CORRIENTE ALTERNA
“Pasajes delicados, melodía, fuerza, doscientas mil notas por segundo, espacio para la relajación, tensión cinematográfica…”
Juanjo Ordás se zambulle en el último trabajo de Dream Theater, “The astonishing”, un doble disco de rock progresivo cercana al musical en el concepto.
Una sección de JUANJO ORDÁS.
El problema de los discos conceptuales es que muy difícilmente sus canciones van a funcionar fuera del disco, complicando la vida de estas en futuros conciertos de los artistas. El problema de las óperas rock es el mismo pero multiplicado por mil. Puedes tomar la obra como un todo y disfrutarla como tal, pero olvídate de poder disfrutar de sus canciones fuera de su contexto salvo muy honrosas excepciones.
Dream Theater son una banda de rock progresivo que ha tendido siempre hacia la grandilocuencia, pero es para lo que están. Su estilo se lo exige y ellos lo potencian con álbumes de cuantiosa duración, dobles, directos triples, un gozo para sus seguidores, desde luego. Escucharles tocar con esa técnica tan depurada suya es un gusto, y quienes les acotan dentro del heavy metal es imposible que perciban la entidad que es la banda correctamente: Estos tipos saltan de “The number of beast” a “Made in Japan” y a “The dark side of the moon” como quien se cambia de camisa y muchas de sus portadas hacen pensar en Hipgnosis.
El caso es que ser neoyorquinos siempre ha jugado a su favor, porque son exageradamente espectaculares, una atracción de capital mundial, pero siempre han sabido muy bien echar el ancla para evitar desvaríos. Escuchando “The astonishing” es evidente que Broadway vive en ellos. Esto, más que un doble disco, es un musical en toda regla que podría reventar tanquillas. Y como tal hay que disfrutarlo. Es un show de principio a fin, una obra para el gozo de la masa. Hay un guión sci-fi, con acción, personajes bastante bien perfilados para tratarse de un blockbuster y una destreza musical fuera del alcance del noventa por ciento de los músicos de metal. En lugar de aburrir, resulta muy entretenido atender a las complejidades que realiza el quinteto. Pasajes delicados, melodía, fuerza, doscientas mil notas por segundo, espacio para la relajación, tensión cinematográfica… Lo dicho, es casi como ir al cine para ver una película sónica de poco más de dos horas.
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Anterior entrega de Corriente alterna: Joserra Senperena.