“De ‘Cien mil vueltas’ esperábamos mucho, pero no funcionó. El público se había cansado de nosotros y vinieron otros grupos, como Dover o Los Planetas. Es ley de vida”
En el trigésimo aniversario de uno de los grandes discos del pop español, “Camino Soria”, Carlos H. Vázquez entrevista a Edi Clavo, batería de Gabinete Caligari, para hablar del disco que les elevó a la cima justo antes de empezar a descender peligrosamente.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
No hace falta que vuelvan Gabinete Caligari. Tuvieron un final más o menos digno —en lo que a la música se refiere— después de haber llegado lejos en las listas de ventas, tan lejos (y más allá) como un grupo independiente puede permitirse si termina fichando por una multinacional en el momento indicado. Su debut discográfico fue el single que compartió con Parálisis Permanente, editado por Tic Tac en 1982. Luego aparecieron dos entregas más, también en formato individual: “Olor a carne quemada” (Tres Cipreses, 1982) y “Obediencia” (Tres Cipreses, 1982). Un año más tarde, Jaime Urrutia (voz y guitarra), Ferni Presas (bajo) y Edi Clavo (batería) firmaron el primer largo, titulado “Que Dios reparta suerte” (DRO / Tres Cipreses, 1983). Con el siguiente, el minielepé “Cuatro rosas” (DRO / Tres Cipreses, 1984), empezaron los reconocimientos mayores, y con “Al calor del amor en un bar” (DRO / Tres Cipreses, 1986) se terminaron de consolidar como banda de éxito. El siguiente paso lo dieron con EMI, major que publicó su álbum cumbre, “Camino Soria” (EMI, 1987). Dos años y 118 conciertos después editaron “Privado” (EMI, 1989) y, con él, el principio del fin, tanto del éxito como de la unión entre los miembros del grupo, aunque todavía quedaban tres discos más por salir: “Cien mil vueltas” (EMI, 1991), “Gabinetíssimo” (Mercury, 1995) y “Subid la música” (Get, 1998). Cambiaban los ciclos, las generaciones y los sonidos.
En 1999, cuando Gabinete Caligari se separa, parte de las culpas fueron dirigidas a las desavenencias entre ellos. Jaime Urrutia ha contado que a Edi Clavo y a Ferni Presas ‘La culpa fue del cha-cha-chá’ les parecía muy hortera, pero Edi responde: “No entré al local diciendo que ‘La culpa fue del cha-cha-chá’ era una horterada”. Hablamos con el batería de la banda, autor de los libros “Grasa y otros materiales nobles” (Gas Editorial, 1999), “Electricidad revisitada” (Milenio, 2015) y “Camino Soria” (Contra, 2018), obra que describe toda la vida del álbum que, además, es ahora reeditado por Warner.
‘Camino Soria’, al principio, tuvo otro título (‘Ponte la casulla’), pero también se barajó el de ‘Camino Cuenca’.
Lo de ‘Ponte la casulla’ fue, como se dice en inglés, un “working title”: una especie de título de trabajo. Era provisional y nunca pensamos que la canción fuera a llamarse así. Luego se barajó, es verdad, la idea de ‘Camino Cuenca’, porque era una frase que utilizábamos para comentar dónde íbamos a actuar al día siguiente: camino Calatayud, camino Cuenca, camino Murcia… También habíamos leído un reportaje sobre Soria en “Primera Línea” y, aparte, tenía una temática más poética: Gustavo Adolfo Bécquer y “El Monte de las Ánimas”, Machado… Había poesía e incluso más juego de rimas (gloria, memoria, historia…). La idea de Soria nos pareció lo suficientemente kafkiana como para elegirla de título de la canción. Y al ver que el tema tenía relevancia dentro de todas las que estábamos componiendo, nos pareció oportuno que el disco se llamara también “Camino Soria”.
¿Fue “Camino Soria” el primer mayor éxito de Gabinete Caligari?
