Divine symmetry, de David Bowie

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DISCOS

«Se extraen infinidad de matices simbólicos que nos ayudan a valorar la riqueza del inagotable baúl artístico del Duque Blanco»

 

David Bowie
Divine symmetry (An alternative journey trough Hunky dory)
WARNER, 2022

 

Texto: SARA MORALES.

 

Qué decisivo fue Hunky dory para que Bowie, hoy presidiendo el Olimpo de los dioses, comenzara su camino hacia él. De esa particularísima cosmovisión del pop que dejó inscrita en este álbum publicado en 1971, con una vuelta a las formas ya sembradas en Space oddity (1969) y abandonando en parte el código rock de The man who sold the world (1970), se extraen además infinidad de matices simbólicos que nos ayudan a valorar la riqueza de su inagotable baúl artístico. Mensajes encriptados, misivas escondidas, misterios y resoluciones ambiguas que nos acercan a comprender mucho mejor el refugio interior del Duque Blanco. O quizá no tanto, pero precisamente por eso siempre resultará uno de sus trabajos más enigmáticos y fascinantes.

Era de esperar, por tanto, que este álbum diera todavía más de sí con el paso del tiempo. Y ya ha ocurrido. Ahora llega en forma de cuatro discos, acompañados por un libro excepcional y un cuaderno de notas, reunidos en un box set que rescata el trabajo previo de Bowie durante la concepción de tan venerado elepé. Letras escritas a mano, diseños de vestuario, apuntes de grabación…, tesoro tras tesoro para acercarnos a ese repertorio con el que dotó de cromatismo la recién inaugurada década de los setenta. Este tiempo fue, como decíamos, decisivo para Bowie. 1971 fue el año en que conoció a Andy Warhol, a Lou Reed y a Iggy Pop. El año en que cantó con Dana Gillespie y montó una banda de acompañamiento con el guitarrista Mick Ronson, el batería Woody Woodmansey y el bajista Trevor Bolder que, más adelante, se convertirían en The Spiders From Mars. Todo ello, y mucho más, se ve reflejado en Hunky dory.

El disco, que abre con la incunable “Changes”, que contiene la inmortal “Life on Mars?” y se pasea por tributos personales a referentes como Dylan (“Song for Bob Dylan”, junto a George Underwood), “Andy Warhol” junto a Gillespie o a la Velvet Underground (“Queen bitch”), acoge también piezas de segunda línea pero con una vocación existencialista tal, que merecen ser rescatadas y alzadas cincuenta años después. Es el caso, por ejemplo, de “Quicksand”. Y cómo remueve volver a encontrarse de nuevo con esta canción, solo que ahora más desnuda, más natural, frente a frente. Porque uno de los aciertos de esta caja de lujo se encuentra en ese rescate de demos y rarezas. Hasta cuarenta y ocho cortes inéditos de la época, además de maquetas, nuevas mezclas y grabaciones en directo para el programa de John Peel, para Sounds of the 70s y en el Friars de Aylesbury. Una maravilla. Un viaje sin retorno que ya comenzó hace muchos años con el Hunky dory original, pero que, ahora, con todos estos extras, se completa más que divertido y curioso.

Anterior crítica de discos: Los días pasarán, de Flecha Valona.

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