Discos: “Soft to the touch”, de Jef Barbara

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«Lástima que a Jef Barbara, andrógino de Montreal, no le haya tocado vivir en la edad de oro del glam. Es la clase de artista que embrujaría a Eduardo Haro Ibars»

jef-barbara-26-11-14

Jef Barbara
“Soft to the touch”
TRICATEL

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

 

 

Es el ciclo de siempre y lo estamos viendo en el tablero político: la industria difunde y propaga aquello que pretende reprimir. La música popular empezó a nutrirse de la estética gay en los cincuenta. Era el gusto del consumidor. Regla sagrada. Lástima que a Jef Barbara, andrógino de Montreal, no le haya tocado vivir en la edad de oro del glam. Es la clase de artista que embrujaría a Eduardo Haro Ibars. Incluso ahora, cuarenta años después de su “Gay rock”. Jef Barbara publica en la selecta etiqueta parisina Tricatel y ostenta el vicio compulsivo de adornar sus temas con vídeos baratos que mueve en la red. Pero, aparte de darle ideas a Beyoncé, ofrece estímulos necesarios en estos días de indie transgénico para radio y festivales. “Soft to the touch”, su segundo álbum, redondea los buenos propósitos del debut, en 2011, cuando plantó un par de manifiestos subversivos (‘Les homosexuelles’ y ‘Wild boys’). Un cancionero versátil, alérgico a la uniformidad y sobrado de audacias.

El travesti con nombre de chico y de chica es un músico de canciones que, nos obstante, cuida el concepto. La generación postsida. La nocturnidad. El amor y el deseo. El biopic gay. Alterna el francés y el inglés con el mismo desparpajo espurio que muestra a la hora de estrujar sonidos. Ventajas del pop periférico: Montreal es la cuarta ciudad anglófona del mundo y Canadá pone sobre la mesa 32 millones de euros para dinamizar la actividad de sus compositores. Más allá de la influencia de Gainsbourg, Bowie, Brian Ferry o Brett Smiley, Jef Barbara asombra por la fuerte personalidad que ha sabido imprimir a cada una de estas piezas. Su voz sensual, además, se ajusta al canon. En la batidora, cabaret posmoderno (‘About singers’); synth pop para discoteca (‘Soft to the touch’), gambeteando con el bajo en primer plano, en la tradición francesa; vocación de hit (‘I know I’m late’); diamantes de emoción íntima (‘Song for the loveshy’); ambientes de neón rojo en logrado avant pop (‘I don’t know what’s going on but something’s coming on’, ‘Technic  is fun’ o ‘Crédit d’amour’, con Laetitia Sadier). Y esa gloriosa crónica de una masturbación asistida (‘Erection’), que bien podrían haber firmado los B-52’s.

Resulta falaz escribir a estas alturas de gay rock (¿existe el pop heterosexual?). Pero, como dijo hace poco Boze Hadleigh, la música contemporánea sería muy distinta sin la energía y el estilo de gays, lesbianas y bisexuales.

Anterior crítica de discos: “Modo avión”, de Lichis.

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