«Termonuclear’ entronca con el espléndido ‘Sueños’ (2004). Nadie discute que Coque borda los rocanroles de escuela stoniana. Aunque se echaba en falta la profusión en su faceta más introspectiva, evanescente y literaria»
Coque Malla
“Termonuclear”
WARNER
Texto: EDUARDO TÉBAR.
Es un clásico en los músicos: la catarsis, vomitar la toxicidad derivada de una ruptura sentimental en forma de canciones. Coque Malla se somete a la purga en “Termonuclear”, cuarto álbum de su carrera en solitario. Resultado, según el propio autor, del mejor año de su vida. ¿Contradicción? Por lo visto, a Coque le van las emociones fuertes. Y le inspiran: cuesta encontrar una favorita clara entre estas nueve composiciones, todas destinadas consolidarse en su repertorio futuro.
“Termonuclear” entronca con el espléndido “Sueños” (2004). Nadie discute que Coque borda los rocanroles de escuela stoniana. Aunque se echaba en falta la profusión en su faceta más introspectiva, evanescente y literaria, como bien demostró en aquel trabajo notable a mediados de la década pasada. Pop de diván. Confesiones subrayadas con sonido de cámara. Y la poesía con tejido de encaje: pesan, y mucho, los conciertos a la vera de Benjamín Prado. El eterno adolescente de Los Ronaldos no se corta en declamaciones medidas y sazonadas por estribillos rotundos. ‘La carta’, por ejemplo, recuerda aquellos ejercicios estéticos de estira y encoge que ambos pasearon por los escenarios en 2010. La sinceridad del hombre dolido se enternece en melodías que pellizcan altos vuelos. Coque relativiza el drama con un mantra de música ensoñadora y la dulzura inevitable que imprime en todo lo que canta. Porque, sí, hay revelaciones sangrantes: “No hacía falta la mala educación. Decir adiós hubiese bastado. Has arreglado mal lo que no estaba estropeado. Me has disparado a la cabeza, pero yo soy inmortal. No es a mí a quien apuntabas. Dime, a quién quieres matar”.
Coque Malla, que se defiende con la guitarra acústica, vuelve a ampararse en el monumental instrumentista argentino Nico Nieto –aquí toca la guitarra eléctrica y el bajo–, aliado también en la producción. Recupera al Ronaldo Ricardo Moreno en la batería y amplía profundidad de campo con una sección de cuerdas, trompa, fiscornio y trompeta, ingredientes fundamentales en los crescendos sensitivos. ‘Una moneda’ es el tema de dos minutos más logrado del rock español en la última era. ‘Termonuclear’ lleva la impronta de la colaboración de Iván Ferreiro. ‘Puede ser’ resumen la conjunción lírica y armónica del disco.
Un lanzamiento solo concebible en la garganta y en el cerebro de un tipo como Coque. Palabras mayores.
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