Servando Carballar: «Teníamos un criterio alternativo donde no solo funcionaba el éxito fácil, también intentábamos renovar y buscar el riesgo»
La discográfica independiente más importante de España celebra cuatro décadas con una espectacular caja que recorre su historia. Hablamos con Servando Carballar, miembro fundador de DRO, y Paco Gamarra, de su aliada GASA. Por Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Foto portada: DOMINGO J. CASAS.
Foto Esclarecidos: JESÚS PERAITA.
El futuro camina un paso por detrás de ellos. Eso es lo que dice la deslumbrante caja con la que DRO, el primer sello discográfico independiente de nuestro país, celebra su cuarenta cumpleaños. Cuatro vinilos y cuatro cedés que reflejan la epopeya de un puñado de románticos, surgidos de bandas como El Aviador Dro y sus Obreros Especializados o Esclarecidos, que se lanzaron a la aventura de la autogestión para publicar sus canciones. En 2023 no suena tan épico, pero en 1982 era una verdadera utopía que vivieron «con la intensidad de una supernova», como apunta uno de los fundadores de la compañía, Servando Carballar.
La historia de Discos Radioactivos Organizados es irrepetible, entre otras cosas, por el contexto posdictadura en el que se originó. «Todo el mundo podía decir lo que quisiera, hacer lo que quisiera… prácticamente con más libertad que hoy día. Esa coyuntura social e histórica era muy diferente, quizá solo comparable al momento de Thatcher en Inglaterra, al nacimiento del punk y por tanto a la nueva ola, posteriormente, pero aquí se tomó de una forma muy diferente, con mucho sentido del humor. Había gente como Los Nikis, los Pegamoides, Siniestro Total… y ese sentido del humor no es fácil de encontrar en la música anglosajona del momento», apunta Carballar. Con diecisiete años se enroló en Aviador Dro, los fundadores del sello. Impulsados por la imaginación, la ilusión y la persistencia, tras un par de decepciones decidieron pelear desde la independencia, como se hacía en países como Reino Unido. En la fábrica de discos Iberofón les explicaron que tenían que darse de alta en la SGAE, entregar un máster y reunir dinero para hacer una tirada, como mínimo, de 1.500 ejemplares. Después, vendría el trabajo de andamio, de tienda en tienda y de radio en radio, para dar a conocer sus grabaciones. Unos comienzos de lo más rudimentarios que recoge con detalle Laura Piñero en su libro Aquellos años accidentales (Cúpula, 2023).
«Como no existía ni escena ni industria, en aquel momento no pensábamos que aquello se iba a terminar profesionalizando, que nos íbamos a dedicar a ello. Pensábamos que era algo fugaz, que iba a durar dos días, y queríamos aprovecharlo al máximo», explica Servando Carballar a Efe Eme. Y con una ilusión juvenil desbordante se pusieron en marcha: «Le dimos forma a una oficina, una pequeña estructura de promoción, de marketing, aunque no sabíamos lo que era el marketing ni lo que era una letra de cambio, ni cómo ir al banco y gestionar una cuenta corriente. Pero si no lo hacíamos nosotros no lo iba a hacer nadie, y dio resultado». Así vio la luz el primer sencillo, “Nuclear sí” de Aviador Dro, que vendió más de 5.000 copias en un año, con tiradas de lo más rústicas. «En las primeras, que no teníamos dinero ni para las portadas, pintábamos a mano las carpetas, no conocíamos ninguna imprenta que hiciese carpetas de discos. Fue todo un aprendizaje, pero realmente divertido. Espontáneo, porque en esa época estábamos estudiando prácticamente todos los DRO, aquello era nuestro hobbie. Después de salir de la universidad, o de un examen en la Autónoma, nos íbamos a la oficina y hacíamos cosas, durante mucho tiempo, gratis. Era nuestra afición». Por entonces se juntaban en el Ateneo Libertario de Prosperidad, en las salas de ensayo, con grupos como Los Zombis, Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Gran Wyoming o Paco Clavel. Nadie imaginaba ni remotamente que, cuarenta años después, «aquel pasillo donde tocábamos todos a la vez, y hacíamos más ruido que otra cosa, iba a ser tan significativo en una industria».
