«Lo queremos ver como el gran redentor del soul y del funk, y el tiempo nos dirá si esto es posible»
Cody Chesnutt
«Landing on a hundred»
REDEYE/EVERLASTING
Texto: GERNOT DUDDA.
Probablemente diez años sea mucho tiempo para un segundo trabajo, pero igual es que es ya un plazo muy correcto a estas alturas para que ciertas calidades no mermen (lejos, muy lejos quedan ya los tiempos en que aquellos Led Zeppelin, Beatles, etc. se hacían grandísimos discos en apenas seis meses, y sin despeinarse).
También hay que conocer al personaje para saber lo que echarle de comer: Cody Chesnutt pertenece a esa categoría de chalados brillantes que ha tenido la música (Sun Ra, Lee “Scratch” Perry, ¿Todd Rundgren?), aunque por supuesto en un nivel inferior (poca producción todavía para juzgarle tan arriba). Y esta gente iluminada, tan poseída de un don especial, cuando acierta con algo, vaya si acierta.
Pues es justamente ahí, en el “haber” y no en el “debe” –esto no tiene nada que ver con su disperso y poco conciso trabajo de presentación de hace una década, “The headphone masterpiece”– donde podemos situar este “Landing on a hundred”. Se puede resumir diciendo que se ha sacado con nota la lección de religión y que se sabe al dedillo –y lo demuestra– las Santas Escrituras de Curtis Mayfield, Stevie Wonder y Marvin Gaye (diría que por este orden, aunque este último se lleva la pana precisamente en el tema de apertura, ‘Til I met thee’), pero esto supondría quitarle un merecido gran mérito.
A sus melodías sonrientes hay que sumarle el fino trabajo de su maciza orquesta de metales y violines, que junto con su voz y esos coros femeninos le dan al álbum esa coherencia que no tenía su debut, a cuya grabación en cuagtro pistas enfrenta ahora una soberbia grabación en los legendarios Royal Studios de Memphis. Así que de repente –no tanto, han pasado diez años, como sabemos–, Chesnutt se ha hecho muy solvente abarcando de un plumazo toda la negritud más aplaudida de estos últimos cincuenta años, justificando el testigo recogido, haciéndose digno merecedor de la herencia recibida. Tan capaz de redondear singles ya de por sí redondos como ‘That’s still mama’ o ‘Don’t wanna go the other way’, como de pasearse por el lado oscuro de la Luna al abrigo del “downtempo” de ‘Don’t follow me’ o de revivir el poderío del reinado Stax en una pieza tan radiante como ‘Love is more than a wedding day’ (con esos impagables coros) o la que cierra el álbum, ‘Scroll call’.
El tipo sabe hacerlo pasar encima todo por algo tremendamente natural y fácil, que de haber sido seguramente así, no habría necesitado de esos diez años. Lo queremos ver como el gran redentor del soul y del funk, y el tiempo nos dirá si esto es posible.
Ya para rematar, si encima consigue marcarle a Lenny Kravitz ese camino que tenía descarriado desde hace mucho, muchísimo tiempo, pues bienvenido sea también por ello este “aterrizaje en la centena”. Un trabajo muchísimo más accesible de lo que a priori parece. Entretenido y disfrutable a más no poder.
–
Anterior disco del día: Aerosmith.