRE/RCA/SONY
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Prácticamente todo está dicho ya de «Una semana en el motor de un autobús» (1998). Así que no redundaremos en lo obvio. Si es que alguien lo necesita, tan solo recordar que fue el disco que marcó la mayoría de edad creativa para una generación (la del primigenio indie nacional) que solo llegó a alcanzar la fase adulta en casos muy selectos. Unos pocos lo lograron a finales de los noventa. Otros, tuvieron que llegar a ella reconvertidos en los dos mil, generalmente encarnando roles estéticos a los que la propia independencia en la que se criaron era refractaria.
Pero de lo que no cabe duda es de que Jota, Florent y compañía tenían en este álbum eso que tanto se echa de menos hoy en día en muchos otros aspectos de la realidad, no ya solo en nuestra escena pop: el relato. Y como casi todos los grandes relatos, el de «Una semana…» no obedecía a un plan establecido previamente, sino a los avatares de un proceso de grabación tormentoso, que a punto estuvo de dar al traste con la propia banda, tal y como queda documentado en el libro que Nando Cruz publicó hace un par de años. Y podríamos decir que la narración estaba perfectamente estructurada en bloques temáticos no intencionados, con su explosiva apertura, su turbulento nudo y su majestuoso desenlace. Un estupendo relato de adicciones y desengaño vital. Y si el desengaño corría parejo a los avatares vitales de quienes entonces transitaban (transitábamos) entre los 25 y los 35 años, poco más hay que añadir: el “seremos cientos por cada uno de los vuestros” no es hoy en día más que un tierno «wishful thinking», que dirían los anglosajones. Un mero placebo más propio del sarpullido juvenil que de una seria evaluación del estado de las cosas. Porque este disco trata, entre muchos otros asuntos, de cómo abandonar la postadolescencia para encarar una presunta madurez. De la distancia que muchas veces separa los ideales de la cruda realidad. Y nadie dijo que ese tránsito fuera fácil, obviamente.
Todas estas premisas no dejan de ser válidas ni pierden su razón de ser a la hora de volver a calibrar su contenido pasados tres lustros, pese a que la conmemoración de sus quince años de existencia no tuviese precisamente el brillo de las grandes ocasiones: la actuación de los granadinos en el Primavera Sound (mejores comentarios nos llegan de su puesta en escena una semana después en el Optimus de Oporto) exudó cierta desgana, y solo remontó el vuelo en su tramo final.
Esta reedición ofrece el álbum completo y un segundo disco con las consabidas tomas alternativas del grueso de su contenido. Así, podemos escuchar una versión algo menos briosa y con sonido más enmadejado de ‘Desaparecer’, una ‘La Playa’ que muestra algo más de fidelidad a la finalmente incluida (con ese solo de guitarra aún deshilachado), una ‘Un mundo de gente incompleta’ que se aleja muy poco de su versión final, una ‘Montañas de basura’ más bien deshuesada y una ‘Toxicosmos’ tan emocionante como la definitiva, pese a su rebaja de aparataje eléctrico. Curiosamente, es la austera pero conmovedora ‘Línea 1’ la única que aquí tiende a revestirse, ganando cuerpo pero perdiendo cercanía. La estupenda ‘Algunos amigos’ es la única cara B incluida, en una toma muy similar a la que apareció en el reverso del single ‘Segundo premio’.
La reedición, más allá del valor intrínseco como recordatorio de uno de los álbumes más importantes de nuestro pop, resulta obviamente recomendable para los muy completistas o para quienes aún permanezcan ajenos a la fe planetaria y tengan un temperamento que albergue visos de recuperación.
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