«El intérprete está al servicio de la canción; hay grandes voces que me conmueven muchísimo, pero no por ser una gran voz, sino porque además de la gran voz hay algo en ellas que es el sentimiento de poder expresar con un instrumento increíble una fragilidad o un sururro»
Dolores Solá, conocida por ser la voz del grupo de tango La Chicana, se ha animado a probar con un primer disco solista en el que ha buscado temas olvidados del primer tercio del siglo pasado, de lo que ha resultado una obra personal y absolutamente original. Juan Puchades conversa con ella.
Texto: JUAN PUCHADES.
Aunque La Chicana sigue actuando en directo, el grupo tanguero lleva un tiempo descansando de los estudios de grabación, lo que han aprovechado sus líderes, Acho Estol (compositor) y Dolores Solá (vocalista), para preparar discos en solitario. Él el segundo, ella el primero, que estos días se ha puesto a la venta en España desde iTunes y que en septiembre llegará a las tiendas en formato físico de la mano del sello madrileño Galileo. Y en Madrid es donde está Dolores Solá, tras un viaje que la ha llevado a actuar en Shangai, París y Sicilia. Pero, en Madrid está de vacaciones, haciendo de anfitriona –conoce tanto la ciudad que puede ejercer de cicerone– de unos familiares, aunque aprovecha para promocionar su «Salto mortal», un disco en el que se ha zambullido en los repertorios de Carlos Gardel, Agustín Magaldi e Ignacio Corsini –tres de los primeros cantores de tango– para localizar gemas poco conocidas de los años 20 y 30 del siglo pasado. Canciones que van del tango al fox trot, pasando por el pasodoble o el vals y que Solá desempolva del olvido y pone al día con cariño y mimo en su voz majestuosa.
¿Cómo ha sido que tanto Acho como tú habéis decidido preparar proyectos en solitario?
Después de mucho tiempo haciendo música juntos, los dos reconocíamos la necesidad de sacar nuestros proyectos por nuestro lado, un poco para airear a La Chicana y otro poco porque ambos tenemos una parte artística que queríamos explorar por otros lados. Además de que un proyecto en el que hace tanto tiempo que estamos, y con matrimonio en el medio, es fuerte [risas], es muy lindo, pero es también una experiencia fuerte en lo cotidiano. Además, yo empecé a cantar cuando conocí a Acho, así que después de una carrera con La Chicana necesitaba la experiencia de poder trabajar con otros músicos, con otra gente, y también de saber dónde empezaba Acho y dónde empezaba y terminaba yo. Se da una simbiosis trabajando juntos tanto tiempo, y siendo marido y mujer, que uno necesita en un momento decir, «¿tengo algo que decir yo solita? A ver qué elijo, qué hago, cómo me la monto». Así que fue una experiencia para mí impresionante, de las más ricas que he vivido.
O sea, que sí que tienes cosas que decir tú sola.
¡Pues sí! [risas] Claro, era hacer una propuesta interesante, porque no se trataba de hacer un disco más de tango. Hay muchos discos de tango, y además muchos de cantantes mujeres que uno los agarra y son una lista de bellas canciones de distintas épocas, que es como una lista arbitraria de las canciones que a uno le gustaría cantar, y yo no quería eso, quería algo un poquito más conceptual, y no sabía si era posible, no tenía la menor idea, pero se fue armando un repertorio con toda una lógica y con todo un universo común. Y eso es lo maravilloso, porque me dediqué a escuchar a Gardel, Corsini y Magaldi, más por descubrir bellas canciones que por hacerle un homenaje a ellos. Yo quería reconocer las canciones bonitas, porque quería cantar canciones que no fueran conocidas y empecé a escuchar su obra y a buscar canciones que no hubieran sido cantadas demasiado, y para descubrir la canción, nada mejor que tres voces que a mí me encantan; a veces uno escucha un lindo tango por un cantante que no le gusta nada y se pierde el tango, por el cantante. Entonces empecé a escuchar a ellos tres y me di cuenta de que no solamente encontraba bellísimas canciones muy desconocidas, sino que los tres me revelaban un mundo, un universo, una época de Buenos Aires que me interesaba mucho, que tenía que ver con mi padre, y empezaba a tener una presencia su figura, y una época interesante de Buenos Aires, la Belle Epoque de Buenos Aires, donde esa inmigración estaba reciente, donde muchos de los autores de las canciones eran extranjeros, sobre todo españoles, y donde además estos tres cantores, que son como los tres ejemplos del cantor criollo, del cantor nacional y del cantor de tango, son los primeros, me mostraban también una audacia por fuera de los confines del tango, ellos eran cantores criollos por excelencia y se dedicaban a la canción campera y al tango, pero eran tres tipos muy jóvenes y con la cabeza también con lo que ocurría fuera, en París, en Nueva York, que empezaba a ser una ciudad muy importante culturalmente. También me di cuenta de que el humor estaba muy presente, que había algo lúdico en esa cosa de ‘La hija de la japonesita’, de cantar un fox trot, o un pasodoble, que si uno lo escucha es como un acercamiento a un pasodoble porque nada era demasiado categórico.