Nosotros llevábamos una carrera ascendente desde que empezamos a sacar singles independientes hasta que llegamos a DRO. Pero el primer éxito fue ‘Cuatro rosas’, como canción y como mini elepé. Nos dio el primer toque de atención de cara a la industria y de cara al público. Luego, con “Al calor del amor en un bar”, el disco siguiente, se mantuvo la tónica de “éxito” dentro del mundo independiente. El siguiente paso fue fichar por una multinacional, que era EMI, y editar “Camino Soria”, que ya era aclamado como un conjunto de canciones.
Si este disco se hubiese publicado con DRO y no con EMI, ¿habría tenido la misma repercusión?
Eso nunca se sabe. Pero EMI era una compañía multinacional y nos dimos cuenta enseguida de que tenía muchas más ramificaciones, más contactos y, cuantitativamente, era más poderosa.
Pero el fichaje por EMI fue in extremis…
Con EMI ya hubo contactos, pero otras compañías ya se habían interesado por nosotros, como Polygram y Warner. Estaba claro que el siguiente paso profesional era fichar por otras compañías más potentes. Con DRO, al publicar “Al calor del amor en un bar”, habíamos llegado a un tope de 80.000 copias vendidas y sabíamos que el siguiente paso era ir a una multinacional. Simplemente era elegir cuál de todas nos ofrecía un mejor contrato.
“Camino Soria” vende 300.000 copias, aunque las cifras oficiales hablan de unas 280.000.
Sí, más o menos. Fue un salto cualitativo. Vendimos como tres veces más que con “Al calor del amor en un bar”.
El álbum, ¿llegó demasiado pronto o demasiado tarde para la época?
Creo que llegó en su momento. Siempre he hablado en mis libros del concepto de las tres “c”: canciones, cohesión y contexto. Y este disco tenía las tres cosas: las canciones, la cohesión (imagen, presencia del grupo y personalidad) y el contexto, que era idóneo para que un grupo como el nuestro se hiciera popular a nivel masivo. No al nivel de Mecano a lo mejor, pero sí al nivel de Alaska y Dinarama, Radio Futura o Loquillo.
Es verdad, con Loquillo y Alaska compartíais el mismo mánager: Pito Cubillas.
También. Pito fue muy importante, un personaje clave a la hora de manejar todas nuestras carreras profesionales.
¿Menos la suya?
Se dice que, en casa del herrero, cuchillo de palo
“Si ‘Camino Soria’ era pulcro, exquisito y bien producido, con ‘Privado’ queríamos hacer lo contrario: algo sucio, guarro, nocturno y más Rolling Stones que Beatles. Pero no salió”
¿Cuándo dejó de ser Gabinete Caligari un grupo en vías de reconocimiento?
Está claro que con “Camino Soria”. Lo que pasa es que siempre fue una carrera muy ascendente y nunca un éxito brusco. Hasta ‘La culpa fue de cha-cha-chá’ (con “Privado”) fuimos vendiendo un poco más, siendo más populares, pero hasta ahí. Después vino la decadencia de los años noventa por el cambio de ciclo, una nueva generación, el indie… Una serie de conceptos ajenos a nuestro devenir artístico.
A pesar de que “Cien mil vueltas”, que siguió a “Privado”, era un disco del que esperabais mucho.
Sí. Esperábamos mucho, pero no funcionó. Pero es por lo que te digo del cambio de la década, de la generación… El público se había cansado de nosotros y vinieron otros grupos, como Dover o Los Planetas. Es ley de vida. Hay que asumirlo, siempre ha sido así en el mundo del pop.
En el libro cuentas que sobrevivieron a estas épocas los mejor preparados, los más lustrosos y los más dotados de genio. Sin embargo, yo me pregunto si también sobrevivieron los que más suerte o fortuna tuvieron.
No creo mucho en la suerte. Un grupo que me gustaba mucho, por lo arriesgado, eran Los Coyotes. Pero no tuvieron suerte. Es la excepción que confirma la regla. Los demás aplicaron su talento para ser profesionales.
También, a finales de los 80, se esperaba una contracorriente. ¿Se sigue esperando?
Se esperaba. Y, de hecho, fue todo lo que vino con el grunge. Se puede englobar todo a esa etiqueta; todos los grupos que luchaban y estaban en contra de ese sonido opulento de los 80 con sintetizadores de pop para todos los públicos. Grupos como Nirvana apostaron por un rock más virulento, una especie de segunda oleada punk que yo llamo neo-punk en el libro, porque en realidad fue una contestación al pop almibarado de los años 80.
