«Cada vez más libre de toxinas y de contaminaciones cruzadas. Quizá ya mucho más irreversiblemente cerca del folk, entendido en el sentido más amplio posible, que del pop. Sin nada ya que demostrar»
Julio Bustamante
«Viento desatado»
COMBOI
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Julio Bustamante ya disfruta sobradamente de las recompensas del corredor de largo recorrido: a estas alturas no incrementará el saldo de su cuenta corriente, pero sí podrá presumir de haber recibido no solo el homenaje y la estima de quienes, coetáneos suyos, tuvieron el privilegio de atisbar una nueva forma de entender el pop desde el crisol de una mediterraneidad muy arraigada en Valencia (el histórico «Cambrers», de 1981, que lo tenía todo para haber sido un álbum merecidamente seminal), sino también el de toda una pléyade de jóvenes bandas, desde casi todo el arco mediterráneo, que tuvieron acceso a su obra cuando él ya era un veterano músico de culto. Los catalanes Fred i Son promovieron un concierto-tributo en su nombre en Barcelona hace algo más de un año, con Anímic, Doble Pletina, Dotore, Cuchillo o Joan Colomo en su nómina. Solo medio año más tarde, su Valencia natal le rendía también honores, a través de las versiones de Néstor Mir, Manolo Tarancón, Senior, Los Radiadores o los este año exultantes Tórtel (también presentes en Barcelona). No es casualidad que el combo de Jorge Pérez fuera el único presente en ambas fiestas: su otro proyecto activo, Maderita, tuvo en el propio Bustamante (con el contagio de su filosofía vital y creativa que ello comporta) a uno de sus puntales para sostener el excepcional «Vivir para creer» (2010), el principal punto de engarce entre el compositor valenciano y las nuevas generaciones.
Seguramente sea esa dispersión, embarcado en loores de selectas (y muy versadas) minorías y en enriquecedores proyectos con los que retroalimentar nuevas y viejas savias, la principal culpable de que hayan pasado más de cuatro años desde su última entrega. Un lapso más que justificado, porque, tal y como canta en las primeras líneas de ‘Aviones de papel’ (el vuelo: otra de sus sempiternas fijaciones), Bustamante se puede permitir estar más que de vuelta de todo (“Ahora que vuelvo a ver amanecer mi vida otra vez, no aguanto ya más tonterías ni caprichos, como ayer”). Musicalmente, se nota en «Viento desatado» la depuración de un estilo cada vez más desprovisto de hojarasca. Cada vez más libre de toxinas y de contaminaciones cruzadas. Quizá ya mucho más irreversiblemente cerca del folk, entendido en el sentido más amplio posible, que del pop. Sin nada ya que demostrar, y con el equipo habitual (de nuevo Carlos Carrasco a los controles y Montse Azorín a los coros) y las lógicas incorporaciones del tándem Cayo Bellveser/Xema Fuertes en un par de temas (Maderita, Josh Rouse) e incluso Mauri Mora en otro de ellos. Y, como en su caso, hay que seguir la máxima anglosajona de que la ausencia de novedades es equivalente a buenas noticias, porque ni defraudará a adeptos ni convertirá a escépticos. Así que lo mejor que uno puede hacer es dejarse llevar por los irreductibles ejercicios de estilo con eco brassensiano que son ‘Los caballos comen de pie’ o ese alegato anti matrimonial que es ‘Palabras pequeñas’. Por el lirismo y la delicadeza, con escaso parangón en su entorno, de esas preciosidades que son ‘Abril’, ‘Malvarrosa’ o ‘Viento desatado’. O por el hipnótico «tete a tete» con Soledad Vélez (la chilena afincada en Valencia, que ha sido una de las revelaciones del 2012) en ‘Tesoro’, guinda perfecta para otro disco ejemplar.
Sabiduría y pálpito joven: una ecuación infalible.
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