Sí, al igual que el fado, ‘Caprichosa’, que no es un fado muy ortodoxo.
Claro, de fado tiene poco. Entonces descubrí algo en común con La Chicana, esa cosa que no es categórica, encerrada en el tango, sino que nos gusta jugar con las sonoridades del mundo que sentimos afines con el espíritu del tango y de la época, ellos hacían lo mismo, y fueron los primeros.
¿Qué es lo que ha de tener una canción para que te conmueva lo suficiente para querer hacerla tuya e interpretarla?
Podría decirte que la letra, que la melodía… Pero la verdad es que hay algo mágico y casi irracional, porque hay canciones de los Beatles que uno escucha la letra y no es gran cosa, o una canción de Calamaro que la canta él, con esa voz de que se acaba de levantar de la cama y que nunca estudió canto y, sin embargo, es una belleza y uno la prefiere antes que canción cantada por el cantor más espectacular, por la voz más trabajada, hay algo de magia en las canciones. Hay algo que se nos revela a través de ciertas canciones que va directamente a lo emocional y que no sé dónde radica exactamente. Es como cuando a uno le gusta una persona, me gusta un hombre, ¿qué me gusta? Podría decir que es inteligente, es guapo, pero la verdad es que hay muchos hombres inteligentes y guapos y no me gustan, con las canciones pasa lo mismo, es como un encuentro en el que muchas veces se coincide con una cantidad de gente. Muchas veces hay una canción pequeñita que recorre el mundo, conmoviendo desde la China hasta aquí. ¿Y qué tiene esa canción, o esa voz? Una voz rota, como la de Chavela Vargas y que al mismo tiempo, dices ¿porqué canta también? ¿Qué es cantar? Lo mismo con Bola de Nieve, ¿qué es cantar? Con las canciones pasa un poco lo mismo.
Tú, además, creo que no eres demasiado aficionada a esos cantantes, que en el tango se dan mucho, que juegan a tener una voz superfantástica, maravillosa, tanto que a veces parece irreal. Creo que tú prefieres el sentimiento, ¿no?
Lo principal es la canción, ¿no? El intérprete está al servicio de la canción, y hay grandes voces que me conmueven muchísimo, pero no por ser una gran voz, precisamente, sino porque además de la gran voz hay algo en ellas que es lo más importante, que es el sentimiento de poder expresar con un instrumento increíble una fragilidad o un sururro… O sea, no me gusta escuchar la maravillosa voz, me gusta escuchar la canción, por eso soy una defensora de que cantar es lo que hace Tom Waits, también lo que hace Pastora Vega, ¿no? Pero, bueno, a mí hay momentos en que me parece que las grandes cantantes se están olvidando de la canción, hay cantantes que nunca caen en ese error, pero cuando hay una gran voz es una gran tentación pasar a primer lugar y olvidar lo que hay detrás. Así que sí, como dijiste, soy una defensora del cantante chiquito pero que te mata.
En el disco has intentado buscar un sonido natural, nada cargado, eludiendo los grandes arreglos, que las canciones sonaran muy desnudas, ¿ha sido así?
