«La magia quedó congelada en un puñado de obras primerizas que hoy son asignatura obligatoria de Primero de Rock and Roll»
John Fogerty
«Wrote a song for everyone»
VANGUARD RECORDS/UNIVERSAL
Texto: JULIO VALDEÓN BLANCO.
Nadie, ni siquiera los seres más alelados, descubrirá a estas alturas los poderes de John Fogerty. Lo que firmó entre finales de los sesenta y principios de los setenta a bordo de ese cometa llamado Creedence Clearwater Revival pertenece al patrimonio del mejor rock and roll. Su revisión de las pautas del género, su crudeza con causa, su amor por el r&b y el rockabilly, su voz de arena y su monumentales canciones cristalizaron en un sprint creativo emocionante. Decir que influyó a Springsteen, Steve Earle o Lucinda Williams roza la obviedad más grotesca de puro evidente. Recordar que incluso diez años después del final de la Creedence, en lugares tan extravagantes como España, había quien todavía juzgaba su música como simple o, ay, cutre, explica ciertas derivas musicales tan nuestras, ese amor por el rock sinfónico que tanto hizo por martirizarnos o la eterna cerrazón patria ante los sonidos de la América negra. Basta saber de la poca atención que concitan los artículos dedicados al Planeta Soul en EFE EME para entender que todavía arrastramos las consecuencias. Nada de esto, claro, es achacable al bueno de John. Bastante hizo con mantener durante cinco años un pulso compositivo solo al alcance de gigantes, consagrado a cocinar en marmita eléctrica los sueños, turbulencias y grandezas de un país, el suyo, entonces efervescente.
Tampoco exagero si afirmo que pasados aquellos fogosos años su carrera ha sido bastante discreta. Consumido por los pleitos, apenas tuvo tiempo para entregar algunos discos, incluso algunos buenos discos, pero siempre lejos de la genialidad derrochada en canciones como ‘Who’ll stop the rain’, ‘Fortunate son’, ‘Bad moon rising’ o ‘Born of the Bayou’. De alguna forma, la fuente se secó, el manantial cerró sus fauces y la magia quedó congelada en un puñado de obras primerizas que hoy son asignatura obligatoria de Primero de Rock and Roll.
A reencontrarse con esos temas, revivir el esplendor en la hierba y recuperar alguna joya posterior se dedica ahora en «Wrote a song for everyone». Los resultados, entre el notable raspado y la medianía. No, no estamos ante otro Rod Stewart empeñado en dilapidar su brillante currículum con discos penosos, pero tampoco la cercanía de luminarias como My Morning Jacket, fervorosos discípulos como Foo Fighters o amigos tipo Bob Seeger borra el recuerdo de unos originales fulminantes. Y lo de acudir a nulidades como Kid Rock o juntar a Jennifer Hudson con un maestro del calibre de Allen Toussaint roza el insulto, la parodia involuntaria, la pura y lironda necedad. Igualito, ejem, que cuando los Heartbreakers de Tom Petty respaldaron a Johnny Cash o Buddy Miller a Solomon Burke.
En definitiva, una monada sin chicha, prescindible camelo que aparta al mito de esa anhelada recuperación mil veces entrevista y nunca confirmada. ¿Será posible que nadie, un Elvis Costello, un Joe Henry, un Nick Lowe, un Steven Van Zandt o unos Black Lips acuda al rescate y estemos condenados a encadenar bostezos tratándose de su majestad Fogerty?
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