DISCO
«Black Francis no ha perdido el ímpetu para empujar al pop a niveles de belleza calmada y a la vez rabiosa»
Pixies
Doggerel
BMG, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
Como siempre, Pixies lo han hecho. En su nuevo disco, Doggerel, que ve la luz hoy mismo, no se ajustan a ninguna norma más allá de darle a cada canción aquello que merece en sus arreglos, sea rock distorsionado, pop que continúa la línea clásica o folk con salsa de insolencia. Básicamente, una prolongación de lo que han hecho en toda su carrera, donde sus elepés contaban con canciones que se entendían maravillosas, junto a otras que seguramente no se ajustaban del todo a los criterios del fan. Pixies es un grupo compacto al que se le debe valorar canción a canción.
Así pues, la crítica de sus discos no tiene que coincidir con criterios objetivos. La mejor manera de tomarlos es hacer un vaciado de las canciones que llegan con mayor ímpetu al crítico. Y a este le ha llegado “Nomatterday”, la más Pixies del conjunto, si es que algún tema puede encajar en esa adscripción. La misma batería matemática que en sus grandes canciones, los mismos guitarreos abstractos y emocionantes, la voz envuelta por cavernas… Y, sobre todo, le ha fascinado la intensidad, la energía juvenil. Entre las diversas texturas que tienen sus canciones, esta se vuelca al final en dejes psicodélicos.
Sin embargo, sí que hay una línea que ha conectado siempre las canciones de Pixies: su extraña mezcla de sensibilidad y energía, y sus melodías magnéticas. Por ello, las canciones de espíritu más pop son las que más traspasan a este cronista. Hay un buen ramillete de cortes con estas coordenadas. “Haunted house” es muy british, con esa estructura melódica en el punto justo de cocción, como una canción perdida de The Kinks. También es un pop de pureza británica —con toques folk— “Pagan man”, una de esas composiciones que se va haciendo a medida que pasa cada segundo.“The lord has come back today” y “Thunder and lightning” son ya el colmo del pop con poder, las dos a la manera de Teenage Fanclub.
Si pasamos al bloque del rock encontramos la distorsión de “Get simulated”, las guitarras punzantes de “There’s a moon on” o “Dregs of the wine”, que aporta a su fuerza algunas gotas de melancolía; incluso se podría decir de esta última que conecta con el espíritu glam rock o con The Who.
El disco también posee líneas alejadas de esta dicotomía que cierran el trabajo y sorprenden. “Who’s more sorry now?” proyecta un aire folkie muy descreído y en “You’re such a Sadducee” unos coros espectrales transportan a un sublime crescendo. “Doggerel”, la que da nombre al disco, lleva al extremo su viaje por territorios exóticos, es un recitado con voz grave a la manera de Tidersticks o Lou Reed, con un solo impresionante que cierra la canción y el álbum.
Como siempre, abordan relatos sobrenaturales, energías del universo o vidas virtuales sin el apoyo de ningún dios en un repertorio construido de manera inusual. Se puede decir de él que es un disco maduro y sería mentira. Lo es en el sentido de que Black Francis y su grupo ya tienen unos años; pero Francis, que se presentó al estudio con cuarenta canciones ya preparadas, que después fue completando el resto del grupo en Los Ángeles, no ha perdido la ilusión ni la energía y el ímpetu para empujar al pop a niveles de belleza calmada y a la vez rabiosa.
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Anterior crítica de discos: Deuce (Deluxe edition), de Rory Gallagher.