El Club de las BSO: “Ma ma”, “Transporter legacy”, “American ultra” y “El maestro”

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“Seguro que la música de “El maestro” será manipuladora, seguro que la historia es típica a más no poder, pero que no me diga nadie que una música con esos sentimientos y emociones a flor de piel no se disfruta en cada segundo”

 

Fernando Fernández presente las bandas sonoras de cuatro historias de corte y factura distinta: el acierto musical de “Transporter legacy”, la insuficiente “American ultra”, el binomio Alberto Iglesias-Julio Medem en “Ma ma” y la emotiva partitura de “El maestro”.

 

 

Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.

 

 

Los cines se llenan estos días de películas con más contenido, mucho más personales, y son las emociones son las que se encargan de calentar nuestro corazoncito. Si los dramas y las historias humanas no son lo nuestro, nunca faltan en la cartelera la acción y el calor de las explosiones y los tiros. Las banda sonoras de esta entrega van a ser bipolares en cuanto a estilo y calidad. ¿Por dónde empezar?

 

 

“Transporter legacy”, música de Alexandre Azaria

 

 

Si los títulos de esta semana tienen algo en común es –a priori– la falta de originalidad. El primero lo demuestra con creces: se trata de la cuarta entrega de la saga que cimentó la carrera de Jason Statham como héroe de acción y con el apoyo de Luc Besson. En esta ocasión es un intento de reiniciar la saga y con nuevos rostros y equipo técnico. El principal problema es la pérdida de carisma y humor y en su protagonista, que ni se acerca a la suela de los zapatos de Statham. A pesar de que la factura técnica de las escenas con vehículos parezca mantenerse, se nota la falta del “calvo” y no aporta nada nuevo interesante. De hecho muestra alguna escena calcada de las primeras películas.

El único elemento técnico que parece mantenerse es la presencia de Alexandre Azaria como responsable de la partitura, y curiosamente quizá sea la mejor de las tres que ha compuesto. Aunque la película siga unos derroteros manidos y tópicos, en las entregas anteriores Azaría se encontraba a merced de unos ritmos salvajes que se imponían a la música. Entre las canciones disco y hip-hop, las partituras se encontraban salpicadas de percusión y electrónica, la única manera de conseguir un hueco entre las explosiones y las carreras de las mismas. Esta vez la música aprovecha los pequeños toques más personales del protagonista para proporcionarle mucho más peso y sentimiento al robot conductor. Simplemente hace falta una escucha a ‘All the abuses’ para darnos cuenta que la música intenta colocarnos a nuestro protagonista en la conciencia y convertirlo en más humano. Eso no quiere decir que no haya acción, la hay desde el inicio, pero siempre aportando un cierto toque de clase Bond que la hace, como mínimo, interesante en momentos como ‘About a drink’ o ‘Carlton’. Incluso la acción se contagia de esos momentos más emocionales, creando piezas realmente entretenidas como ‘Cover fire’ o ‘Set your belt now’. Buena muestra de música que no quiere conformarse con quedarse en terreno conocido e ir más allá.

 

“American ultra”, música de Marcelo Zarvos y Paul Hartnoll

 

 

Seguimos con la acción, pero con una comedia en la que el director Nima Nourizadeh (responsable de la insoportable “Project X”) pega un salto al cine de estudio y presupuesto. Una leyenda urbana de proyectos de la CIA en los años 50 se convierte en la base de una historia en la que un drogata de pueblo resulta ser un agente secreto “durmiente” que no tiene ningún recuerdo de su entrenamiento. Eso sí, aprovechará para utilizarlo y así poder salvarse con su novia de todos los intentos que la propia CIA lanzará para acabar con él. Otra trama poco original, que solo busca proporcionar un poco de aventuras y diversión.

La música parece haberse contagiado un poco de ese espíritu conformista que despliega esta historia. El principal responsable de la partitura es el músico brasileño Marcelo Zarvos (“Luna en Brasil”, “La Mirada del amor”), conocido especialmente por su música intimista y de carácter personal, aunque aquí no vamos a encontrar nada de esto. En los momentos más atmosféricos, como ‘I’m your handler’, sí parece reconocerse algo del carácter del compositor, pero el resto es la típica ambientación moderna de película de acción: mucha percusión y electrónica recargada con guitarras electrónicas y todo tipo de pulsos y ritmos. La música se olvida de aportar nada más allá de suspense y acción, manteniendo las emociones o los sentimientos fuera de la historia. Aunque algún momento como ‘Early morning’ o ‘Are you my mother?’ parezca insinuar querer llegar más allá, finalmente no pasa de mantener un tono atmosférico más contenido. Y es que se nota (mucho) la participación, con crédito de “música adicional” de Paul Hartnoll, más conocido por Orbital, uno de los grupos más conocidos de la electrónica y el dance. Piezas como ‘Apollo ape’ o ‘Killing time’ no se encuentran fuera de lugar a lo que esperaríamos de dicho grupo. Un simple acompañamiento ambiental que parece aportar poco más que lo que vemos en pantalla.