Sí, porque vengo de La Chicana, que es barroca, y sí, quería algo, no me gusta la palabra minimalista, pero quería algo puro, y al mismo tiempo me costó mucho encontrar un término medio, y sobre todo aprender a saber transmitirle a los músicos lo que yo quería, porque en algunos casos yo quería un sonido de cajita de música, o un sonido de Vinicius Capossela, de Tim Burton, de cajita de música de ayer, medio diabólica, por ejemplo para ‘En un pueblito de España’, quería un piano de juguete, pero al mismo tiempo quería algo despojado, así que me comuniqué como pude, porque no tengo un lenguaje musical, no soy arregladora ni sé música. Creo que busqué muy buenos interlocutores, músicos que tenían una búsqueda personal en lo que hacían, no sé si afín, pero sabía que me iban a interpretar lo que les dijera, y me fue muy bien porque parte de los arreglos del disco son responsabilidad de ellos y de la improvisación. Fue una cosa muy artesanal, hasta el último momento yo no sabía si iba a ser un desastre o si iba a ser precioso, no tenía la menor idea. Ahora estoy contentísima, no puedo creerlo, porque, además, tengo el disco que quería, desde la gráfica hasta el sonido. Soy una persona que viene de una tutela artística fuerte, que es la de Acho, que tiene una impronta y una personalidad muy fuerte, entonces, como primeriza, la sensación es que andaba como a ciegas y una vez que terminé el disco, me di cuenta de que no, que en realidad sabía mucho más de lo que yo pensaba, fue un aprendizaje.
¿El título del disco, «Salto mortal», refleja un cierto miedo por lanzarte en solitario?
Fue perfecto, no podría haberse llamado de otra manera, además uno de los temas que más me gustan se llama ‘Santo mortal’, el tango, porque además ese tema habla de un circo y me encantó el universo del circo como inspiración de la gráfica. El circo criollo, que tuvo mucho que ver con la dramaturgia, los cantantes, los actores y la cultura en general de esa época, y era perfecto porque para mí era un salto mortal, un vértigo.
¿Crees que seguirás grabando discos al margen de La Chicana?
Sí, creo que tengo ganas y que le hace mucho bien a La Chicana.
¿Sí?
Sí, que cada uno ande en sus búsquedas me parece que es muy importante. Lo hicimos en un momento ideal porque La Chicana tiene todo un recorrido, y cuando empezamos éramos absolutamente desconocidos los dos y ahora tenemos una carrera hecha, y está bien que eso no se limite a La Chicana, que La Chicana siga siendo un proyecto de los dos, cuidado, amado y los proyectos solistas ayudan a que La Chicana sea un lugar de construcción y no de frustración, como puede ocurrir a veces, o de desencuentros.
Hace unos meses, en una entrevista, Acho me comentaba que estabais pensando ya en el siguiente disco de La Chicana y que quizás fuera un álbum doble, ¿sigue adelante ese proyecto?
Sí, sí, tenemos muchas ganas de hacer un disco de «covers», palabra que no se usa en el tango, y otro disco con temas de Acho. Además, muchos de esos «covers» son bastante audaces y divertidos, y creo que está bueno como próximo disco del grupo.
En 2006 debutaste como actriz en la película «Ciudad en celo», ¿cómo es tu relación con el cine?
Mi relación con el cine es relajadísima, siempre tengo ganas de actuar, pero espero que me acerquen propuestas y no me han acercado ninguna que me entusiasmara, o que me diera la seguridad de que iba a hacer algo interesante, serio, bien hecho, así que, nada, me dedico a la música, hasta que llegue otra propuesta como «Ciudad en celo». En abril terminé una miniserie para la RAI, resultó divertido e interesante, una megaproducción de época, mi papel me gustó mucho, porque era una bandadida, analfabeta, ex prostituta, me sorprendieron con el papel que me dieron, me gustó mucho y lo hice. Era una bandida que vivía en el monte, la única mujer en todo un grupo de hombres. Esa ha sido mi última aventura como actriz.
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