«Un disco de country-blues (o viceversa) exquisito, con un sonido perfecto, rico y gordo, pero no apabullante, un disco para conducir mientras se escucha»
Bonnie Raitt
«Slipstream»
REDWING
Texto: DARÍO VICO.
En nuestro país Bonnie Raitt entra en la categoría de los «one hit wonders», y su album más clásico, «Nick of time», se despachó más que bien hace ahora algo más de veinte años; fue un fenómeno natural, no comercial, ya que por mucho peso que tuvieran entonces las multinacionales, si un artista no encajaba en un, no vamos a decir mercado, sino país, no había manera; entonces, por ejemplo, compitió con un fenómeno americano como Garth Brooks, que con mucho más apoyo promocional no vendió una escoba en nuestras tiendas, y ella se lo llevó de calle y se coló en nuestras emisoras, y de hecho sigue sonando en las de «oldies». Eso sí, de ella no se volvió a saber por aquí más que en círculos afines al country y al blues.
Y es que Bonnie tenía esa doble militancia, era una artista dual que se defendía muy bien en ese terreno intermedio entre los dos estilos, con un recetario muy accesible al que incorporaba además emulsionantes de otros estilos, como el pop o ahora el reggae, en una bonita y bien pulsada versión de Gerry Rafferty, «Right down the line», muy «radio friendly». No es la única versión en un disco, el primero tras varios años de barbecho, que ha funcionado muy bien al otro lado del charco y para el que también ha elegido un par de temas, nada obvios, de Bob Dylan, como tampoco era muy obvia la presencia de músicos como Bill Frisell que, dentro de marcarse un curro de lo más profesional, siempre impone alguna diferencia, enriquece la mezcla. Dentro de que es un álbum de sonido limpio, Bonnie ha buscado ciertos regustos que hacen que no se trague sin apenas sentir el sabor, sino que deje en la garganta la sensación de que hace falta otro mordisco para descubrir todo lo que lleva dentro, que es por cierto un sustancioso aporte calórico «bluesy» y fronterizo.
Bonnie triunfó en nuestro país porque ella tiene mucho «down» y mucho «tempo», que decía Juan Luis Guerra (sea lo que quiera decir esto, a mí me suena a que es lo que tiene Bonnie). Toca con encanto y canta con mucho rollo, todo suena bien cuando empieza a sonar. Sin compañía discográfica, graba a su aire y se nota, se nota cuando alguien con su carrera y su experiencia hace un disco para llegar al mayor número de personas posible sin la presión de ser necesariamente comercial. «Slipstream» es un disco de country-blues (o viceversa) exquisito, con un sonido perfecto, rico y gordo, pero no apabullante, un disco para conducir mientras se escucha, aunque se tenga que coger el coche de propio para hacerlo y se decida la ruta en el camino. Bonnie, 62 años y pico, está en plena forma y hace música que te hace sentir bien. Música sin complicaciones, pero con densidad. Como la tarta de manzana que sirven en las cafeterías de las teleseries.
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Anterior disco del día: T. Rex.