Eels time!, de Eels

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36DISCOS

«Mark Oliver Everett se enfrenta al paso del tiempo en un ejercicio de pop que transita lugares tan oscuros como luminosos»

 

Eels
Eels time!
E WORKS / PLAY IT AGAIN SAM 2024

 

Texto: MARÍA CANET.

 

Los instantes previos a una operación invitan a hacer un repaso de la propia vida. Más aún si dicha intervención se realiza a corazón abierto; la carne se abre ante la incertidumbre de si se volverá a hacer algo tan simple como respirar. Todo se analiza, se redimensiona; se disecciona con el bisturí del paso del tiempo. Un bisturí con el que Mark Oliver Everett parece haber concebido Eels time! (E Works / Play It Again Sam, 2024), el nuevo disco de su proyecto musical, Eels.

Aunque Mr. E compuso su último trabajo antes de pasar por un quirófano del que no sabía si saldría con vida, las doce canciones parecen haber nacido de esos instantes previos a la sedación, donde miedos, recuerdos y deseos por cumplir se funden en una nebulosa. La certidumbre del pasado, irrevocable, confrontada a un futuro incierto. El presente, paralizado, en stand by, por el efecto de la anestesia. Esos instantes donde uno ve su vida pasar se reflejan en “Time”, dulce composición acústica aderezada con una luminosa sección de cuerdas que condensa la melancolía por esa vida que se escapa, pero que a la vez invita a exprimir la calma del presente inmediato. La nostalgia se acentúa con “We won’t see her like again”, donde Mr. E se erige como un Lennon contemporáneo que susurra más que canta, entre repetitivos arpegios y una tímida, pero constante, percusión, a modo de ínfimo latido que se agarra a la vida. Un tono crepuscular que se profundiza gracias a la parte instrumental, con guiños al vals mediante las barrocas notas del clavicordio y la calidez del tintineo metálico que arroja luz a la composición. “Goldy”, oscura y en un registro más grave, recupera el pulso como en un abrupto despertar que acerca texturas contemporáneas, con predominio de baterías secas y una permanente tensión eléctrica; el riesgo de caminar sobre el alambre.

Con la intimidad folk de “Sweet smile”, Mark Oliver Everett juega a mimetizarse con Jeff Tweedy en un tema muy Wilco, de animada estructura acústica salpicada de riffs eléctricos o de infantiles toques de triángulos, una regresión a la infancia que parece querer estirar con un estribillo donde simplemente musita un pletórico «aaaahhh». La paz que aporta el día desaparece al llegar la noche, que trae de vuelta a los fantasmas como muestra “Haunted hero”, donde las tenebrosas teclas y el ruidismo recrean una pesadilla de la que despierta con las primeras luces que, convertidas en sintetizadores, enlazan el tema con “If I’m gonna go anywhere”. Etéreo y maleable, la canción recuerda a los Beatles más psicodélicos del Rubber soul, gracias al eco lisérgico de voces lejanas, donde la caja de ritmos emula el tic-tac de un reloj que resalta la incesante fuga de los segundos, del tiempo, mientras Everett reivindica lo único importante: el amor. Cerca de los Beach Boys planea “And you run”, con refrescantes arpegios próximos al power pop, aderezo orquestal y el falsete inicial en la voz.

Cortes como “Lay with the lambs”, en una vertiente más experimental, o “Song for you know who”, dulce nana que invita a perdonar, revitalizan el pop escuela Brill Building de Carole King y Gerry Goffin. Un prisma positivo que mantiene en “I can’t believe it’s true”: donde Everett reza «estoy intentando ser lo suficientemente bueno, estoy intentando ser merecedor de ti», un vital ejercicio pop plasmado en la melodía, entre acústicas, maracas y poderosos sintetizadores. La solemne “On the bridge” es una muestra de vulnerabilidad, con una voz ligeramente distorsionada y teclas intermitentes, antes de culminar, con la fuerza de quien a la vida le ha dado una nueva oportunidad, con “Let’s be lucky”; las notas atrapan en un bucle del que rescatan unos vientos optimistas, mientras Mr. E recuerda: «a veces tienes que labrarte tu propia suerte… sigo aquí».

La cicatriz resistirá, como una alerta, para salvaguardar ese corazón que un día estuvo en carne viva, desprotegido, al paso del tiempo. Un tiempo que vuelve a conjugarse en presente y en futuro para Eels.

Anterior crítica de discos: Grietas , de Newen Afrobeat.

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