“La de ‘Tomorrowland’ es una de esas partituras tremendamente entretenidas y ligeras de las que Giacchino sabe hacer con los ojos cerrados. Y a nosotros no nos queda más que disfrutarla”
La cartelera agota sus últimos cartuchos preveraniegos antes de dar paso a las comedias y los taquillazos. Con ellas vuelven compositores veteranos como Michael Giaccino y músicos del rock independiente como Jed Kurzel. Por Fernando Fernández.
Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.
La cartelera de esta primavera sigue dividiéndose entre películas más independientes o con las que no saben qué hacer haciendo frente a los grandes espectáculos de taquilla. Títulos variados y para todos los gustos, que vienen acompañados de música con el mismo color: para todos los gustos y de todos los estilos.
“Son of a gun”
Hace algunas semanas hablamos de una nueva hornada de compositores que venían de campos más generalistas o típicos (pop, rock, etc) y se acercaban a la música cinematográfica. Estos músicos suelen acercarse a proyectos de más o menos prestigio, pero suelen ser títulos más dramáticos e independientes como el que nos llega esta semana. “Son of a gun” es un thriller australiano que relata la relación casi padre-hijo que se crea entre dos criminales, uno ya veterano (encarnado por un estupendo Ewan McGregor) y un joven que decide formar parte de ese mundo. A pesar de contar con elementos de acción y robos, es más un drama humano que otra cosa, pero se ve favorecido por el estupendo trabajo de actores y la historia, basada en un conocido ladrón real y su aprendiz.
Uno de los elementos destacados es la presencia del cantante y guitarrista de The Mess Hall, banda australiana a la que han comparado con White Stripes o los Black Keys, por su estilo de pop-rock electrónico e independiente. Dicho esto, no se trata del primer trabajo de Jed Kurzel, que se dio a conocer con otras películas de similar corte, pero sigue un estilo de composición muy similar. La banda sonora tiene un carácter principalmente electrónico, con la aportación de la guitarra y la percusión en momentos puntuales. Una música que es fácil calificar de ambiental y que se mantiene en un muy discreto plano de fondo, sin buscar en ningún momento crear algún tipo de lazo emocional. Probablemente solo pueda considerarse como tal la canción de Sol Seppy, el resto es una música plomiza, que refuerza el aspecto dramático de la historia, que desde el inicio parece indicar que nada va a acabar bien. Una música minimalista y que cumple su función en la película, a la que se agradece que mantenga un cierto tono melódico, aunque es complicado que nos resulte muy atractiva.
“It follows”
Más convencional, a priori, es la música que acompaña a uno de los últimos éxitos del cine de terror que por fin llega a nuestras pantallas. La historia de “It follows” parece una puesta al día del clásico japonés “The ring” llevado a un terreno más adolescente y relacionado con el sexo, pero funciona a la perfección al mantenerse, en estilo y desarrollo, cercana a títulos clásicos del género. La cinta crea una fuerte sensación de suspense y paranoia que se contagia al espectador y que es ideal para el desarrollo de la trama de la misma.
Dicho estilo “clásico” parece ser la base sobre la que se ha desarrollado la banda sonora. Rich Vreeland es un artista electrónico que suele escribir sus composiciones bajo el seudónimo Disasterpeace, conocido por su trabajo en videojuegos como “Too Many Robots” o “Fez”. El director, gran aficionado, fue quien le propuso realizar su primera banda sonora. Si la cinta guarda bastante similitud con títulos de John Carpenter, la música también, especialmente su tema principal, inspirado en su estilo y el único elemento melódico de toda la banda sonora. Afortunadamente aparece en diversas ocasiones, ya que el resto de la partitura es electrónica llena de efectos, con percusiones raras, zumbidos, extrañas maquinarias y similares efectos. A la película le proporciona una sensación de paranoia aún mayor, de tensión ante lo que se tiene delante sin saber lo que es, como la imagen de ese ser que persigue sin descanso a la protagonista. Pero dicha atmósfera no se traslada solo con la música; le falta cuerpo y sentido, más allá de crear el ambiente terrorífico, parece pobre frente las posibilidades que ofrece la historia.
“Tomorrowland: El mundo del mañana”
Después de los colores oscuros toca un poco más de brillo y vitalidad. Llega otro de los títulos esperados del año, la nueva película de la imaginación de Brad Bird (“Misión imposible: Protocolo fantasma”, “Los increíbles”) y de la factoría Disney. Una aventura juvenil de corte bastante clásico, que aunque la critica tacha de fallida, promete traer más fantasía a nuestras pantallas. “Tomorrowland: El mundo del mañana” muestra a una adolescente que siempre se ha sentido fuera de lugar que se ve envuelta en una aventura hacia un lugar misterioso que parece estar fuera del espacio y del tiempo que conocemos normalmente.
Para la música, Bird vuelve a contar con su colaborador habitual, Michael Giacchino (“Perdidos”, “Jupiter ascending”), que puede protagonizar un gran año a juzgar por los títulos destacados en los que ha trabajado este 2015. De nuevo recurre en esta ocasión a su estilo más clásico y grandioso, con gran orquesta y una colección de temas cargados de vitalismo y aventuras ideales para la película. Si alguien quiere tener una idea de cómo mostrar las emociones de la aventura juvenil y la inspiración, aquí va a tener todo un catalogo completo. Sí es cierto que la música se mantiene siempre en el lado “blando” y familiar de la historia. El drama y el peligro no tienen presencia y la partitura, y eso le da un punto menos de peso a la estupenda música que compone Giacchino, sobre todo si lo comparamos con joyas como “Super 8” o “Jupiter ascending”, que cuentan con un espectro emocional mucho más amplio. Pero su sentido de la aventura y su vitalidad la convierten en una partitura muy disfrutable en escucha aislada. Es una de esas partituras tremendamente entretenidas y ligeras de las que Giacchino sabe hacer con los ojos cerrados. Y a nosotros no nos queda más que disfrutarla.
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