Esos primeros pasos de DRO, que se fusionó con su sello hermano, GASA (Grabaciones Accidentales), quedan reflejados en la caja DRO 40 Aniversario con “La chica del plexiglás”, de Aviador Dro (que editaron en Movieplay, y cuyos beneficios invirtieron en montar la compañía); “Autosuficiencia”, de Parálisis Permanente; “Arponera”, de Esclarecidos, o “Bailaré sobre tu tumba”, de Siniestro Total. Su criterio de edición era que les gustasen las canciones, aunque también se fijaban mucho en los conciertos de los grupos, por poco virtuosos que fueran. «La mayoría éramos malos músicos, pero había una actitud en el escenario que era absolutamente contagiosa. Actuaciones como las de Siniestro Total, Decibelios, Sindicato Malone… eran acontecimientos y la gente disfrutaba mucho». Tras grabar las canciones, se las enviaban a locutores como Jesús Ordovás o Julio Ruiz, y a programas de televisión como Popgrama, con Carlos Tena, Àngel Casas y Diego Manrique. «Luego lanzábamos un disco, “Ayudando a los enfermos” de Siniestro Total, y éramos capaces de vender seis mil, ocho mil, diez mil singles llevándolos a mano a tiendas como Escridiscos. Los primeros sorprendidos éramos nosotros. Recuerdo lanzamientos en los que había colas saliendo de la tienda de discos para recibirlos, eso es algo inaudito», rememora Servando.
«La cuerda se tensó cuando DRO se empeñó en fichar a Los Rodríguez y Warner se negó»
El primer disco de oro: Cuatro rosas
Las primeras referencias del sello —Que Dios reparta suerte, de Gabinete Caligari; El ritmo del garaje, de Loquillo y los Trogloditas; Cuándo se come aquí, de Siniestro Total; El acto, de Parálisis Permanente; Más números, otras letras, de Nacha Pop…— tuvieron una cálida acogida que abonó el camino hacia el éxito. Este les llegó en 1984, dos años después de su fundación, cuando el Cuatro rosas de Gabinete Caligari obtuvo un disco de oro. En la compañía no daban crédito; los artistas, sí. «Ellos lo asimilaban muy rápidamente, muy bien. No estaban tan sorprendidos como nosotros, porque quizá no veían esa dificultad industrial de trabajar competitivamente con unos monstruos que tenían cientos de millones de pesetas a su disposición y grandes estrellas extranjeras que no tenían que hacer prácticamente nada para vender, y tenían ese soporte. Estaban haciendo la música que querían y no dudaban de que fueran a tener un éxito enorme. Es un poco lo que distingue a las estrellas, esa seguridad en sí mismas. Se sentían muy halagados, pero en la mayoría, tanto en los que triunfaron como en los que no, había esa seguridad de “yo me lo merezco”», apunta Carballar. Rock and roll actitud.
Y actitud fue lo que definió a DRO desde sus inicios, que fueron independientes a todos los niveles y fieles al riesgo de su espíritu. «Lo que supimos hacer en Discos Radioactivos Organizados fue tener una estructura competitiva que diese respuesta a esas necesidades comerciales de bandas como Gabinete, Loquillo o Duncan Dhu, y al mismo tiempo un criterio alternativo donde no solo funcionara el éxito fácil, también intentábamos renovar y buscar el riesgo en el panorama. Esa combinación, que era complicada, se mantuvo años después de que el Aviador Dro dejara la compañía. Durante un tiempo, gente como Charlie [Sánchez] supo mantener ese estandarte: tener el estatus de una compañía grande y apostar al mismo tiempo por gente como Celtas Cortos o Platero y Tú. Me alegra que la gente de Warner pensase que merecía la pena conservarlo», reflexiona Carballar.
El fin de la independencia
Esos primeros tiempos, un tanto inocentes para tratarse, al fin y al cabo, de un negocio, estuvieron salpicados de encuentros y desencuentros con artistas y sellos rivales. En el libro Aquellos años accidentales se cuenta, por ejemplo, que DRO fichó a Nacha Pop para «joder» a Hispavox y que la banda pudiese escapar de la multinacional. Servando lo matiza: «Cuando fichamos a Nacha teníamos una oficina en Alonso Cano compartida con la agencia de management que tenía a Gabinete, Loquillo, Nacha Pop, Parálisis… Entonces, teníamos contacto con Santiago Cano y Pito, que eran sus mánagers. Estábamos despacho con despacho, ellos querían salir de Hispavox y no era por joder a Hispavox, pero Nacha nos parecía un grupo con mucho potencial, y aunque no era exactamente de nuestro perfil, porque era un pop más amable, era un grupo muy respetado y tenía muchísimo público. Nos pusimos de acuerdo con sus mánagers, que fueron los que planificaron toda la historia, y los fichamos, como negociamos el fichaje de Loquillo. Desde luego no había una voluntad de fastidiar a Hispavox, ni mucho menos». Una historia representada en esta caja por la preciosa versión al piano de “Una décima de segundo”.
