“Es un ajuste de cuentas conmigo mismo y un mirarme al espejo. Tú, ¿qué eres?, porque tantas cosas no eres”
Durante muchos años ha estado al frente de proyectos como La Tercera República, Wild Horses, la Greenwich Village, The Jokers… pero Pablo Martín ahora usa su propio nombre para defender sus canciones. Este jueves 30 las presenta en directo en la Sala Boite de Madrid. Antes, habla con Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Pablo Martín, sí, el de La Tercera República. Pablo, el de los Wild Horses. El mismo, el cantante de la Greenwich Village, el que canta en The Jokers. Lleva tantos años en la música, con tantos proyectos diferentes, que al final siempre va con el apellido de las bandas en las que milita. Hace un par de años decidió que ya era hora de volar solo, lo curioso es que lo hizo de nuevo escondido tras un nombre de banda, Gran Azul y los Inconquistables. Publicó un epé de seis canciones y dijo que ya era hora de coger las riendas. Pero es ahora, con el álbum “Despejado”, cuando se quita el antifaz. Ahora publica su primer disco como Pablo Martín. El reinicio de alguien que lleva en la profesión desde los 90, y que por primera vez no lleva el apellido de todas sus bandas: defiende el suyo.
Nos encontramos con Pablo Martín una tarde de noviembre en el Café Van Gogh de Moncloa, en pleno centro madrileño. Hablamos primero de otras cosas, pero cuando lo hacemos del disco se nota que se siente identificado con el trabajo que ha hecho. “Tiene un estilo definido y un sonido nuevo. La Tercera República estaba entre el pop, rock setentero, influencias americanas, tenía alguna canción country… había un aviso de todo lo que podía pasar”, reflexiona. Había puntos en común, pero esta vez no tenía el respaldo vocal y musical de su compañero Josu García, y sabía que tenía que darle un giro a la producción: “Un solista no puede decir las cosas igual que un dúo, para nada, es todo el peso para ti. Incluso he cambiado el sonido de la voz, he utilizado un micrófono de los años cuarenta, que es diferente, te obliga a cantarle más directamente al micro, más de verdad. Le he quitado efectos, reverb, y lo he dejado más pelado. Venga, sé valiente. Llevo catorce años recibiendo clase de voz y creo que me puedo enfrentar a un micro como sea. Esto lo quiero hacer por mí mismo”.
Todos estos cambios los iba trabajando con su productor, Candy Caramelo. En el anterior veía ventajoso tomar él las riendas, pero en este ha cambiado el criterio: “Antes necesitaba experimentar, ahora necesito tenerlo. En España, la definición de productor tiene grandes variedades… y de muchas calidades”, deja caer. “Un productor de verdad es coger las canciones de tu casa, de una hoja en blanco, dos acústicas, algo de percusión y un bajo, y darle la vuelta entera para ver qué posibilidades tiene. Eso es lo que he hecho con Candy”. Su trabajo conjunto ha dejado huella en el sonido de la instrumentación: “Voy más hacia el lado más crudo, más directo, más de verdad. Que lo que toco pueda sonar con cuatro personas, incluyéndome a mi, o si hace falta un extra: batería, bajo, guitarra, acústica y mi voz. Un sonido marcado y personalizado”. Esta vez tiene claros todos los ángulos del proyecto: “En Gran Azul estaba el Pablo Martín compositor: una balada con todo su corazón, una canción como ‘Demasiado’, que era rock bastante pesado, luego hacía ‘Mujeres’, que era pop… todo era Pablo, tocado con cuatro musicazos y produciéndolo así. Con los años acabas entendiendo que al público no le puedes decir que eres Pablo Martín compositor, le tienes que decir que eres Pablo Martín y llevas un tipo de americana music, o algo así, que va de algo. Las palabras son como los números: convenientemente torturados, confiesan algo”.
Por eso este disco viene de la americana y el country, que es en realidad de dónde ha bebido siempre. Tras una larga etapa liderando bandas de versiones, confiesa que ha aprendido “a poner la cara yo solo”. Su proyecto anterior, Gran Azul, nació en una situación un tanto complicada, pero le sirvió para dirigirse hacia este álbum: “Se acababa de morir mi padre, Josu (García, compañero de La Tercera República) estaba con Loquillo y yo tenía que seguir mi camino, iba componiendo y tiré. Fue mi primer experimento, rodearme de amigos. Este es un paso más: esto es lo que quiero hacer y lo que quiero decir. Es un ajuste de cuentas conmigo mismo y un mirarme al espejo. Tú, ¿qué eres?, porque tantas cosas no eres: el que hace canciones para otros artistas es parte de tu trabajo, pero las parcelas hay que separarlas”.
