«Versionar las canciones de su vida es un capricho que el madrileño se permite con frecuencia desde que inició su carrera en solitario a finales de los ochenta. Pero, ¡qué versiones!»
Javier Corcobado
“Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad”
PRODUCCIONES DISONANTES/PIAS
Texto: EDUARDO TÉBAR.
Este es el álbum que muchos le llevan pidiendo a Corcobado desde hace veinte años. También tenía ganas Javier, sobradamente autoconvencido de sus dotes como intérprete. Versionar las canciones de su vida es un capricho que el madrileño se permite con frecuencia desde que inició su carrera en solitario a finales de los ochenta. Pero, ¡qué versiones! Desde luego, un repertorio tan selecto como desconcertante en un rockero afilado en el arte del ruido navajero.
En realidad, todos los frentes abiertos en “Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad” se amparan en probaturas anteriores. Aparte de los dos trabajos de boleros, Corcobado ya lo intentó con Gainsbourg –y resultaba enigmático un ‘Poupée de cire, une poupée de son’ con voz masculina–, las balsas melancólicas de Brasil –ese ‘Negue’ con el referente sedativo de Maria Bethânia– y Raphael –ahora atenuado por el filtro de Manuel Alejandro en ‘Te estoy queriendo tanto’–. Es más, en el último lustro le hemos escuchado en directo adaptando a la Velvet Underground y a los Stooges, por lo que no choca tanto el cierre electrizante y distorsionado del disco en una revisión del ‘Losing touch with my mind’ de Spacemen 3. Un broche empapado de guitarra-tormenta que devuelve a Corcobado a los espacios sonoros en los que de verdad marca la diferencia en el rock hispano.
Antes, una colección de temas exquisitos. Estándares de mediados del siglo XX que Corcobado respeta en planteamiento e idioma. Poniéndose traje de crooner para recrear a un Sinatra del subsuelo en ‘The world we knew’ o para evocar a Astrud Gilberto en la vaporosa ‘The shadow of your smile’. Destacan las relecturas de ‘Le poinçonneur des lilas’ –imponente arquitectura pop de Gainsbourg–, ‘Coração vagabundo’ –magistral el contrapunto vocal de Mariona Aupí a la manera de Gal Costa– y ‘Carioca’ –una latinidad, vía Fred Astaire, insólita en la obra del vallecano–. Por su puesto, los versos de Agustín Lara en ‘Noche de ronda’ se ajustan como un guante al canon emocional de Corcobado. Y sí, era previsible: algunos pasajes se enmarañan en estridencias y asonancias de guitarras y saxo alto (¡como en los tiempos de Mar Otra Vez!), aunque, ojo, manteniendo el equilibrio. Más resultona la dicción en francés y en portugués que en inglés.
Corcobado estimula cuando canta la discoteca de su cabeza. Pero el suyo es un universo muy sembrado de intensidades propias e intransferibles. Por eso, uno se queda esperando a que firme su próximo cancionero.
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Anterior disco del día: Vivian Girls.
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