Dookie (1994), el gran salto de Green Day

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TREINTA ANIVERSARIO

 

«El grupo había crecido musicalmente y su expansión no solo se iba a medir en discos vendidos y mayores aforos para sus conciertos, también demostraban ser capaces de escribir grandes canciones»

 

Fernando Ballesteros ofrece un repaso exhaustivo por el tercer álbum de estudio de Green Day. El que les llevó a abandonar los circuitos independientes para saltar al reconocimiento mundial y al mainstream. El que aguarda temas fundamentales como “Basket case” y “ Longview”. El que les convirtió en una banda histórica.

 

Green Day
Dookie
REPRISE RECORDS, 1994

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Bonita papeleta hablar de Dookie y recordar los motivos por los que a muchos de nosotros nos costó tanto sacar el disco del reproductor. Lo que ocurrió con aquel elepé, en resumidas cuentas, es que se trataba de un artefacto irresistible para un veinteañero. No hacía falta que pasaran los años, ya en el 94 sabíamos que no estábamos ante un disco complejo y, por supuesto, no había nada de innovación allí. ¿Pero qué me dicen de las canciones?

Hasta llegar a este punto, los Green Day, que se habían formado a finales de la década de los ochenta, ya habían editado dos elepés. Fue tras la salida del segundo, Kerplunk, y el revuelo que formó, cuando la banda pasó a ser popular por lo menos en una escena musical muy concreta. Aún estaban muy lejos de convertirse en estrellas, pero la banda ya había estado en Europa. Cuentan los que lo vivieron de primera mano que las bases ya estaban puestas y que ver a aquellos chavales tocando para cien personas ya te hacía comprender que estábamos ante algo que iba a crecer mucho y rápido. Y no faltaba demasiado para que aquellos augurios se hicieran realidad.

Fue durante la gira de su segundo álbum cuando se marchó su batería original. La llegada de Tré Cool terminó de conformar el trío que se iba a convertir en todo un fenómeno mundial. El contexto también favoreció que todo aquello ocurriera. Pero los Green Day venían de un circuito que no iba a ver con buenos ojos el paso a un siguiente nivel. Desde los tiempos en los que aún eran Sweet Children, Billie Joe Armstrong y Mike Dirnt se habían movido en el mundo independiente, de manera que los que les habían seguido desde sus tiempos de actuaciones en centros sociales iban a tener difícil digerir el gran salto.

 

Adiós a los años independientes

Lookout Records había sido su hogar hasta ese momento, pero los cantos de sirena no tardaron en llegar. Llegado el momento tomaron la determinación de decir adiós, de forma amistosa,  a su discográfica y emprender un nuevo camino que les iba a llevar a los oídos de millones de fans en todo el mundo. Lo hicieron de la mano de Reprise Records con los que terminaron firmando un nuevo contrato en abril de 1993.  Fue entonces cuando se metieron en el estudio de grabación durante tres semanas para registrar el que iba a ser su tercer disco. Lo que salió de aquellas sesiones fueron catorce canciones, menos de cuarenta minutos de música y un producto que, en apenas un par de meses, había despachado más de un millón de discos. Green Day se habían convertido en la punta de lanza de toda una serie de bandas que llevaban con orgullo la palabra punk en su definición pero que, al mismo tiempo, eran capaces de darle una pátina pop a sus composiciones.

Habíamos hablado del contexto y es importante volver a él. Cuando los Green Day sacaron su segundo disco, Nevermind estaba en lo más alto de las listas, así que es fácil comprender los motivos por los que se convirtieron en objeto de deseo de las grandes discográficas. Lo tenían todo para ser la próxima sensación y, por si fuera poco, a diferencia de los chicos del grunge, eran capaces de expresar todas sus inquietudes y dar salida a sus angustias generacionales en cápsulas de tres minutos bastante más ligeras. Algo en el ambiente marcaba en 1994 que había llegado el momento de rebajar un poquito la intensidad y en ese panorama no se me ocurre nadie mejor que los Green Day para hacerlo.

Por el mismo motivo, para los más críticos, era complicado simpatizar con el lado pop de Dookie. Allí había rabia, por supuesto pero olvídense de hablar de política. Las preocupaciones de Billie estaban aún muy lejos de algunos caminos que terminaría tomando con el paso del tiempo y, sin embargo, ya en aquel lejano 94 tenía una habilidad innata como letrista. Lo suyo era hermanar melodías potentes con textos honestos y claros, y el resultado era un clarísimo tiro en la diana. La producción también remaba a favor de las canciones. El trabajo de la banda junto a Rob Cavallo fue sobresaliente. Las tres semanas que estuvieron en el estudio a finales del 93 les sirvió para parir un sonido que no les separaba demasiado del mundo independiente del que procedían, pero que, a la vez, les acercaba a su nueva realidad mainstream. Y en ese complejo juego de equilibrios se movieron con maestría, en un síntoma más de que estaban preparados para disfrutar de un gran éxito.

