Discos: «Right thoughts right words, right action», de Franz Ferdinand

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«Aquí les tenemos de nuevo: con una fórmula que sigue marcada por intrigantes y nervudos vericuetos guitarrísticos que invitan al frenesí y melodías adherentes, que basculan entre la new wave y el art punk»

franz-ferdinand-12-09-13

Franz Ferdinand
«Right , right words, right action»
DOMINO/PIAS

 

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

 

Franz Ferdinand nuca han tenido ni un pelo de tontos. Y da la sensación de que su cuarto álbum, ya desde su mismo título, obedezca a la esmerada planificación de una banda que debutó ya con cierto bagaje a sus espaldas (en las 41 primaveras de Alex Kapranos también hubo tiempo para curtirse en proyectos absolutamente ajenos a los focos) y que siempre ha tenido muy claro cuál era su «target» y qué es lo que debía hacer para no dar pasos en falso. Han abandonado los aderezos electrónicos y las progresiones instrumentales de su anterior entrega porque saben que los experimentos, mejor con gaseosa. Y porque tienen muy claro cuál es su mejor registro, aunque seguramente sean conscientes de que tampoco van a igualar las cotas de su rutilante debut. Así que, como buen producto madurado que son, aquí les tenemos de nuevo: con una fórmula que sigue marcada por intrigantes y nervudos vericuetos guitarrísticos que invitan al frenesí y melodías adherentes, que basculan entre la new wave y el art punk, siempre con su pátina de contemporaneidad y un sentido del humor que, muy  inteligentemente, les sitúa lejos de un afán de trascendencia que resultaría, como mínimo, temerario. Con una facturación de hits bastante más roma que antaño, pero innegablemente sólidos. Como si lo que han perdido en puntería aún lo pudieran suplir manteniendo la frescura, que no es poco.

«Right thoughts, right words, right action», pulido de forma apenas perceptible por Todd Terje, Alexis Taylor (Hot Chip) y Bjorn Yttling (Peter, Björn and John), es un álbum de escucha fluida y refrescante, que preserva la vigencia de aquella síntesis de rugosos riffs de guitarra y pulsión bailable que siempre fue su seña de identidad. Y en el que aún hay señales de su pericia para la inmediatez pop en temas como el cálido ‘Stand on the horizon’, posiblemente  lo más pegadizo que han hecho desde ‘Take me out’ (2004) o ‘Do you want to?’ (2005). Aunque la candidez pop de ‘Fresh strawberries’ o ‘Bullet’ insinúe que, estéril cualquier prospectiva en pos de hallazgos que nadie va a demandar, hayan revuelto aún más el baúl de las reliquias tardosetenteras para redescubrir el pub rock. Seguramente no sustanciará este álbum una encendida revelación para nadie, pero echará más leña a sus efectivos directos y, sobre todo, conservará aún intacto el interés por una carrera que, dado el accidentado trayecto de la gran mayoría de sus contemporáneos, se presumía más fugaz.

Anterior crítica de discos: “Canciones de odio y esperanza”, de Joaquín Talismán y Los Chamanes.

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