«Derrama una agradable amplitud de miras estilística, hasta el punto de ser un cambalache de estéticas, y que poco a poco se va filtrando hacia la luminosidad y hacia lo majestuoso de la producción»
TV On The Radio
«Seeds»
HARVEST
Texto: CÉSAR PRIETO.
Había curiosidad por lo que podía hacer TV On The Radio tres años después de la aparición de su último disco y de la muerte fulminante de una pieza tan definitoria de sonido de la banda como su bajista, Gerard Smith. Desvelado el secreto: nos encontramos ante un disco que, conservando en gran parte la actitud de los cuatro anteriores, define un poco mejor sus perfiles y la tristeza de la pérdida es canalizada para obtener una energía rabiosamente fresca. “Seeds” es un artefacto que derrama una agradable amplitud de miras estilística, hasta el punto de ser un cambalache de estéticas, y que poco a poco se va filtrando hacia la luminosidad y hacia lo majestuoso de la producción.
Es por ello que se puede aplicar a cada canción del disco el entretenido ejercicio de “¿a qué suena?”, sin que ello haga perder potencia al conjunto. Recordemos: TV On The Radio siempre ha sido un grupo de señales sonoras muy variadas, y aquí inicia el recorrido con oscuridades que pueden recordar a “Nine types of light”, su anterior trabajo. Ahí tenemos como ejemplo ‘Quartz’, un gospel psicodélico a la manera de Syd Barrett del que poco a poco va naciendo una línea sintetizada que lleva a las esencias bailables de los Stone Roses, o ‘Careful you’, una balada entre los Beatles más lisérgicos y la moderna canción francesa. En la tercera, ‘Cold you’, vitaminados sonidos alucinógenos toman caminos épicos y estribillos en crescendo cercanos a lo que hacen The Killers, para pasar en ‘Happy idiot’ –el single– directamente a las pistas de baile, con ese bajo a lo New Order y ese estribillo que tiene algo del ‘Smells like teen spirit’.
Sigue el juego, pero pasamos a la segunda parte, donde el disco se va deslizando desde las catacumbas a la radiofórmula –muy dignamente eso sí– con ‘Love Stained’ –apuestan por la electricidad y llegan a un estribillo de impacto– o con ‘Right now’, capas de sintetizadores para una melodía con pretensión de convertirse en un himno del falsete a lo Simply Red. Se desplazan, pues, de la música para iniciados a esos esplendorosos arreglos funkys que avalan la audiencia de estadio. Y desde aquí enfilan la recta final con dos ejercicios de guitarras tensas: un ‘Winter’, rock de la vieja escuela, de la Creedence o Lynyrd Skynyrd, y un ‘Lazerray’ en el más puro estilo nuevaolero, con guitarras un pelín más punk de las de Elvis Costello.
Han aparecido casi una decena de nombres en el juego; no crea el lector que ello le resta validez al producto, los chicos de Brooklyn moldean aquello que saben manejar: la arcilla de los estilos, la atracción de todos los caminos estéticos, el que cada canción sea un planeta cerrado y no parte de un concepto. Nunca van a ser portada de medios impresos, seguramente, pero ello no les va a quitar ni el respeto del público ni el mérito de llevar una carrera coherente, de notable, y de recoger todo lo que el rock y el pop tienen de válido, que –como el disco– es mucho.
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