DISCOS
«Unas canciones que expresan el apego floridas y enormes»
Julio de la Rosa
El apego
ERNIE RECORDS, 2021
Texto: CÉSAR PRIETO.
Julio de la Rosa ha titulado su nuevo disco con la palabra que encaja perfectamente en el sentimiento que intenta apresar con las manos: El apego. La Real Academia lo define como «afición o inclinación hacia alguien o algo». No es precisa, como nunca se puede ser en los sentimientos; «apego», para ellos, parece ser algo menos que cariño, cuando realmente puede suponer el grado supremo del amor: no sentirte tú si no estás pegado a algo o alguien. En este caso, la querencia de Julio de la Rosa va hacia su hija desde la perspectiva de dedicarle un disco entero. Entero significa que no hay bordes, que es una única canción que serpentea como sinfonía.
Escuchemos la introducción. Hay piano y coros, retazos que parecen experimentales, una apertura sinfónica y una entrada de percusión. A partir de aquí se abren doce secciones que podrían corresponder a las canciones ortodoxas de un disco de música popular. La primera presenta el motivo, es un discolírico-narrativo que, en estas cuestiones de reflejo de lo familiar, huye de ser condescendiente o ñoño. De hecho, es un motivo presente en la poesía española, desde Lope de Vega hasta Unamuno. No es banal o ajena la precisión, la tradición poética está muy presente en el disco; tanto que, tras una apelación a su hija como «muñequita de feria», que se repite en la sección novena, la sinfonía se vuelve mas eléctrica y adopta un tono machadiano: el camino es el que hace la vida.
Tras esta sección, la cuarta entra con toques africanos y con anhelos de banda sonora, la faceta de Julio de la Rosa que más éxito le ha proporcionado, para llegar, en la mitad del disco, a las dos cimas. La sección quinta son sus “Palabras para Julia” particulares, esos consejos que damos los padres y que sabemos que van a ser inútiles: «No te rindas, puedes alcanzar todo». Luego alcanzarán hasta dónde puedan, que ya es bastante. La sexta empieza desde un ámbito rockero, guitarras que forman un muro cercano a Los Planetas, con retención y energía a la vez.
Van viniendo alusiones al instinto, nanas, y un crecida en intensidad que lleva al final a que el disco no sea más eléctrico, pero sí mas denso cuando en la sección undécima vuelve a las palabras de Machado. La que cierra el disco se abre con un intermedio de percusión que toma protagonismo y se cierra con una frase que antecede al final sinfónico: «Todo lo que te he dicho, puedes usarlo».
El disco no es solo un disco, se acompaña del libro Esperando a Inés, un compendio de fotografías del Cerro de San Pedro, en la Sierra del Guadarrama, que se divisa desde la ventana de su casa y textos que expresan sus terrores e inseguridades frente a la paternidad que le iba a venir. La montaña la convierte después en una metáfora de sí mismo como padre. De hecho, vino antes el libro que el disco, como si necesitara madurar todo y atender a lo externo, para después bucear dentro de él mismo para hacer las canciones, unas canciones que expresan el apego floridas y enormes, como ese cerro.
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Anterior crítica de discos: Un mundo de cretinos, de Los Verdugos.