«En el peor de los casos, este será uno de esos discos que se disfrutan un par de décadas después de su edición»
Lana del Rey
“Ultraviolence”
UNIVERSAL
Texto: JUANJO ORDÁS.
El nuevo disco de Lana del Rey es lento, agobiante, angustioso… y con madera de clásico. No es exagerado, habrá quien siga debatiendo si la chica es un producto o no, pero sea como sea, ha grabado un álbum que consigue sobrepasar el soporte de la música para volverse un artefacto. Las canciones de “Ultraviolence” se arrastran como serpientes moribundas en un paraíso en llamas, por moder, no quieren ni morder, parece que solo esperan arder camino al olvido mientras la joven canta con una decadencia y expresividad bastante conmovedoras.
Un trabajo triste con el que madura de forma sorprendente, tanto que no sería raro que empezaran a escucharla aquellos a los que “Born to die” ni siquera les interesó. Lana canta mejor, con más experiencia pero también amargura, por momentos parece a punto de ahogarse en bilis negra aunque lo que acaba escupiendo son canciones hermosas sobre la soledad y el dolor. Muy bueno Dan Auerbach como escudero de lujo: como canción de adelanto ‘West coast’ parecía una adaptación del sonido de The Black Keys en clave crooner, pero lo que hace es dotar al disco de un sonido particular que, se quiera o no, parte de sus conocimientos previos como miembro del célebre dúo.
“Ultraviolence” puede cansar, puede agotar, y bastante. Tiene gracia que se lance en estas fechas tan calurosas porque el efecto que provoca el disco es ese, calor, densidad. Hay que ser valiente para seguir a un antecesor de éxito con un trabajo tan poco comercial. Que no, que esto no hay manera de inculcarlo, que va a gustar o no y todo va a depender de la fidelidad de sus seguidores, de su comprensión y de las extrañas normas que rigen un mercado muchas veces raro en su comportamiento. En el peor de los casos, este será uno de esos discos que se disfrutan un par de décadas después de su edición, en el mejor, podría comprenderse desde un primer momento, desde ya, pero que nadie espere nada inmediato, es complicado acabar su escucha y poder tararear alguna de sus serpenteantes canciones, pero poco a poco se van deslizando.
Lo curioso es que con esta obra, esta chica ha llegado a un punto de cocción digno de elogio, corriendo unos cuantos kilómetros más allá de donde la dejó su exitoso álbum anterior. Todo lo adolescente que se le presuponiera, se ha desvanecido aunque haya sido a golpe de lágrima. No, “Ultraviolence” no es feliz, pero habita en el mismo mundo que Harry Nilsson y Nico. No es un mal lugar.
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Anterior crítica de discos.: “Flores de Europa”, de Los Lagos de Hinault.