«Un disco para las horas calmas del día, para el recogimiento, para aislarse y reconfortarse en la belleza que lo envuelve»
Cristina Lliso
«Si alguna vez»
GASA/WARNER
Texto: JUAN PUCHADES.
Esclarecidos, en la oleada musical de los primeros años ochenta, fueron una rareza. Un grupo de sonido y estética elegante (profundamente «cool» podríamos añadir si quisiéramos caer en el anglicismo más descriptivo), que se alejaba de las corrientes principales para chapotear en una musicalidad singular, situándose en un espacio equidistante entre el pop y el jazz, pero sin ser una cosa ni otra, sino todo lo contrario: Esclarecidos eran Esclarecidos, y ya. Una formación sinuosa y minoritaria que dejó tras de sí una discografía escasa pero exquisita, de lo mejor de los grupos del periodo.
Pero Esclarecidos acabó y su vocalista, tras una experiencia electrónica junto a Suso Saiz, se retiró, se alejó de los escenarios y de las grabaciones. Catorce años de ausencia han transcurrido hasta este «Si alguna vez» que nos devuelve la voz majestuosa de Cristina Lliso, ahora más tranquila, más reposada, más sabia, con la que enfrentar un repertorio en el que por primera vez se ha animado a escribir sus propias letras y que nos hace deambular por paisajes serenos en los que descubrimos que la vida (la suya seguramente, pero puede ser la de cualquiera) ha dejado huella, ha quedado marcada por el tiempo. Pero lejos de la tristeza, el resentimiento o el abandono con el que algunos enfrentan el reloj y los inevitables traspiés vitales, Lliso es como que despliega un manto de quietud, de alegría y de esperanza, el de quien ha comprendido que lo que perdemos es también lo que ganamos, que las grandes cosas son en realidad las pequeñas, que los tesoros no permanecen ocultos, sino bien próximos y a la vista.
Con una sobria producción del siempre certero Suso Saiz, «Si alguna vez» es un disco para las horas calmas del día, para el recogimiento, para aislarse y reconfortarse en la belleza que lo envuelve. Como sucede con las mejores creaciones artísticas, las que más profundamente nos tocan, uno sabe que volverá a él, que antes o después apetecerá deleitarse de nuevo con canciones tan hermosas, tan sutiles, tan epidérmicas, como ‘Hola amor’, ‘No viajas sola’, ‘Árboles’, ‘Mirar la Luna’, ‘Otro día’ o ‘Viernes’. Canciones que son como un cálido refugio ante los horrendos desastres con los que el mundo exterior nos fustiga todos los días.
Tras su escucha, solo da un poco de rabia el pensar en todos esos discos que Cristina podría haber grabado en estos años de ausencia y que nos ha escamoteado. En todas las canciones que nunca escucharemos porque nunca existieron.
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