El disco del día: Bill Fay

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«La notoriedad que Fay haya podido tener en los últimos años gracias a seguidores como Nick Cave, Peter Buck (R.E.M.), Julian Cope o Marc Almond le debe más a Jeff Tweedy (Wilco), incansable reivindicador de sus canciones siempre que puede»

Bill Fay
«Life is people»
DEADOCEANS

 

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

 

No, no estaba muerto (y mucho menos de parranda). Simplemente, no se le recordaba ni tampoco se le esperaba. Y aun así, este sabio caballero ha entregado uno de los discos del año. Cómo Bill Fay llegó hasta aquí sin que la mayoría se enterase para grabar un disco de esta envergadura en 2012 da para una muy buena historia. La suya.

Retrocedamos a finales de los años sesenta. El sello Deram ficha a Bill Fay y le publica dos discos con unos textos en la onda de Dylan o Cohen, unas melodías pop tirando a tristonas como las de Nick Drake, Al Stewart o Donovan y unos arreglos inusitados.

Su primer single, ‘Some good advice’ / ‘Screams in the ears’, apareció en 1967, aunque su debut homónimo no sería editado hasta tres años más tarde. Ya en 1971 le seguiría «Time of the last persecution», con las guitarras más en primer plano gracias a la contribución de músicos como el guitarrista Ray Russel o el batería Alan Rushton.

Desengañado con las escasas ventas, su sello se deshizo de él. Un tercer álbum, grabado a finales de los setenta, no vería la luz hasta 2004, gracias al interés de David Tibet (Current 93), quien lo publicó en su sello Durtro Jnana. Lo mismo hizo con «Still some light» en 2010, una colección de maquetas y grabaciones caseras.

Sin embargo, la notoriedad que Fay haya podido tener en los últimos años gracias a seguidores como Nick Cave, Peter Buck (R.E.M.), Julian Cope o Marc Almond le debe más a Jeff Tweedy (Wilco), incansable reivindicador de sus canciones siempre que puede, tanto para cantar su tema ‘Be not so fearful’ en distintas ocasiones como para invitarle a acompañar a Wilco varias veces sobre un escenario.

Aun así, Fay seguiría siendo un desconocido para la mayoría si no fuese por este «Life is people» recientemente publicado y que, venga firmado por quien venga, sea cual sea la historia que tiene detrás, es un disco tan inesperado como mayúsculo. Parte del mérito habrá que atribuírselo al productor Joshua Henry, que creció escuchando los discos de Fay debido a que su padre, James Henry, los pinchaba incansablemente. Por ello el propio Fay le da las gracias en el libreto interior y reconoce que él es el verdadero responsable de que este disco exista.

Joshua Henry buscó a Bill Fay y, tras varios encuentros, lo convenció para que grabase un nuevo disco cuando aun no tenían ni presupuesto ni banda ni discográfica interesada. Además de reunir a parte de los músicos, recuperó también a Russel y Rushton, aquellos antiguos colaboradores de Fay de su segundo disco. Nada de esto recordaríamos o tendría importancia si no fuese por las canciones, unas canciones de las que «Life is people» va sobrado.

Empieza el álbum con el sonido de un piano lejano que nos retrotrae a aquel debut, pero pronto la guitarra nos conduce a las canciones más directas de su segundo álbum. Es ‘There is a valley’, y hay ecos de The Band, Springsteen o, incluso, Warren Zevon, algo que también queda claro en la voz, por si hubiera dudas. ‘Big painter’ nos lleva hasta la etapa psicodélica de Syd Barrett, mientras que en ‘Never ending happening’ se puede reconocer a The Blue Nile.

‘This world’ cuenta con la voz invitada de Jeff Tweedy, en un corte que podría haber entrado en el «Summerteeth» de Wilco o en una nueva entrega de The Traveling Wilburys. Ya desde el título, ‘The healing day’, el siguiente corte, indica que ahí puede haber bastante de Van Morrison, como así es. ‘Be at peace with yourself’, puede que el epicentro del álbum, empieza lenta y remata en un coro góspel, retomada para lucir así de lustrosa desde una maqueta por la acertada producción; seguramente no desentonaría en el repertorio de Spiritualized con algo más de veneno en las guitarras. ‘Jesus, etc.’ es, sí, una versión de Wilco (devolviéndole los favores a Jeff Tweedy), que emociona tanto o más que la original con su tratamiento a base de, únicamente, voz y piano del propio Fay.

Aun hay más: ecos de Pink Floyd en ‘City of dreams’ o de Randy Newman en ‘Empires’. ‘The coast no man can tell’ encajaría perfectamente en el último y nocturno álbum de Paul Buchanan, con el que se emparenta a menudo a Bill Fay. Por su parte, no es difícil imaginar ‘Home was the place’ (extra en la edición de algunas tiendas digitales) en el último álbum de Richard Hawley, como puente entre sus primeros discos y la épica guitarrera que ha intentado en el reciente «Standing at the sky’s edge».

No obstante, son los ocho minutos de ‘Cosmic concerto (Life is people)’ la espina dorsal del álbum. Que el título del disco esté metido ahí entre paréntesis ya quiere decir algo. La melodía se repite incansablemente como avanzando sigilosamente para acabar recalando finalmente en el mismo sitio del que partió. Sobre ella, Fay repite en la parte final el mantra «Life is people» («La vida es la gente») y nadie mejor que él para cantar a sus 69 años algo así.

Hay en sus letras reflexiones maduras sobre la vida que ha quedado atrás, el dolor, la pérdida y la fragilidad humana desde la visión de un hombre tolerante y humilde, que nunca ha sentido el vértigo del éxito y que no precisa de artificios, que también ha vivido la vida y ha experimentado el amor, que llega a su ocaso sintiéndose en paz consigo mismo y entregando su obra magna. Como dice al principio de esa canción clave, “hay milagros en los sitios más insospechados”.

Anterior disco del día: Edwin Moses.

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