Otro clásico indiscutible, “Cadillac solitario” de Loquillo —canción que cerró la histórica fiesta con la que DRO celebró su 40 aniversario—, recuerda los más y los menos que tuvieron con el artista en los primeros años. «Sí, nos engañó un poco. Loquillo aprovechó un viaje de El Gran Musical que nosotros habíamos pagado para firmar con Hispavox sin decirnos nada, y nos lo comunicó a tiro hecho. Nos decepcionó mucho, nos sentó muy mal porque había muy buena comunicación con él. Probablemente nos hubiésemos enfadado igual si nos lo hubiese contado, pero habríamos tenido la opción de poder hacer una contraoferta, cosa que pasó con Gabinete, que acabaron fichando por EMI pero hubo una negociación. Esto con Loquillo no pasó, y nos dimos cuenta de que estábamos vendidos. Habíamos sido capaces de crear una compañía, poner a veinte o treinta personas en una oficina para trabajar en estas bandas, pero a nivel de derechos no habíamos soportado el futuro de la compañía, teníamos unos contratos que en muchas ocasiones eran papel mojado. Algunos, como Siniestro o Los Decibelios, los respetaron, pero otros aprovecharon que eran contratos muy frágiles, o que no los había, y salieron de la compañía para ver más mundo o ganar más dinero. Fue decepcionante y el comienzo de nuestro fin como independiente, nos dimos cuenta de esa fragilidad, porque incluso compitiendo con EMI o Sony no podíamos seguir sus ofertas, no teníamos ese capital detrás, respaldándonos. Fue darnos cuenta de nuestra propia mortalidad».
Quizá por eso, a finales de los ochenta Servando abandonó DRO. «Ya no me encontraba cómodo allí. Digamos que los objetivos, convertirse en una compañía con un perfil abiertamente competitivo en lo comercial, no eran lo que yo quería. Yo quería volver a las bases, tener estudio propio, producir a grupos que no fueran necesariamente rentables en los primeros discos, quería hacer tiendas, una editorial de libros de música… pero mis socios y yo no estábamos en sintonía, y surgió la oportunidad de vender mi parte a la gente de GASA, que fueron los que ocuparon mi lugar en la compañía».
Un caballo de Troya en Warner
Es precisamente un histórico de GASA, Paco Gamarra, antiguo director de marketing estratégico y actual asesor de Warner Music, quien ha dedicado prácticamente cuatro meses a diseñar la lujosa caja DRO 40 Aniversario. Un proyecto que, según confiesa, tenían previsto para el veinticinco aniversario y que por exceso de trabajo fueron retrasando ¡quince años! hasta encontrar el momento. «La caja pretende ser un recorrido por los 40 años de la compañía, y digo pretende porque concentrar en una caja 40 años de actividad resulta muy difícil, por no decir imposible. Hemos intentado reflejarlos lo más fielmente posible, sabiendo que nos dejamos cosas en el tintero», aclara Paco Gamarra sobre el objetivo de este lanzamiento.
En estas cuatro décadas, desde que GASA se fusionó con DRO lo ha vivido todo: la incorporación de Tres Cipreses, la marcha de Servando, la compra de Twins (sello de Paco Martín), la absorción de la compañía por parte de Warner en 1993. Para aceptar el cambio de timón, necesario para poder seguir financiando sus proyectos, solo pusieron una condición: que respetasen su forma de ser. «No compraban un catálogo, compraban un equipo», explica. Y supieron bien jugar sus cartas: «Nos infiltramos dentro de Warner, no nos diluimos. Éramos como el caballo de Troya, sabiendo que lo éramos: el presidente era Charlie, de DRO; el director artístico era Alfonso, de DRO; el director comercial era Fox, de DRO; el director de marketing estratégico era yo, de DRO». De ahí las célebres palabras de Alaska, que en la gran fiesta de DRO sostuvo que «el pez pequeño se había comido al pez grande». Y lo hizo sin renunciar a proyectos que le costaron más de una discusión con los dueños de la multinacional.
Paco Gamarra: «En esta caja no hay ninguna intención de negocio, es un pequeño suicidio financiero»
La cuerda se tensó cuando DRO se empeñó en fichar a Los Rodríguez y Warner se negó. Alfonso Pérez, fundador de GASA y director artístico de DRO, amenazó con dimitir si no se producía, y Warner cedió. El cuarteto hispanoargentino se convirtió en una de las grandes bandas de los noventa, representada en este lanzamiento por “Sin documentos”. En los años siguientes, hubo dos apuestas internacionales que sorprendieron a propios y extraños: una entonces desconocida cantante italiana llamada Laura Pausini, con la que vendieron la friolera de un millón de discos, y los irlandeses The Corrs, un empeño que acabó en triunfo al vender más de 900.000 discos. En el 2000 repitieron la hazaña con Álex Ubago, despachando otro millón de ejemplares en plena debacle de OT. Ni Pausini ni los Corrs están en la caja porque lo prioritario era el producto nacional, sin embargo sí han incluido el “Chan chan” del cubano Compay Segundo. «Con Los Rodríguez lo vimos claro y con Compay fue algo parecido. Warner dijo que qué hacíamos fichando a un señor de 87 años, que si estábamos locos, pero lo teníamos claro: lo sentíamos DRO», afirma Paco Gamarra.
