«El afán popular en la fijación de un determinado canon ha tapado el resto de su repertorio en el que hay verdaderas delicias, canciones llenas de fuerza de rabia y de dolor»
Cecilia
«Cecilia inédita en concierto»
RAMA LAMA
Texto: CÉSAR PRIETO.
Desde que hace treinta y cinco años, en Benavente, un carro saliese al paso del Seat 124 en el que viajaba Evangenina Sobredo un hueco oscuro e irrellenable preside la música de este país. Siempre me he preguntado qué hubiera sido de Cecilia si ese carro sin luces no hubiese aparecido esa madrugada, cómo hubiera sido su evolución artística. ¿Aparecería una cantante más íntima como hacen presumir sus últimas canciones? ¿Se hubiera oscurecido su presencia? ¿Hubiera sido un referente para nuevos grupos como lo fueron, por ejemplo, Vainica Doble? De hecho, Le Mans llegaron a adaptar ‘Me quedaré soltera’ y Amaral ‘Nada de nada’. Un inútil ya ejercicio de ucronía que tampoco desvela este doble CD con casi treinta grabaciones inéditas.
No se trata de canciones nuevas –excepto ‘Daddy, don’t close the light’, la primera que compuso–, sino de actuaciones en la radio que presentan interpretaciones algo diferentes, seguramente mejores, seguramente las que ella pensaba. Incluso podemos escuchar las breves presentaciones con que abría su participación; y tras ellas a la mayor parte de sus canciones conocidas –’Dama, dama’, la ranchera que es ‘Mi querida España’ o ‘Un ramito de violetas’– con el añadido de algunas versiones de Bob Dylan o de Simon and Garfunkel –modélica en su voz ‘Bridge over troubled water’–. Cecilia parece más segura, con un manejo de su voz más sereno. Así las canciones se diluyen en esa belleza plácida que también tenía su rostro.
Una nueva constatación: el afán popular en la fijación de un determinado canon –las que más se escuchan, las de los karaokes– ha tapado el resto de su repertorio en el que hay verdaderas delicias, canciones llenas de fuerza de rabia y de dolor. Modélicas en su reflejo de la angustia como ‘Llora’ o en la levedad con que trata el tema del suicidio en ‘Si no fuera porque’. Así que a todas luces esta recuperación se queda corta. Los devotos atesoramos actuaciones en televisión con los vídeos que se le grabaron para apoyar su participación en el festival de la OTI, actuaciones íntimas, actuaciones con orquesta plena en las que se atreve con la letra no censurada de sus canciones –de ‘Mi querida España’, por ejemplo–. También existe una grabación de «Los 40 principales» en la que canta ‘Neniña’ a dúo con Pepe Domingo Castaño. Hay más material.
Y dejo para el final lo mejor, una nueva sorpresa en las inéditas. Cuando Cecilia presenta la versión que hizo de ‘Un millón de sueños’ para el mercado anglosajón, uno no puede imaginar el torrente de emociones que le van a asaltar, los charcos de ahogo con que la sangre se paraliza. En inglés, y despojada de sus connotaciones políticas, se convierte en lo que verdaderamente es: una melodía llena de esperanza y belleza. El estremecimiento viene de ahí y de comprender que nuestra Cecilia –y perdonen el que sea categórico, si no exagerado– estaba al mismo nivel como compositora y cantante que Janis Ian, Carole King o Emmyliou Harris, esas chicas americanas que hicieron sus mejores discos en la primera mitad de los setenta. Y solo entonces entendemos lo que hemos perdido.
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