«En un imposible punto intermedio entre Johnny Cash, Nick Cave, The Byrds y la música mediterránea, trazan un elenco de canciones casi insuperables en cuanto a lírica y expresividad»
Grupo Salvaje
«III»
ACUARELA DISCOS
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
No ha sido fácil. Han tenido que pasar siete años para volver a tener noticias de uno de los grupos más interesantes que había dado la música nacional en la última década. Cierto es que entre su debut con «In black we trust» en 2003 y su segundo trabajo, «Aquí hay dragones», también pasaron la friolera de tres años, pero su actual larga ausencia nos hacía pensar en un final de la banda. Por fortuna no ha sido así. Ernesto González vuelve al frente de un proyecto con muchos visos de personal y la producción de Fino “Enemigos” Oyonarte para firmar la que probablemente sea su mejor obra hasta el momento.
Con esa explosiva mezcla que los sitúa en un imposible punto intermedio entre Johnny Cash, Nick Cave, The Byrds y la música mediterránea, trazan un elenco de canciones casi insuperables en cuanto a lírica y expresividad. Llenando sus textos de pasajes totalmente literarios son capaces de deambular con soltura tanto por el folk-rock como por el rock garajero, flirteando con el blues o tonteando con el soul. Lo hacen con soltura, desnudando de significado a los que aún los acusan de banda indie. Como si fueran los encargados de componer la banda sonora de una película de ese Sam Peckinpah del que toman prestado el nombre, como músicos a sueldo de Ennio Morricone con ínfulas de salirse de lo establecido. Pistoleros de melodías. Cuatreros de historias. Rock clásico a la vez que actual, mezclando con sabiduría temática patria (‘Vigilia de Pentecostés’) con iconos de culturas ajenas.
Aunque ahora les toca lo peor. Probablemente la inmerecida desatención. La neutralidad. Porque mucho me temo que con ellos, igual que como pasó con el «Santa Leone» de Pájaro, con el que tantas cosas tienen en común en cuanto a concepto, no pasará nada. Porque vivimos en un mundo de mediocres y ellos, para su desgracia, están muy por encima de eso. Cosas de la vida.
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