En su opinión, hay artistas que nunca han estado en la compañía pero que tienen el gen DRO en su ADN, como Iván Ferreiro, Dani Martín o Leiva. Otros podrían haber formado parte de su historia, pero no sucedió. «Un grupo que no quise fichar, porque no me gustó la maqueta me plantearon en ese momento, fue Héroes del Silencio. Me trajeron su primera maqueta a través de [Julián Torres] «Cachi», un nombre de la radio en Zaragoza, muy importante, él estaba superconvencido pero a mí no me acababa de gustar, la maqueta no tenía las canciones potentes que luego tuvieron, yo no podía con la voz de Enrique, no me llamaba, y no los fiché. Es, quizá, uno de los errores que se cometieron», admite Servando Carballar. Desde hace años, sin embargo, Bunbury forma parte de Warner.
Una selección debatida
Escoger el contenido de la caja, que presenta un diseño impecable en negro y plata y un libreto en papel cuché, ha supuesto un auténtico quebradero de cabeza para el equipo. Aproximadamente dos tercios lo conforman grupos y artistas de los ochenta y los noventa, y el tercer tercio, de los 2000. Cuarenta temas en vinilo y ochenta y cinco en cedé: «En los vinilos van los artistas más emblemáticos de la compañía en los ochenta, aunque alguno no cabía y lo hemos solucionado con cuatro cedés: Derribos Arias, Dinamita Pa’ los Pollos, Cabaret Pop, Ariel Rot…». La selección se debatió más que las elecciones presidenciales: «Ha habido alguna discusión sana de qué artista y qué canción. Hay algunos absolutamente indiscutibles: Aviador Dro y Esclarecidos como miembros fundacionales no ofrecen ninguna duda. En esta última etapa podíamos haber metido algún artista más que no cabía: en los vinilos, de la última época, están Sidecars, Love of Lesbian… Podrían haber estado perfectamente Miss Caffeina, pero no cabía y lo metimos en el cedé». En ocasiones han huido del hit más claro: han obviado el “Carolina” de M Clan a favor de “Perdido en la ciudad” porque fue la primera canción que grabaron con DRO. Pero la mayoría fueron los temas que más éxito tuvieron, como “Cien gaviotas” de Duncan Dhu, “20 de abril” de Celtas Cortos, “El roce de tu cuerpo” de Platero y Tú, “So payaso” de Extremoduro, “La lista de la compra” de La Cabra Mecánica o “Soldadito marinero” de Fito & Fitipaldis. La onda melódica, con artistas como Rosana, Javier Álvarez o Álex Ubago, también está representada.
La espina de la rosa
Cada una de las cuarenta canciones de los cuatro vinilos está acompañada por un texto que contextualiza la pieza y aporta detalles reveladores, como que “Cien gaviotas” era una canción de huida, de cierto rechazo a lo burgués, según explica Diego Vasallo, o que el célebre «fai un sol de carallo», de “Galicia Canibal”, se le ocurrió a Os Resentidos cuando un tipo les echó de una discoteca, de madrugada, con gafas de sol. Jugosas intrahistorias que escriben los autores de las piezas, pero también periodistas, mánagers y pesos pesados de la compañía.
«Bajo la alfombra de los sueños, éxitos y buenos momentos suceden naufragios, cambios, pérdidas, traiciones, despedidas, reconciliaciones», escribe Laura Piñero en el libreto de esta edición de aniversario. Cabe preguntarse si esa novelesca historia, que da para una película, como apunta Carballar, también está retratada en la selección. «Lo de las traiciones va más por la parte de los artistas, como Gabinete, Loquillo, Siniestro… que nacieron con nosotros, sin tener un contrato firmado, más que un apretón de manos o un acuerdo en una servilleta. Era buen rollo, no se pensaba en el negocio, se pensaba en sacar un disco, divertirnos y tocar. Sexo, drogas y rock and roll. Hay artistas que se fueron y luego volvieron. Loquillo está con nosotros ahora, Jaime Urrutia volvió y sacó un disco con nosotros. La caja refleja la realidad, no creo que nadie vea una traición aquí. Ilusiones y sueños creo que sí, lo reflejan las canciones, los recuerdos… En esta caja no hay ninguna intención de negocio, es un pequeño suicidio financiero, es un objeto muy caro. Es para celebrar, no para ganar dinero. Aquí hay ilusión, sueños, una vida», reflexiona Paco Gamarra. Una historia, la de DRO, tejida con creatividad, pasión, perseverancia, rebeldía, locura, valentía y una actitud peleona ante la adversidad escrita en canciones que nos han cambiado la vida. Y ojo, que el futuro sigue caminando detrás de ellos.