Dos canciones con Sabina

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Lo vimos, además, feliz sobre el escenario, recordando lo bien que le sientan las distancias cortas

 

La de anoche fue una velada especial, por inesperada y mágica. Durante un concierto de Benditos Malditos, en la sala Galileo Galilei de Madrid, reapareció Joaquín Sabina para interpretar junto a su banda un par de canciones. El tiempo se paró entre un público atónito, agradecido y entregado, ante un maestro que celebró el reencuentro.

 

Benditos Malditos
Galileo Galilei, Madrid
22 de abril de 2022

 

Texto: MARTA SANZ

 

Era una noche cualquiera, como dice alguna canción, pero se hizo extraordinaria poco después de las diez. La sala Galileo ya era un lugar feliz desde hacía un rato, porque sobre el escenario estaban los Benditos Malditos, y se cantaba a Sabina ante un público entregado, como siempre. Las últimas corazas impuestas por la pandemia se habían, por fin, soltado, y se bailaba en cada pasillo, en cada rincón. Sin novedad en el frente, Antonio García de Diego se queda solo en el escenario para cantar, como tantas veces, “Tan joven y tan viejo” al piano. Pero ante un verso que suele ser desgarro, el músico calla, y aparece por la izquierda Joaquín Sabina, reivindicando su «así que de momento, nada de adiós muchachos». Y suena en un rotundo silencio, provocado por una inmensa bocanada de asombro de los asistentes. Apenas un segundo, y entonces la inmensa ovación.

Esas palabras, que tantas veces siguieron a un breve descanso en sus conciertos, llegan esta vez tras una pausa demasiado larga, más de dos años sin verlo en directo. Meses de distancia impuesta, de tristeza extraña, que se hizo añicos para aquellos que tuvimos el buen tino de volver a Galileo a escuchar a su banda, y encontramos, por fin, al celebrado en su fiesta. Y lo vimos, además, feliz sobre el escenario, recordando lo bien que le sientan las distancias cortas.

Joaquín Sabina: «Me gustaría daros muchísimas, todas las gracias del mundo, por haber hecho felices durante toda la Covid a esta gente»

 

Tras esa canción compartida, que acabó con las manos de Sabina y García de Diego amarradas, se unen a ellos Paco Beneyto, Mara Barros, Jaime Asúa y Laura Gómez Palma. Joaquín toma la guitarra, y canta —si no mejor que nunca, al menos se sintió así— la bellísima “Peces de ciudad”. Y aunque la emoción desborda, no tiemblan su voz ni sus manos, y sonríe cada verso, dándose la razón en eso que andaba diciendo en las entrevistas de que extrañaba horrores subirse a un escenario. Sin terminar la letra, se dirige al público. «Me gustaría daros muchísimas, todas las gracias del mundo, por haber hecho felices durante toda la Covid a esta gente», dice, mirando a sus músicos, quizá sin saber que el sustento ha sido mutuo, que esas noches de música sabinera hicieron livianas las mascarillas y leve la espera hasta este imprevisto (y feliz) reencuentro. Una canción y media que sabe a todos los conciertos perdidos, y a todos los que, por fin, parecen estar por llegar.

Cuando se despide, y desaparece fugaz de la sala, siguen los bailes y se multiplican los brindis. Esta noche de abril, con dos canciones, se ha llenado de motivos para celebrar.

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