 

“Ma ma”, música de Alberto Iglesias

 

 

Las historias con emoción y con profundidad son las que terminan aportando algo más musicalmente, como pasa en “Ma ma”, una de las típicas películas de “madre coraje” que crea más interés por todo el equipo que hay detrás de las cámaras. Por un lado, la película marca el retorno del desaparecido Julio Medem, cinco años después de la irregular “Habitación en Roma” o la extraña “Caótica Ana”. En esta ocasión parece tratarse de un guión más cercano al de sus títulos iniciales, con fuertes personajes y una historia muy personal e intimista que sabe aprovechar para contar bajo esa mirada tan especial suya. En ella crea un papel protagonista de esos “golosos” que muchas actrices buscan tener, a la búsqueda de prestigio y premios. Penélope Cruz (que además, es la productora de la película) da vida a una maestra en paro, embarazada y a la que descubren un cáncer de mama durante una revisión rutinaria. A partir de ahí nos podemos imaginar el resto.

Mi problema personal con Medem (para que lo tengáis claro) es que es uno de esos directores cuyo estilo y manera de contar una historia es absolutamente glacial. A pesar de ser técnicamente un estupendo director, la manera en que presenta sus historias me distancia terriblemente de ellas. Y creo que una historia como esta necesita que la emoción y los sentimientos se muestren y se disparen, que estén siempre a flor de piel, algo que no he conseguido nunca sentir en ninguna de sus películas. Buena parte de esa responsabilidad es la utilización de la música de Alberto Iglesias. El que fuese su compositor habitual vuelve a colaborar con el director 14 años después de “Lucía y el sexo”. Al comienzo la música parece la base emocional que la historia puede necesitar, utilizando el piano y el chelo como centro musical, con lo que Iglesias construye emociones perfectamente, de una manera muy original. La música no se desarrolla de una manera lánguida y delicada, sino que crea una especie de pieza, que intenta convertirse en una canción. Mantiene un cierto ritmo y desarrollo interno muy interesante y diferente en ‘¿Y tú de qué jugabas?’ o ‘El 70%’, pero en otros momentos retorna el clásico sonido habitual en anteriores proyectos Medem-Iglesias. Esto es, una música más fría y minimalista, casi atmosférica, que contribuye a mantener el tono glacial de la historia y la perspectiva desde la que nos la muestran. ‘Siberia’ o ‘Se parece al mío’ son algunos de esos momentos.

Medem no me ha parecido nunca un buen transmisor de emociones y sentimientos, y la música me da la sensación de que va a continuar siendo así. Y eso que afortunadamente Iglesias parece saber buscar y ofrecer algo más en su música, lo cual es muy de agradecer.

 

“El maestro”, música de Stefano Lentini

 

 

Las historias tópicas se han convertido en un género propio. Un adulto modelo que se encarga de unos chicos a los que nadie hace caso, pero que consiguen crecer y madurar gracias a su relación amor-odio. Dentro de este género, “El maestro” se lleva la palma. En esta ocasión la nueva película de Giacomo Campiotti (miniserie “Doctor Zhivago”, “Maria di Nazareth”) retoma una línea similar a la que disfrutamos en “Los chicos del coro”. Un grupo de chicos de un reformatorio, que no importan a nadie tras el final de la II Guerra Mundial, se convierten en el punto de interés de un docente que no puede encontrar trabajo al carecer de recomendaciones tras haber servido en el Ejército. El resto de la historia no la cuento, pero a priori no hay nada que no hayamos visto, a pesar de estar basada en hechos reales.

Habitualmente, esta historias tan típicas funcionan por el carisma de los actores y por lo bien que se manejen las emociones. La parte cinematográfica se la dejo a mis compañeros de la sección de cine, pero respecto a la emocional, basta escuchar la música para darnos cuenta de que no funciona nada mal. Stefano Lentini, un compositor que ya ha trabajado anteriormente en televisión con el director, tiene claro lo que se necesita desde el inicio. Crea una partitura de corte muy clásica, descaradamente emocional y emocionante, mostrando sus cartas desde el primer momento sin engañar a nadie. A pesar de ser muy larga (la película dura más de tres horas, pues es una miniserie para la televisión, acortada para su estreno en salas en nuestro país), la música no es omnipresente. Sabe mantener bastante bien controlado el elemento emocional que podría haberla hecho exagerada, pero mantiene las emociones embotelladas y dirigidas en dos vertientes. Una orquestal, sin pasarse de grandiosa o exagerada, pero que da un delicioso aire delicado a la trama como se aprecia en el maravilloso tema principal ‘Non e mai troppo tardi’. En un par de ocasiones se permite ser más juguetona siguiendo el espíritu de sus jóvenes protagonistas. Pero cuando realmente destaca es cuando la música se vuelve intimista e individual, tomando los temas principales y desnudándolos solo a piano. Seguro que la música será manipuladora, seguro que la historia es típica a más no poder, pero que no me diga nadie que una música con esos sentimientos y emociones a flor de piel no se disfruta en cada segundo.

Aquí lo dejamos por esta semana, con músicas que disfrutar al margen de lo típicas que sean las películas a las que acompañan. Siempre os desgranamos todo lo que pueda ser interesante para que disfrutéis lo que más os guste.

 

 

Anterior entrega de El Club de las BSO: “Mientras seamos jóvenes”, “Grandma” y “Ático sin ascensor”.

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