El ciervo y la sombra, de Diego Ameixeiras

Autor:

LIBROS

«Parece que la escritura corre más que el tiempo»

 

Diego Ameixeiras
El ciervo y la sombra
ALREVÉS, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Digamos que es una ciudad como Orense, una ciudad pequeña que no se nombra, pero que en la toponimia que sitúa los espacios goza de menciones abundantes a su geografía urbana. Digamos también que un hombre más cerca de los cincuenta que de los cuarenta —tampoco se especifica su edad— se dedica a trapichear con drogas. Mateo es un camello un tanto especial, que ha abandonado el consumo y ayuda en lo que necesite a una profesora jubilada, al mismo tiempo que se encarga junto a un sacerdote del reparto de alimentos a los necesitados. Si viviera Galdós, este sería un argumento para él.

Diego Ameixeiras, el autor, es periodista y autor de una docena de novelas en las que frecuenta el género negro, sin embargo El ciervo y la sombra no puede calificarse como un thriller. Los personajes tienen mucha más vida que la que se entrega al suspense, que ni está ni se le espera. Y las redes que tejen, teniendo como centro siempre a Mateo, superan con creces el servicio a la trama. Se trata, más bien, de una novela neorrealista, con el estilo engarzado en frases cortas, rápidas. Parece que la escritura corre más que el tiempo.

Los únicos que se ajustan a los parámetros del género son Silvio, consumidor habitual y amigo de Mateo, siempre en negocios turbios, y Acacio, enlace con unas redes de prostitución a las que apenas se las ve actuar, excepto por la presencia de una prostituta rumana, que escapa al control de los proxenetas y pide por las calles, pero a la que nunca se la ve huir, como sería de ley en una novela de acción. También está Guille, amigo de hace treinta años y destrozado por la heroína. Y los jóvenes que, por casualidad, se encuentran en unos disturbios contra un desahucio y que han activado una casa ocupada, La Barranka.

Pero sobre todo es una novela de amor, de su amor con Irene, que lo abandonó hace muchos años, cuando Mateo estaba pidiendo paso a gritos en los infiernos, un poco antes de que el padre Andrés lo salvara. Nunca se habían vuelto a ver y ahora se encuentran de nuevo, intentando rehacer el pasado. Un pasado que para Mateo también está en la muerte de sus padres en accidente de coche. Como un reflejo embellecido de su amor, siente devoción casi de santuario por el lugar donde se conocieron, el Paraíso, un bar ahora en ruinas. Mateo aprovecha este abandono para colarse dentro y esparcir las cenizas de sus padres en el lugar donde estaba la mesita en la que se vieron por primera vez.

Nadie es el que parece en la novela negra, quizás el único rasgo que adopta el autor de ella. Así y todo, los personajes gozan de un calor humano, de un fondo, que hace que nos reconozcamos en ellos. Mateo busca creer en algo. Habla con el padre Andrés del sentido del sufrimiento. También en las conversaciones con Katia, la chica que conoció en La Barranka, aparece el sentido de la vida. A pesar de todo, Mateo no es un hombre de acción, Katia, por el contrario, no piensa, actúa. Las dicotomías son casi un eje helicoidal de la novela, que está empapada de vida y de sentimientos.

Anterior crítica de libro: Cien formas de romper un glaciar, de Carlos Zanon.

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