«Vamos a la contra en la música y en la vida. Lo más interesante de la vida es dudar.»
Eduardo Tébar nos descubre a Dolorosa, la banda de Natalia Muñoz y Raúl Bernal formada en el ya extinto Ruido Rosa granadino.
Texto: EDUARDO TÉBAR.
Dolorosa es la última banda surgida en el Ruido Rosa, catedral de la noche musical de Granada durante treinta años. Natalia Muñoz cantó en público por primera vez en este bar, en julio de 2014, al tiempo que gestionaba la programación en su última etapa. Raúl Bernal también trabajaba en otro garito histórico de la ciudad, el Peatón, cuando llegó para incorporarse a la banda de José Ignacio Lapido a mediados de la década pasada. En aquellas barras se forjó la cultura rock de varias generaciones. Natalia empezó a pisar Peatón con sus amigas siendo quinceañera. “Y me noqueó”, reconoce Bernal. “Yo venía de un pueblo de Murcia, donde todo era de lo más estándar. Y me encuentro con unas chavalas que me descubrían música a mí. Ella acudía al bar donde yo curraba y yo terminé frecuentando el bar en el que curraba ella. Los bares son muy importantes. Es algo que se está perdiendo: que la gente vaya a los pubs a escuchar música. Los parroquianos del Peatón del año 2006 iban a prestar atención a la música. Y al Ruido Rosa todavía se iba por ese motivo. Escuchar música y hablar de música en un garito es maravilloso”.
Raúl Bernal participa en un sinfín de proyectos integrados en la cooperativa Cabaña. En 2016 giró con Loquillo, pero observó que su manera de entender el oficio no encaja con la estructura del mainstream. Dice que creó Jean Paul hace casi una década para saciar su ego, aunque ahora prefiere rebajar la gravedad de su escritura y volar libre. En Natalia encontró algo más que un contrapunto naif: Raúl compone para ella. Tomaron contacto cuando Bernal cometió la audacia de acompañar el último álbum de Jean Paul con una interpretación íntegra del “Songs of Leonard Cohen” en 2013. “Siempre me ha gustado ese contraste que practicaban Gainsbourg, Cohen o Sinatra. Pero esto ni siquiera es un dúo. No hay pregunta y respuesta. Para mí, el grupo es Natalia. Aquí aflora mi sensibilidad femenina”, explica Raúl. La formación de Dolorosa se completa con Antonio Lomas (Grupo de Expertos Solynieve), Luis Martín (Red Passenger), Fran Ocete y Chesco Ruiz (Brío Afín), que representan diversas proles de escena granadina.
En la presentación de “Que el mañana sea bueno” (Wild Punk), su primer elepé, llenaron el Teatro Alhambra. Raúl Bernal cambió las teclas por una sinuosa Grestch de palanca. “Es que compongo con guitarra”, matiza. “La imagen del tío cantando al piano resulta guay si eres Dr. John o Leon Russell”. Dolorosa nació intimista y termina encarando la realidad común, como demuestra la aplaudida ‘Canción protesta’, con la que cierran sus conciertos. Una letra que recopila las pancartas de las manifestaciones. “El grupo está gustando a gente de nuestra quinta”, apunta Bernal, nacido en el 81. “A nuestro público les están pasando las mismas cosas que a nosotros”. A diferencia del Donosti Sound, que tanto agrada a Raúl –grabó maquetas nunca publicadas con Rafael Berrio–, el discurso Dolorosa es político. O al menos está impregnado del azote colectivo. Y toma partido. “La música debe molestar, pero con la mayor elegancia posible”. Es la premisa.
«Nuestra música era más tímida y frágil al principio. Pero es que todo estaba por hacer»
Clásicos inmediatos como ‘Dominar el tiempo’ o ‘Tú te vas de mí (por la mañana)’ se concibieron como boleros, con guitarra española. Sin embargo, abren el álbum con ímpetu de banda. “La culpa la tiene Antonio Lomas, el batería, que decidió darles un giro. Antonio es un tío con mucho olfato para los repertorios. Su opinión fue determinante. Nuestra música era más tímida y frágil al principio. Pero es que todo estaba por hacer. Partimos de cero y vimos que el proyecto funcionaba. Ha sido un proceso natural. Lo que partió con canciones tranquilas ha derivado en una banda que trabaja como tal”. Pero hay más: la pieza que da título al disco se apoya en los ejes de la copla, busca la esencia lorquiana como Paco Ibáñez, mete trompeta mariachi y emprende el camino fronterizo de Calexico con ‘reverb’ y trémolos. “Son recursos que nos acercan a nuestra identidad”, señalan.
Raúl y Natalia reivindican a la Cecilia que adaptaba poemas de Valle-Inclán, faceta ignota para los musiqueros de este país que se quedaron en “Rosa de sanatorio”. “La letra de ‘El testamento’ ha sido la más difícil que he cantado”, confiesa Natalia, que se atrevió a encararla en un recital en el Realejo, el barrio del grupo. “Cecilia era una compositora durísima y posicionada. Y tan joven”, medita la vocalista. Bernal repite en todas las conversaciones la palabra “dignidad”. La integridad lastrada del músico en una industria sostenida por marcas de cerveza. “Yo ya no tengo prejuicios con nada. Me da igual todo. Busco libertad”, enfila. “Vamos a la contra en la música y en la vida. Lo más interesante de la vida es dudar. Mi respuesta siempre es ‘no’. Me tienes que convencer. Hemos dicho que no a muchas cosas. Es necesario si quieres que tu banda sea digna y pueda volver dentro de unos años sin resultar sonrojante”. Raúl se refiere a la canción como esa torre sagrada que alzó Cohen. “Tocar y hacer canciones es la base de este oficio. Si no te lo tomas en serio, apaga y vámonos. Grabar una canción implica una responsabilidad”. Palabra de Dolorosa.