Diego A. Manrique dedica su último artículo de “El País” al libro “Jacksonismo”, de Caja Negra Editora, en el que, coordinado por Mark Fisher, se recogen veinte reflexiones sobre el fenómeno Michael Jackson.
“A corto plazo, no cabe esperar la aparición de biografías fiables: familiares y asociados andan peleando por los cachos de su herencia; los empleados siguen amordazados por cláusulas de confidencialidad. Y eso revaloriza proyectos como Jacksonismo. Aunque dudo de que los consumidores de ensayos musicales de alta gama tengan especial interés por Michael. El libro precisamente arremete contra “el hipsterismo blanco a lo Greil Marcus”, una patología bastante frecuente en este país”, dice Manrique.
“En ‘Jacksonismo’ abundan los textos de aliento posmoderno, que celebran a Michael como avatar del siglo XXI: el Peter Pan que rectificó su raza y desechó su sexualidad normativa. Argumentos reforzados por citas de Baudrillard, Lyonard y tutti quanti.”
“Simplificando: estamos ante un artista extraordinario que se dejó llevar por sus peores instintos. Hasta ‘Thriller’ (1982), Michael funcionó como audaz sintetizador de géneros: soul, pop, rock, disco music. Tras el megaéxito, se impuso el reto de multiplicar sus ventas e intentó modular su música para conectar con lo que imaginaba sería la demanda de un público global.
Terrible error. De ir en cabeza, o por lo menos codeándose con Stevie Wonder y Prince, a perder la iniciativa.”
Y, concluye Manrique, “Empeoró: alguien que en su vida diaria evitaba el contacto con la humanidad, sufrió arrebatos de mesianismo y se empeñó en salvarnos de guerras, racismo, catástrofes ecológicas. Terminó confundiendo los males del planeta con sus problemas judiciales, sus choques con los medios, sus paranoias.”
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Diseccionando a Michael Jackson”.