CINE
“Personajes dispuestos a arriesgarlo todo por amor, traición y engaño, culpabilidades y dilemas éticos simples y, sobre todo, un fin que justifica todos los medios”
“El caso Sloane”
John Madden, 2016
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
En “El caso Sloane”, Jessica Chastain interpreta a una ambiciosa “lobbyist”, miembro de un grupo de presión, que decide sacrificar su alto salario para cambiar de bando en una lucha legislativa para apoyar aquello que considera ético (en este caso la puesta en marcha de una legislación de control de la venta de armas en Estados Unidos). Siguiendo un formato narrativo bastante clásico que se moldea a la perfección en torno al tópico “un individuo con principios contra la malvada maquinaria sistémica” oculto bajo un supuesto thriller político (subgénero al que esta película solo se ajusta en forma, pero no en fondo), la trama del film resulta en exceso artificiosa y los personajes son planos y estereotipados, maniqueos y falsamente ambiguos. La película, en cuanto a lo convencional se refiere, lo tiene todo: personajes dispuestos a arriesgarlo todo por amor, traición y engaño, culpabilidades y dilemas éticos simples y, sobre todo, un fin que justifica todos los medios.
Y sin embargo ahí está la trampa. A través de la idealización de la figura de la protagonista, un personaje interesante aunque poco creíble (a pesar de que Jessica Chastain vuelve a firmar un trabajo impresionante y es tan hipnótica y fascinante como siempre), “El caso Sloane” parece proponer que gracias a los grupos de presión morales y comprometidos se puede conseguir que un gobierno corrupto lleve a cabo sus labores. De lo que el film no es consciente o al menos no se hace responsable es de que la cantidad de dinero que mueven muchos de estos “lobbys” para conseguir que se ponga en marcha legislación a favor de ciertas empresas y actividades privadas y cómo el poder que tienen en el Capitolio es precisamente uno de los principales problemas de la democracia contemporánea. Si se nos permite una aclaración en términos caprianos, se podría decir que Elizabeth Sloane, nuestra protagonista, no es ni de lejos el senador júnior Jefferson Smith, sino más bien el corrupto magnate Jim Taylor al que de repente le hubiera crecido un sentido moral.
El sistema político americano está podrido, nos explica con acierto la protagonista sin reflexionar en el papel que la actividad representada en pantalla ha tenido en este hecho. Pero si algo aprendemos día a día de las noticias que llegan desde el otro lado del océano (y de nuestro propio patio trasero también, para qué negarlo), es que la mejor manera de representarlo no es a través de falsos y engañosos dramas pseudo-realistas como “El caso Sloane”, sino gracias a la absurdidad de producciones como “Veep” (Armando Iannucci, HBO, 2012).
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