«Se reafirma como un esteta que no se conforma con destilar apergaminados ejercicios de estilo sin alma, refinados pero huecos»
Jens Lekman
«I know what love isn’t»
SERVICE/SECRETLY CANADIAN
Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Puede que el tercer largo (compilaciones aparte) de Jens Lekman no tenga ningún tema con la pegada instantánea de ‘You are the light’ (el cegador estallido soul pop de «When I said I wanted to be your dog», 2004) o ‘The opposite of hallelujah’ (el arrebato con pulso Motown de «Night falls over Kortedala», 2007). Puede ser, pero ese es un factor que no impide que podamos considerar que con este álbum alcanza, hasta ahora, su particular pico creativo. Porque este «I know what love isn’t» (título revelador donde los haya) es un «grower» en toda regla. Un trabajo de esos que van calando poco a poco, cual gota malaya. Más cohesionado, sólido y líricamente punzante que cualquiera de sus ya notables predecesores.
Si hasta ahora el sueco había puesto siempre sobre la mesa unas cartas cuyos mejores palos remitían a la sardónica retranca de Stephin Merritt (Magnetic Fields), la deshuesada candidez de Jonathan Richman o incluso a la estilizada y algo autoconmiserativa revisión de argumentos sixties de Morrissey, es de justicia proclamar a los cuatro vientos que nunca como en estas diez canciones había abierto tanto la gama de referentes. Nunca se había acercado tanto a Prefab Sprout como lo hace en ‘Erica America’. Ni a Roddy Frame como en ‘Some dandruff on your shoulder’. Ni al soft rock como en ‘Become someone else’s’. Nunca había sonado tan sincero, tan descarnadamente frágil y dolorosamente humano como en esta gloriosa terapia del desamor, felizmente (por decisión propia) alejada del tan recurrente espíritu agonizante, porque en su credo el batacazo emocional siempre conduce a una esperanzadora explosión de belleza. Nunca tan convincente desde el punto de vista instrumental, con un arsenal de ornamentos y arreglos que, aparte de llevar impresos ese reivindicable y ya mentado sello soft que desde los setenta permeó también a los ochenta (y que comparte cierta sintonía con los últimos requiebros de Destroyer, Iron & Wine e incluso Bon Iver), le reafirman como un esteta que no se conforma con destilar apergaminados ejercicios de estilo sin alma, refinados pero huecos. Déjense llevar, para empezar –y en el imperdonable caso de que aún no hayan escuchado nada– por la mayúscula canción río que es ‘The world moves on’. Háganse el favor. Se lo agradecerán siempre.
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