«Volcánica cantautora, electrón libre, avanza hacia un reinado incontestable entre los herederos del mejor rock and roll y country estadounidense»
Lydia Loveless
«Somewhere else»
BLOODSHOT
Texto: JULIO VALDEÓN BLANCO.
Llámalo azar, pero cada vez que termina una de las canciones de «Somewhere else» mi maldito reproductor digital salta a un autor distinto a Lydia Loveless, sea Lindi Ortega, The Jayhawks, el añorado Nick Curran o la imperial Lucinda Williams. Un milagro que en la combinación no aparezca Neko Case, la canadiense con la que Loveless ha sido comparada en múltiples ocasiones. Bueno, la mezcla tiene sentido: a la rubia de Ohio, veintitrés años, la han comparado con todos esos artistas, y además con Hank III, influencia obvia, siquiera en la actitud, así como Uncle Tupelo, etc. A la citada lista añadan, con ocasión de su tercer disco, las voces de los Pretenders, Jason & The Scorchers, Kirsty MacColl, de la que entrega una fantástica versión, ‘They don’t know’, o Stevie Nicks. Apropiados compañeros de un viaje en el que Loveless se aleja en lo instrumental del delicioso honky tonk de «The only man» (2010), del country punk corrosivo de «Indestructible machine» (2011), para hornear un artefacto de generoso power pop, rotundo, nutricio, que lo mismo coquetea con el alt country que muerde con ferocidad post punk. El tipo de disco que hubiera entregado la maravillosa Chrissie Hynde si hubiera crecido escuchando a Loretta Lynn.
Líricamente «Somewhere else» radicaliza la apuesta. Loveless escribe como si el mundo fuera a reventar mañana. Las clásicas historias de amor no correspondido, amantes traidores y corazones rotos ganan potencia merced al colmillo de quien arroja al tapete, sin autocensura, sus pulsiones sexuales, sus batallas perdidas y sus errores. ¿Oscuro? Sí, y además valiente y furioso, e introspectivo analizado de cerca, meditabundo y desafiante. Loveless no quiere escapar del pueblo o encontrar un amante, no. Lo suyo pasa por prenderle fuego al villorrio, meterle gasolina y yesca, socarrarlo hasta la empuñadura, y después, o entre medias, chapotear en una relación agónica, excitante, sudorosa, mortal de necesidad, donde los golosos mordiscos mariden con los navajazos y que al final del día condecore las paredes con vísceras, carmín y sesos.
En un conjunto sólido, macizo, destacan el pelotazo de ‘Really wanna see you’, la memorable ‘Wine lips’, la húmeda y salvaje ‘Verlaine shot Rimbaud’ o la potente ‘Head’, mientras en ‘Everything’s gone’ escribe una descarnada alegoría de la infancia perdida. Con sus guiños ochenteros, matadores, sus crónicas a tumba abierta, su voz del millón de dólares y un puñado de mosqueteros a su espalda, «Somewhere else», buenísimo, a caso, a ratos, pelín monolítico, supone un salto importante. Lydia Loveless, volcánica cantautora, electrón libre, avanza hacia un reinado incontestable entre los herederos del mejor rock and roll y country estadounidense. Por talento y poderío, el futuro se antoja suyo. ¿El presente? También.
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Anterior crítica de discos: “En directo desde el teatro Arriaga”, de Fito & Fitipaldis.