“El cuarteto gallego retoma las riendas de ese noise con el que un día, hace ya doce años y tres discos, se proclamaron adalides de una escena que los reclama, que los necesita y que los busca cuando, en los momentos complicados, solo el ruido calma las aguas”
Triángulo de Amor Bizarro
“Salve discordia”
MUSHROOM PILLOW
Texto: SARA MORALES.
Vuelven a salir a la calle un puñado de poemas urbanos. De los que hablan del amor y sus batallas, sí, pero también de los que prodigan una profunda crítica social desde el ojo sincrónico de la juventud de hoy. De esos en los que la decepción y la expectativa se dan la mano y se fusionan entre códigos crípticos que, no siempre fáciles de descifrar, toman forma de íntimos y cercanos. El mar está tan presente en sus letras como la búsqueda de salidas de un tiempo que hace daño, y ese dolor suena a distorsión feroz, a psicodelia sucia, a mareas hipnóticas, a entropía… A Triángulo de Amor Bizarro.
El cuarteto gallego retoma las riendas de ese noise con el que un día, hace ya doce años y tres discos, se proclamaron adalides de una escena que los reclama, que los necesita y que los busca cuando, en los momentos complicados, solo el ruido calma las aguas. Por eso, este «Salve discordia» (Mushroom Pillow, 2016) no podía llegar en mejor momento. Un disco producido por Carlos Hernández (Los Planetas, Sr.Chinarro, Mercromina…) con quien ya trabajaron en su debut, y con el que amplían el espectro del shoegaze para acercarse sofisticados al death pop.
Y así, envueltos en mitad de la urgencia callejera a la que nos tienen acostumbrados, de esencia punk como ‘Gallo negro se levanta’ y ‘Euromaquia’ o la frenética y fantasmagórica ‘Como encontró a la diosa’, nos topamos con pasajes de una profundidad melódica que estremece. Es este el caso de ‘Barca quemada’, que parece retrotraerse hasta los sesenta, ‘Seguidores’ que habita en el instinto más primario de los sonidos de la Naturaleza o ‘Baila sumeria’, contagiada de un horror dream con el que atestiguan la alquimia de las relaciones.
Una trilogía pop conducida por la voz de Isa, capaz de convertirse en dulce e insultante al mismo tiempo, en cálida y gélida, en lejana y vecina, en un oxímoron sonoro que nace de la actitud, brinda armonía y desprende palabras que no se atropellan. Igual que las de Rodrigo en canciones como ‘Desmadre estigio’ con la que arrancan este disco de alternancia vocal, o ‘Luz del alba’, donde las guitarras anidan rabiosas, las atmósferas ahogan desde el teclado de Zippo y la batería de Rafa se vuelve universal.
La experimentación siempre ha sido una constante en la banda; de ahí la apuesta instrumental de ‘Qué hizo por ella cuando la encontró’ y los jugueteos percusionistas en un acercamiento al ente tribal a través de ‘O salve Eris’, el punto y final del disco. Porque su estado de confort y bienestar lo encuentran en el lado cavernoso del sonido, pero también saben salir triunfantes de él. Siempre directos, sin medias tintas, a pesar de que el shoegaze parezca el eterno neutral de los géneros musicales porque no sea claro, ni sea nítido, pero sí sea capaz de dejar huella. Hasta el punto, por lo menos en manos de la banda gallega, de convertirse en un medio transmisor con el que canalizar la fuerza bruta del sonido y los dilemas intimistas del ser, como ellos han bordado en ‘Nuestro siglo Fnord’ uno de los temas más homérico del álbum.
Por eso en este cuarto trabajo volvemos a toparnos con unos Triángulo de Amor Bizarro dominantes y capaces de tallar de esta manera cualquier registro; una personalidad fraguada al calor de lo trascendente, convirtiendo el contenido de toda su discografía en un monumento épico, místico y cosmopolita. Este «Salve discordia» es solo un paso más en esa carrera hacia la ascesis del rock and roll.
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Anterior crítica de discos: “Mouseland”, de Octubre.