«Al leer las noticias sobre su fallecimiento, se despierta un recuerdo totalmente olvidado. El de los días en que los de la manzana se fijaron en EFE EME»
Juan Puchades recuerda a Steve Jobs en su fallecimiento, relatando cuando Apple llegó a un acuerdo de colaboración con EFE EME para el lanzamiento del iPhone. En una decisión tomada por el propio Jobs.
Texto: JUAN PUCHADES.
Steve Jobs, a los 56 años, ha muerto. Los diarios digitales de todo el mundo abren sus portadas con la noticia. El hombre que cambió nuestras vidas dando forma al ordenador personal se ha ido. El visionario que tuvo una segunda oportunidad y logró levantarse de sus cenizas y situar Apple como la compañía puntera en tecnología. La empresa que solo con un rumor consigue la publicidad gratuita de todos los medios planetarios. La casa de los Mac, la del iPod, el iPhone, el iPad y la tienda iTunes. Una de las marcas, la de la manzana (¡tan beatle!), más globales y de mayor prestigio. La que renovó la forma de escuchar música.
Todo ello es público. Notorio. Pero… al leer las noticias sobre su fallecimiento, se despierta un recuerdo totalmente olvidado. El de los días en que los de la manzana mordida se fijaron en EFE EME.
Era mayo de 2008, dieciséis meses atrás habíamos reconvertido el mensual de papel en un diario digital de actualidad musical, apostando por un formato similar al de la prensa generalista en internet –y que luego sería ampliamente seguido por otros medios musicales nacionales, renunciando a la imagen habitual de magacín (o revista) por la de diario; pero esa es otra historia–, pensando que era la única manera de trabajar, y sobrevivir, en tiempos de clic al ratón.
Todo comenzó con un mail dirigido a mi atención y con la firma apple.com: desde Londres, querían contactar con nosotros para plantearnos una propuesta de colaboración. No ofrecían mucha más información, un nombre de contacto, un número de teléfono. Aquello parecía la broma de un internauta ocioso. Sobre todo porque uno, adicto a los Mac desde 1991, sabía que las posibilidades de que Apple se fijara en EFE EME eran muy remotas. Utilicé entonces la fórmula habitual en estos casos: respondí escuetamente al mail y pedí que me llamaran ellos. Minutos después, sonaba el teléfono. Aquello no era broma.
El misterio comenzaba a resolverse: Apple iba a lanzar un nuevo producto y quería contar con la imagen de EFE EME para su lanzamiento. Habían seleccionado a dos medios españoles, un diario («El País») y una web musical, EFE EME. ¿Las razones? Tras investigar entre los portales musicales online éramos los que parecíamos ofrecer más calidad y nuestro diseño se adecuaba plenamente a los gustos de Apple. Aquello era, simplemente, increíble. Cuando se lo conté a Víctor Palau, nuestro diseñador, era como si hubiera recibido un premio (merecido, por otra parte) a la excelencia. Porque, ya se sabe, en el gremio del grafismo Apple es como la Biblia y Steve Jobs lo más parecido a Dios.
En los siguientes días se fueron concretando los pormenores, la necesaria confidencialidad, el secretismo típico de la casa (nunca nos dijeron que lo que se preparaba era el lanzamiento del iPhone, y a la pregunta directa sobre el particular me respondieron con un clásico «eso lo has dicho tú»; que la gente de Apple nunca suelta prenda), y demás detalles que formarían parte de las condiciones del contrato de colaboración. Durante semanas, fuimos intercambiando mails y llamadas con Londres y con el equipo de diseño de California, ajustando lo que necesitaban (una falsa «home» que ellos aprobarían y, por supuesto, con los copyrights de las imágenes en regla), conversamos con nuestro interlocutor principal y uno, siempre curioso, cuando la cosa se fue relajando preguntó cómo dieron, de verdad, con nosotros: rastrearon la red en busca de webs musicales en español, seleccionaron algunas y finalmente, se quedaron con la nuestra. Y aquí viene lo mejor, el premio gordo para un maquero: la decisión última la tomó el mismo Dios, Steve Jobs. Paletos como somos, creímos morir de placer.
Luego importó poco que las expectativas iniciales («preparaos para lo que se os viene encima, vuestra vida va a cambiar por completo, vais a pegar un salto brutal») quedaran en nada y el lanzamiento del iPhone tuviera nula relevancia para nosotros: nuestra «home» aparecía brevemente en un vídeo y en la imagen fija de displays de tienda. Tampoco pudimos aprovecharnos del «acontecimiento» como nos hubiera gustado, pues entre las condiciones firmadas figuraba que únicamente podíamos dar noticia del hecho, poco más. Pero no nos importó, el «premio» era nuestro. Además, escépticos por naturaleza, intuíamos que no iba a pasar gran cosa. Lo bonito, en todo caso, fue saber que habíamos colaborado con Apple y que Steve Jobs, aunque fuera por unos segundos, fijó la mirada en nuestra página, navegó por EFE EME y dio el ok; también supervisó personalmente los diseños que entregamos. Habíamos tocado el cielo de la vanidad maquera con las manos.
Esa es la anécdota (quedan en el recuerdo algunas confidencias sobre la manera de trabajar de Jobs en el día a día que logré me revelaran), la noticia hoy es que Steve Jobs, el hombre que soñaba con cambiar nuestras vidas mientras él y su compañía se hacían ricos, el que modificó la forma de escuchar y comercializar música, ha muerto. Hasta siempre, genio.