Discos: «The truth serum», de Los Valendas

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«Reconforta notar a los mallorquines tan pletóricos como en sus mejores días»

los-valendas-20-01-14

Los Valendas
«The truth serum»
BLAU/DISCMEDI

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Los aniversarios suelen ser la excusa perfecta para la recuperación mortecina de unas briznas de gloria. La rememoración nostálgica de un tiempo pasado que, casi siempre mejor, trata de reproducir los tics de antaño sin siquiera alcanzar la mitad de su hervor. Por fortuna, hay un mínimo porcentaje de casos en los que la regla se resquebraja, y uno de ellos es el nuevo álbum de Los Valendas: el cuarto en más de veinte años de carrera intermitente, cuyo vigésimo aniversario (en 2010) les llevó a recuperar su formación original, la misma con la que deslumbraron a principios de los noventa como la banda de rock clásico más deliciosa de aquel momento en nuestro país, junto a los madrileños Pribata Idaho.

En su caso, quizá sea desproporcionado hablar de gloria pretérita, por cuanto su propuesta obtuvo merecido (pero relativo) eco más por coincidencia idiomática que por similitudes estilísticas con la primeriza hornada indie rock estatal con la que compartían protagonismo. Y por la incuestionable excelencia de sus canciones, claro, especialmente las del impoluto «One, two… tree» (editado por Munster en 1993), uno de esos raros álbumes de pop perfecto. Quizá sea esa también su mayor ventaja, jugar sin ambages la carta de lo atemporal, aunque eso no impidió que «Sugar coated lies» (2006) pasara casi por completo desapercibido. Pero ya lo advertimos: que ocurra lo mismo con este «The truth serum» sería un crimen de lesa humanidad.

Reconforta notar a los mallorquines tan pletóricos como en sus mejores días, como si hubiesen querido fundir la clarividencia melódica de aquel «One, two… tree» con el empuje de «World under water» (su secuela, tres años más tarde). Volver a testar la capacidad de Xavier Escutia para mantener la emotividad de su timbre vocal e irradiar, con textos trabajados pero sencillos, credibilidad desde el flanco de la inmediatez o desde la ilustración de rincones más sombríos, quién sabe si por aquello de la madurez vital (el sesgo mortuorio de ‘The morphine talking’ o ‘Letter to a corpse’).

Este álbum es un inagotable arsenal de canciones magníficas, cada una con su disposición ornamental precisa, con su particular ropaje y ambientación, como si todas ellas constituyeran un universo particular de referencias. Aunque las más obvias, por si les sirven como tarjeta de presentación, son los atenuados efluvios de psicodelia «sixtie» marca de la casa (sí, el omnipresente trasfondo de la escuela Beatle, parte de esas sagradas tres B que sirven de guía a varias generaciones de bandas) de ‘Smoke & mirrors’ o ‘Dead sailors’, el apropiacionismo dylanita (pasado por su intransferible filtro) de ‘A man called toad’ o, sobre todo, esos tres exultantes pedazos de canción que son ‘The year of the tiger’, ‘The shape of things to come’ o ‘Xmas cards and shaggograms’: tres hits irrefutables en ese mundo perfecto con el que a veces soñamos despiertos, sabiendo que nunca llegará. No es necesario remarcar más «highlights». Solo de ustedes depende que esta delicia obtenga el eco que merece.

Anterior crítica de discos: “Nino Bravo en libertad”, de La Casa Azul.

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