¿Un pop almibarado que, tal vez, caló en “Privado”?
Nosotros tres concebimos “Privado” como una antítesis de “Camino Soria”, pero el productor (Jesús N. Gómez) no lo entendió así y quiso hacer como una especia de sublimación o continuación de “Camino Soria”, en lo que a sonido se refiere. Nuestra idea primigenia con “Privado” era hacer un rock de guitarras, rock macarra y sucio. Siempre nos había gustado desmarcarnos, así que si “Camino Soria” era pulcro, exquisito y bien producido, con “Privado” queríamos hacer lo contrario: algo sucio, guarro, nocturno y más Rolling Stones que Beatles. Pero no salió. Así es la vida. Salió una canción que nos hizo muy populares, que fue ‘La culpa fue del cha-cha-chá’, pero no era nada guarra, ni sucia ni rock and roll.
“Llegamos a Las Ventas en octubre de 1990. Eso fue el culmen de la carrera de Gabinete Caligari, aunque no lo sabíamos en ese momento”
Me pregunto si hay otra versión más cruda de “Privado”.
Hay una maqueta que grabamos en un estudio como tres meses antes de grabar el álbum definitivo. Esa maqueta sonaba muy “macarroide”, como nos gustaba a nosotros, pero las canciones no tienen letras, sino que estaban cantadas en “spanglish”. No se podía utilizar.
¿“Camino Soria” fue un disco más largo?
No, pero he recuperado —de unas cintas de los ensayos— una canción más que era una especie de rockabilly, aunque al final no la montamos. Las canciones que hay son las que trabajamos y estructuramos. Y la que había, la que te digo, no la trabajamos y se quedó fuera.
¿Tenía título esa canción?
No, que yo sepa.
La gira de “Camino Soria” se compuso de 118 conciertos. ¿Fueron demasiados para lo que el grupo estaba acostumbrado?
En ese momento me parecía lógico aprovechar el tirón. España es un país un poco caótico y se iban cerrando las actuaciones a salto de mata y no se hacía una cosa lógica como podía ser León, Valladolid y luego en Ourense, sino que el calendario se iba rellenando según trabajábamos. Con 28 años nos tirábamos a la furgoneta y era distinto, porque podíamos descansar entre bolo y bolo.
Tocabais en sitios más grandes, pero en “Privado” llegasteis a Las Ventas, donde os dieron el doble disco de platino. ¿No os estabais acostumbrado a los grandes cosos y a vender mucho?
No. Hasta ese momento llevábamos una carrera ascendente, porque el disco que sacamos (“Privado”) era un poco más que el anterior (“Camino Soria”), pero tampoco mucho más. Llegamos a Las Ventas en octubre de 1990 y eso fue el culmen de la carrera de Gabinete Caligari, aunque no lo sabíamos en ese momento. Con el siguiente disco (“Cien mil vueltas”) nos fuimos a grabar a Londres y pensábamos que iba a ser más importante que “Privado”, pero no fue así.
¿La culpa la tuvo el cha-cha-chá?
No, bueno. Es una especie de recurso literario que me gusta emplear, porque tiene un trasfondo de verdad, pero tampoco es absolutamente toda la verdad. ‘La culpa fue del cha-cha-chá’ fue una canción que nos hizo absolutamente populares en España y pensamos que íbamos a seguir sumando esa popularidad, pero resultó ser una losa, porque eso significaba que a partir de ahí ya no íbamos a poder hacer nada mejor o volver al rock. Aunque quisimos hacerlo con “Cien mil vueltas” y “Gabinetíssimo”, no nos iban a permitir volver al rock. Por eso me permito decir que fue el principio del fin.
¿No era ingenuo pensar que os iban a dejar volver al rock?
Sí, pero en ese momento no lo pensamos, porque creíamos que nos iban a permitir volver a nuestro rock y que ‘La culpa fue del cha-cha-chá’ era una especie de broma. Y fue una broma, pero pesada.