El disco se abre con “Burnout” un tema que bebe de los elementos clásicos del punk, apenas dos minutos para poner en aviso sobre lo que se avecina, todo un acierto para abrir el álbum. La melodía alegre de “Having a blast” le da continuidad al juego y en “Chump” el trabajo de la sección rítmica es sencillamente magistral. Tres de tres y estamos preparados para uno de  los grandes momentos del disco. Y es que llega “Longview”, uno de los temas que dejan bien claro que el grupo había crecido musicalmente, que habían ampliado el campo de juego, que su expansión no solo se iba a medir en discos vendidos y mayores aforos para sus conciertos. Habían sabido evolucionar con inteligencia y demostraban ser capaces de escribir una canción que, elegida como primer single, se iba a situar en lo más alto de las listas.

“Welcome to paradise” ya la habían grabado en Kerplunk y fue revisitada para la ocasión en una decisión que mereció la pena. No hay que darle muchas vueltas a la canción, estamos ante un pelotazo punk, si quieren punk pop, con la fuerza y la melodía que le pedimos a estos pepinazos. Nada malo se puede decir de ella. “Pulling teeth”, sin embargo, se aleja algo del sonido canónico del disco. En ella ponen algo de distancia con el punk. Las armonías, el rasgueo de guitarras, recuerdo que en algunas de aquellas decenas de audiciones de la época, me llevaba a pensar en nombres como TFC antes que en otros clásicos del que, en teoría, era su género. De lo más gloriosamente pop del disco, sin duda.

“Basket case” es la canción del disco que más sonó y la que más lo ha seguido haciendo porque estamos ante un clásico del rock, así, con mayúsculas. Yo no las escucho, pero apuesto a que en esas emisoras especializadas en rock que te ponen unos cuantos clásicos en rotación durante las 24 horas del día, esta no falta y creo no me equivoco.  No es extraño que la canción haya pasado a esta categoría de históricas, porque sonaba a clásico desde la primera escucha. Pero Dookie era tan pródigo en grandes canciones que, a renglón seguido, “She” apenas bajaba el nivel. Es imposible no caer rendido ante la melodía de un tema corto, bonito, accesible, POP. Ocurre sin embargo, que hasta en los mejores trabajaos hay borrones y aquí “Sassafras roots” tiene ese dudoso honor. No sé decir nada bueno de ella.

Menos mal que llega al rescate “When I come around” que huye de la inmediatez punk para ofrecernos otros sonidos decididamente más rockeros, entre los que destaca la exhibición vocal de Billie con su inconfundible tono nasal. Toda una demostración de lo que eran capaces de hacer y que les llevó también a la cima de los charts para seguir dándole vuelo comercial al elepé.

A estas alturas del disco y porque la secuencia de títulos nunca es casual, el grupo decidió que convenía encadenar tres canciones que no llegaban a los dos minutos. Y la elección es todo un acierto. La simpleza de “Coming clean” no le resta ni un ápice de encanto. “Emenius sleepus” tiene algo adictivo mientras que “In the end” acelera el ritmo preparándonos para la despedida que llega con “F.O.D”, el corte con más variaciones y que más juega con los contrastes. Armstrong canta el primer verso con un colchón acústico, luego toma la escena la electricidad y la canción gana en contundencia.  Aquel era el broche, o eso parecía, porque estábamos en una década en la que estaba a la orden del día lo de esconder canciones casi como un regalo para el fan. En esta ocasión, “All by myself”, compuesta e interpretada por Tre Cool, era la encargada de cumplir ese —casi— anecdótico rol.

 

La furiosa reacción tras el éxito 

Dookie se llevó el Grammy a mejor disco alternativo, desde su publicación ha vendido más de veinte millones de copias y treinta años después de ver la luz ostenta ya la categoría de superclásico. El grupo reaccionó ante el gran éxito optando por uno de los caminos  habituales en estos casos. Como si fueran conscientes de que repetirlo era imposible, lanzaron Insomniac en el 95, más rabioso, algo más rápido, menos comercial. Y sí, tenían razón, vendieron mucho menos.

Luego llegaron Nimrod Warning con su bajada de revoluciones no muy bien entendida por el público. La sensación era que nunca iban a volver a acercarse a las cotas de reconocimiento de Dookie y entonces ocurrió lo impensable: American idiot les volvió a poner en el primerísimo primer plano. Desde entonces, han dado algún paso en falso y no han editado ninguna obra sobresaliente, ¿y qué? Para muchos, la grandeza de esta banda se escribió antes del 94; solo por lo que grabaron en sus tres primeros discos ya todo merece la pena. Si a eso le añadimos su “segunda juventud” en los primeros años del nuevo siglo y su pujanza en directo, pues todos contentos. Green Day están muy vivos y nos recuerdan los motivos de su grandeza.

Y, sin embargo, y tantas decenas de millones de discos vendidas después, todavía, de vez en cuando, te encuentras a alguien que te dice que aquel éxito noventero lo tenían que haber disfrutado BUM; y yo no digo nada,  pero,  tras escuchar Dookie, pónganse también Wanna smash sensation.

Anterior entrega de 30º Aniversario: Nine Inch Nails: The downward spiral (1994), el descenso triunfal de Trent Reznor.

 

 

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