«Deja la estela de lo que realmente representa: un puñado de arrebatadoras canciones de pop retro»
Foxygen
«We are the 21st century ambassadors of peace & magic»
JAGJAGUWAR
Texto: CÉSAR PRIETO.
¿Qué diría el lector de un disco cuyos primeros acordes fuesen el ‘Hello goodbye’, unas trompetas leves sean las del ‘Penny Lane’ y al acabar una canción parece que vaya a entrar de golpe el ‘Sgt. Peppers’? Pues que se trata de la enésima recopilación de los Beatles. Y se equivocaría de medio a medio, porque no son más que tres fragmentos de una misma canción, ‘In the darkness’, la que abre este disco de título largo y mesiánico del grupo de California, que coincide en el tiempo con la redición de su anterior y primer elepé y que sirve para dar un paso adelante con estructuras más convencionales.
No nos engañemos, los parámetros son exactamente los mismos, captar el espíritu de la psicodelia y géneros afines de los sesenta y los setenta y explotar fragmentos sobradamente conocidos de canciones con esas texturas. Ya no tiene el mismo sentido, desde luego, ya no hay mentes que abrir ni viajes que mostrar ni van a apoyar ninguna revolución y todo el pop –entendido a la forma clásica– ya no es más que cliché, pero Foxygen demuestra maestría y construyen muy atractivas canciones, de esas que emociona seguir oyendo. Así que como suplemento especial, podrán rellenar el pasatiempo “Busca otra canción que se parezca”.
‘On blue mountain’, por ejemplo, es puro Lennon del ‘Jealous guy’, esos ritmos marcados y ensoñadores; rock and roll en su esencia más íntima, y de golpe aparecen unos fraseos del ‘Suspicious mind’; la andadura de la increíblemente evocadora ‘San Francisco’ viene del McCartney más naïf y si ‘Oh No 2’ no es hermana de ‘Stramberry fields forever’, me pueden dar tormento.
No todo se centra en Liverpool, hay dos coordenadas más: ‘No destruction’, sin acoger ninguna canción en especial suena a un Dylan a la manera de ‘I want you’ o de ‘It’s all over now, baby blue’. Y sobre todo el glam, con el método fino y arty de Steve Harley en ‘Oh yeah’ y al modo macarra en la que da título al conjunto. Ésta última, directa y enérgica es, pese a su crudeza, la mejor resuelta, música de autos de choque que parece lo más pandillero de Marc Bolan o haber pasado por las manos de Sweet o Slade. Guitarras aceleradas y arañazos en la voz, eso es.
Tras concluir, la impresión, extraña durante la escucha, es inestable: un buen disco, lleno de logros artesanos, demasiado mimético, heterogéneo; pero deja la estela de lo que realmente representa: un puñado de arrebatadoras canciones de pop retro.
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