Fue Laura Gómez Palma, bajista actual de Joaquín Sabina, quién le abrió los ojos: “Volviendo un día de Portugal, de tocar, me dijo: “¿Por qué no os llamás Pablo Martín?”. Y le dije: si encuentro la manera de decir por qué, me encantaría. Lo único que me espanta es el nombre, que es de lo más vulgar. Pero analizas, y dices: La Tercera República, Greenwich Village, Wild Horses, Gran Azul… son nombres poéticos de grupos. ¿Pero quién ha dado la cara como cantante? Pablo Martín. Yo soy siempre ‘Pablo el de la Tercera, el de la Greenwich, el de Wild Horses…’. Ahora este soy yo. Seguiré haciendo versiones, pero el arte lo pondré en Pablo Martín, la creatividad real creo que está en la composición. Mi joya de la corona es Pablo Martín”.
La otra joya son los primeros espadas de los que se ha rodeado en la grabación: Carlos Raya, Diego García “El Twanguero”, Toni Jurado y Basilio Martí, Julian Kanevsky, Francisco Simón… La banda con la que soñaría cualquier vocalista. “Con toda esta gente he trabajado habitualmente, menos con Raya, al que admiro desde que era niño, con Sangre Azul. Yo era heavy de pequeño en un barrio de pijos, buscar la identidad para mi siempre ha sido muy importante”. No los considera colaboradores, los considera “invitados estrella. Superan todas las perspectivas que tienes como compositor. Buscar el equipo perfecto lleva mucho tiempo”.
Dice Martín que se siente más liberado que nunca: “El disco se llama ‘Despejado’ porque me quito todos los prejuicios. Podía haber sido ‘Despojado’, pero me parecía un poco más triste. Es un estado mental, quiero estar espabilado. Hace unos años me estaría tomando dos cubatas, pero ahora no”. Siente que por fin tiene un camino claro, en el que caben las canciones de corte rock, como ‘A todas las unidades’, ‘Ya pasó lo peor’, o ese country rápido y canalla titulado ‘Escurridizo’. También ha incluido una versión castellanizada de ‘The world’, canción de la que se enamoró en una actuación que hizo en el Huercasa Festival. El camino de las versiones, en el que siempre se ha manejado con soltura, le sirve muchas veces para dar con algo interesante: “Cuando no me sale nada, adapto una canción del inglés para mi y encuentro auténticas joyas. Es una idea que tengo en el futuro: preguntarle a alguien entendido en country americano los hits, tomar esas canciones y adaptarlas. Saldrá algo interesante seguro. Desde el ojo artístico y creativo, tiene sentido”.
«Ahora tengo todos los elementos para trabajar solo: las ideas claras, el sonido, el oficio, saber qué vale y qué no. Ahora tengo el grifo abierto y me va a costar cerrarlo”
Presentación en vivo
La puesta de largo del disco será en Madrid, este jueves 30, en la sala Boite. Va con Susan Santos como guitarrista, Manuel Bagüés al bajo, Toni Jurado a la batería y Basilio Martí a los teclados. “Después de grabar el disco he hecho versiones de temas anteriores para que se parezcan más a este disco. Quiero mandar un mensaje claro”, dice, mirando a los ojos. Siempre hay algo de incertidumbre en el horizonte, pero ya lleva una buena mochila a la espalda: “El año que viene voy a cumplir 50 y no dejo de pensar qué voy a hacer. Con Josu (García) hacía bromas estupendas: “Tengo una gran carrera por detrás”. Ahora, con 49, tengo todos los elementos para trabajar solo: las ideas claras, el sonido, el oficio, saber qué vale y qué no. Ahora tengo el grifo abierto y me va a costar cerrarlo”. Como La Tercera República, dice que tienen pensado hacer un concierto al año, y sigue colaborando con algunos grupos de versiones, pero de momento va a ver hacia dónde le lleva este disco. Reconoce que le da “un poco de vértigo”, pero quizá sea el vértigo bueno, ese que te empuja hacia delante. El que le ha llevado a dar un paso al frente sin ningún disfraz, dispuesto a lo que venga y bien armado de canciones.